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Huellas N.11, Diciembre 2006

CL Apertura de curso

La razón, los hechos.
Así se puede volver a empezar

«No es un razonamiento abstracto lo que hace crecer, lo que ensancha la mente, sino encontrar un momento de humanidad verdadera, en el que se alcanza y se afirma la verdad». Tomando esta frase de Don Giussani y el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona como punto de partida, han tenido lugar en Italia y en el mundo las jornadas de apertura de curso de las comunidades de CL.
En la de Milán (cuyo texto está publicado en el número de noviembre de Huellas, en “Página Uno”), don Julián Carrón concluía subrayando la necesidad de «recordarnos mutuamente cada día el Hecho que hay entre nosotros y que motiva nuestra unidad. Esto es lo que hace crecer el juicio, una conciencia estable, una identidad consciente y estable». Antes había recordado que todo el drama de la vida reside en la alternativa «entre Cristo presente, capaz de cautivar todo nuestro corazón, y la nada, porque nada es capaz de saciarlo, nada le corresponde como Cristo».
El encuentro cristiano, al introducir un nuevo inicio en las circunstancias en las que nos encontramos, amplía nuestra razón, nos rompe los esquemas y nos libera de la decepción de una vida que se repite mecánicamente. Como documentan algunos de los numerosos testimonios relacionados con el inicio del curso que recogemos en Huellas.


NÁPOLES
Primeras reacciones tras la jornada de apertura de curso con don Julián Carrón en el Teatro Mediterráneo

Un mundo nuevo
Era extraño. No me lo esperaba. Yo estudio y traduzco el Antiguo Testamento, pero esa forma de hablar de lo divino en lo humano no la había oído nunca. Me embargó la conmoción. Y empecé a pensar que mi hija, a la que he tenido que criar sola porque mi marido murió en Viena en un accidente de coche, está en buenas manos. Está descubriendo un mundo nuevo como yo. Mi hija es atea, pero cuando vuelve del colegio se siente desafiada por vuestro profesor. Se ha puesto a estudiar para rebatirle. Por eso me sentí intrigada y fui a verlo. Mi hija dice que desde que le conoció quiere estudiar psiquiatría, porque ahora le interesa comprender mejor al hombre. Pero escuchando a Julián Carrón he comprendido que este es el camino para mi hija y para mí para comprender al hombre. Para comprender lo que somos.
Elena, profesora de Filología bizantina,
invitada al encuentro por un profesor de su hija

Esto me devuelve la esperanza
Al principio me costaba seguir el discurso. Después, cosa rara, me vino a la cabeza toda mi vida que muchas veces, como el micrófono, no funciona. He tenido cáncer; quiero a mis alumnos pero tengo la sensación de que no les damos nada. ¡Cómo me gustaría que encontraran una belleza como esta! Puede que no resulte fácil, pero lo que acaba de suceder me devuelve la esperanza en un momento difícil de mi vida. He estado cinco años en América estudiando. Allí fui alumno de una poetisa que adoraba a Eliot. Anoche me acordé de este poeta y de la belleza de la poesía. Así si que se puede volver a empezar.
Un profesor invitado por un amigo

El seguimiento de los hijos
Estamos conmovidos. Yo no quería que mis hijos estuvieran con vosotros porque van al Barrio Sanidad (un barrio del centro de Nápoles donde se encuentra la sede de CL, ndt.) y tenemos miedo de que les vaya a pasar algo malo. A uno de ellos le robaron el móvil al salir de la sede. Pero como les interesaban las cosas que les decíais, hace dos meses les propusimos ir a una parroquia en el Vómero. Se opusieron radicalmente. Entonces aceptamos vuestra invitación al encuentro con este sacerdote español. Ha sido impresionante. Una sorpresa. Yo soy catequista desde hace años, pero esto es otro mundo. Gracias. No volveremos a sospechar de vosotros. Solo os pedimos una cosa, cuando vayan a la sede de CL ¿sería posible que alguien les acompañara hasta el metro? Gracias. Seguimos teniendo miedo.
Unos padres del Vómero

O fridd’nquoll’
El viernes pasado, cuando Julián Carrón comenzó a bajar por las escaleras del teatro y todos nos pusimos en pie para aplaudir, pasó junto a mí y me saludó. Mirándole a la cara sentí o fridd’ nquoll’ (un estremecimiento, ndt.). Este cura tenía a Cristo consigo, como vosotros tenéis a Jesucristo con vosotros y eso se ve por el hecho de que nos transmite paz.
Ana, una madre del barrio Sanidad

Una esperanza para Nápoles
Después del encuentro con Carrón salí de viaje de trabajo hacia Túnez junto con otros doce amigos italianos. Fuimos a cenar con el embajador italiano, que es de Nápoles. La conversación enseguida se centró en los sucesos de Nápoles. Evidentemente, como siempre, se hablaba de lo negativo. En un momento determinado dije que la noche anterior yo había visto otra cosa. Es más, que había comprendido el motivo de la presencia de la CdO y que hay que darla a conocer al mayor número de gente posible, porque lleva una esperanza verdadera para el que vive y trabaja en Nápoles. Todo ello hizo brotar la curiosidad en los que estaban en la mesa y surgieron muchas preguntas que tuvimos que posponer para un nuevo encuentro en cuanto lleguemos a Italia. Gracias.
Alexandra, joven empresaria napolitana,
invitada por los amigos de la CdO

En el confesionario
Querido Julián: Soy un padre jesuita que todos los miércoles confiesa a varios jóvenes de CL. Le agradezco de corazón que viniera a saludarme al confesionario, en la Iglesia del Jesús Nuevo, la mañana del 28 de octubre, al día siguiente del encuentro en el recinto ferial de Oltremare. Tengo un recuerdo vivo y penetrante de su intervención ante la multitud de CL en el auditorio, atestado de gente atentísima. Le doy gracias por la experiencia espiritual que su intervención provocó en mí; fue una espléndida y extraordinaria meditación sobre Jesucristo, salvación y esperanza del hombre, de cada hombre dispuesto a encontrarse con él. Que el Señor Jesús le sostenga y le de la fuerza y la luz del Espíritu Santo para poder ayudar a tantos jóvenes continuando la misión del inolvidable don Giussani.
Padre Francisco

FRIULI-VENECIA-JULIA
Comer juntos

Desde finales del año pasado una de mis alumnas viene a GS. Antes del encuentro comemos todos juntos, los chavales juegan un poco, luego tenemos Escuela de comunidad y luego el que quiere se queda a estudiar. Esta alumna mía explicaba porqué le gusta venir con nosotros: comer juntos, bromear, divertirse, hablar, comparar la propia vida con experiencias más grandes que le ayudan a ver la positividad de la vida, y no como hacía siempre, mirar sólo lo negativo; añadía que ella no podía dar por descontado la palabra “comer” porque desde hacía dos años no hacía una comida normal: los suyos no sabían qué hacer porque sus trastornos alimenticios parecían no acabar nunca, en cambio aquí, para ella que rechaza la comida, resulta normal abalanzarse sobre los alimentos como hacen todos los demás. De esta manera inesperada ha empezado a alimentarse con regularidad. No le puede curar una compañía, por muy simpática que sea: no somos muchos y tenemos mucho que recorrer todavía en el camino cristiano, no puede ser porque la comida sea muy buena, aunque intentamos hacerlo lo mejor que podemos, ni por los juegos que hacen juntos. Solo Dios puede ser tan misericordioso y grande como para servirse de un instrumento tan frágil como nosotros para hacer milagros.
Ana

La belleza del cristianismo
El 29 de agosto de 1990 mi mujer, mis dos hijos y yo llegamos a Trieste dejando atrás nuestro país, Albania, causa de tantos sufrimientos y dificultades. Dejábamos con mucho dolor a nuestros seres queridos y los recuerdos de toda una vida, pero también dejábamos a los que nos perseguían, los que durante cuarenta y cinco años habían destruido nuestra tradición, y mediante una terrible dictadura hicieron sufrir hasta la muerte a lo mejor de nuestro pueblo. Un sistema que llevó al país a un retroceso económico, que causó un empobrecimiento intelectual y espiritual de las personas, que culminó con el cierre de los lugares de culto y el encarcelamiento y asesinato de los religiosos. Intentaban arrancar a Dios de la mente y del corazón de nuestra gente, pero no lo consiguieron. Era fundamental llevar a nuestros hijos a un mundo libre. A pesar de todas las dificultades, mi manera de pensar me empujaba siempre a creer que la fuerza devastadora del régimen era mezquina e insignificante en comparación con la belleza del cristianismo, que me hacía concebir las cosas de tal modo que siempre se podía palpar la presencia de Dios. Un Dios que se manifestaba en cualquier cosa positiva que se me ofreciera. Abandonamos Albania y nos trasladamos a Trieste. Allí conocimos al padre Beniamino, que nos acogió e hizo todo lo posible para introducirnos en el nuevo contexto. Así se concretaron todas nuestras esperanzas de encontrar una realidad cristiana no vivida ya como experiencia clandestina, sino compartida con un grupo de personas. En el camino que hemos recorrido en estos últimos quince años podemos decir que esta presencia no ha decaído y que se ha traducido en la certeza respecto al futuro.
Zef y Josephine

PADUA
El factor que importa

Me he acordado de una conversación durante unas vacaciones en los años 80 en Cólfosco. Hablando con Giussani, en un momento dado nos preguntó qué era lo que le había faltado a Leopardi. Nosotros, sin dudarlo, respondimos: «Dios». Él nos detuvo: «No, el problema no es Dios, es Cristo». Lo relaciono con lo que dice Carrón: «A mí me interesa el corazón porque me interesa Cristo». Si miro mi propia experiencia y la de mis amigos, no es que no se afirme a Cristo: es como si Cristo fuera uno más de los factores de la experiencia; él está, pero también está la desilusión de ese amigo, las dificultades de esta situación, el dolor por esto o la queja por aquello otro. Cristo se reduce a uno de los factores, no se le acoge, se le percibe, se le ve, como lo que es: la realidad del Resucitado, es decir, la realidad verdadera, y por eso, el factor que unifica la realidad.
Mario

VIENA
El descubrimiento del propio bien

Hace tres años nació nuestro cuarto hijo, Eduard, a los cinco meses y medio de embarazo. Por haber nacido extremamente prematuro ahora es ciego y tiene un retraso mental. Nosotros hemos vivido esta situación con gran dolor pero también con una gran fe. Puedo decir que desde que nació Eduard estamos más unidos como familia y rezamos mucho más. Pero el cambio más significativo para mí, más radical, se ha dado en mi relación con Cristo. Me explico: cuando Eduard estaba en el hospital y tenía que someterse a distintas operaciones de la vista, yo estaba convencida de que tarde o temprano sucedería un milagro y que se curaría del todo. Yo pedía una cosa buena a Dios, que lo puede todo, que es mi padre y que me ama. Pero aunque todo esto es cierto, el milagro no se ha producido. Sin embargo, sigue siendo verdad que Dios me ama y desea mi bien. Por eso para mí es razonable pensar que el hecho de que Eduard no sea sano es para mi bien. Y ahora, después de tres años empiezo a experimentar este bien. Como me sentía tan incapaz e inadecuada para afrontar la situación de Eduard empecé a rezar así: «Muy bien, si Tú quieres esto para mí, yo acepto que Eduard siga enfermo, pero yo sola no puedo: Tú, Cristo, tienes que estar conmigo, Tú tienes que estar especialmente presente en nuestra familia». En concreto, después de los Ejercicios espirituales de 2005, donde se hablaba del gran deseo y de los pequeños deseos, he empezado a pedir Su persona en lugar de favores o cosas, aunque sean buenas. He entendido que precisamente en el dolor Cristo te toma, te llama a Él. Cristo nos habla a través de todas las circunstancias, pero yo, que me distraigo tanto y pienso siempre en lo que tengo que hacer, he necesitado una sacudida, una herida que permanece siempre abierta para comprender que el fin de la vida es amar a Cristo, que la vocación es un sí que se dice todos los días y no sólo el día de la boda. Por esto puedo decir razonablemente y con plena certeza que Eduard es un don, en el sentido de un bien y no una desgracia para nosotros. Porque empiezo a intuir lo que creía que sólo los santos podían decir, que mi bien, lo que hace mi vida bella y útil es amar a Cristo.
Maru

LISBOA
Una cuestión de juicio

En una clase sobre la narrativa del cine dije que la narrativa es un modo de representar una experiencia humana, no tiene nada que ver con una abstracción, sino con la representación de la realidad, de la experiencia del hombre. Entonces les hice una pregunta: «¿Qué es para vosotros la experiencia?». Se pusieron a hablar de lo que les impresiona, de lo que sienten, de las emociones, el impacto que provoca en ellos una película, etc. Yo dije «sí, todas estas cosas son verdaderas, pero falta algo, ¿qué es lo que falta?», de repente uno levantó la mano y dijo: «¡falta el juicio!». ¡Por poco me caigo de la silla! Le dije: «José, no se si sabes el valor que tiene lo que acabas de decir». Y él dijo: «¡si lo he dicho es porque le doy importancia!». Entonces les lancé una provocación: «Es necesario hacer un juicio sobre lo que sentimos, para que algo se convierta en experiencia, para que se vuelva humana». Después les leí una frase de Paul Ricoeur que decía exactamente esto, que el tiempo es humano en la medida en la que se revela a la experiencia del hombre de manera clara, es decir, cuando hay un juicio. Se entabló una discusión: muchos decían: «sólo es experiencia lo que estoy sintiendo ahora, en este momento, mañana ya no será experiencia lo que pienso hoy porque formará parte del pasado». Me di cuenta de que este es el problema de nuestro tiempo: por una parte la incapacidad para juzgar –de hacer nuestro lo que vivimos–, por otra, una tendencia ideológica que se vuelve dominante –pensar que este juicio que hemos emitido y que se ha hecho nuestro no tiene importancia, porque ha dejado de ser la verdad de eso que ha sucedido, se ha desdibujado. Yo decía «¿y no será porque se ha hecho tuyo?». Algunos decían que sí. Precisamente porque se ha hecho tuyo, sabes quién eres. Una clase increíble: llegó el descanso, los chicos salieron y todavía se les oía comentar en el pasillo: «porque mi experiencia es esta…».
Rosarinho

INDIANÁPOLIS
Victoria en el corazón de América

La jornada de apertura de curso de Chicago, Evansville, Indianápolis, Dayton, Toledo, Cincinnati, Lexington y Milwaukee, tuvo lugar en Indianápolis. Nos reunimos unos 65 en el Marian College. Erica, una chica que acaba de terminar la carrera, del CLU de Evansville y que ahora da clases en un colegio católico de Indianápolis, dio testimonio de la necesidad de dar razón y sentido a todo lo que hace en el aula. Propuso rezar el Angelus antes de comer y sus alumnos le preguntaron «¿Por qué?», tuvo que responder a la pregunta, en primer lugar por ella misma, pero también para poder seguir a estos chicos que empiezan a decir “nosotros”. Este verano, otros dos chicos del CLU de Evansville rodaron una película sobre Caín y Abel. Erica puso la película en clase y sus alumnos se quedaron muy impresionados por la injusticia. Erica les comentó que después de ver la película ella también experimentó con violencia el deseo de justicia, y partiendo precisamente de esa exigencia empezó a trabajar con sus alumnos sobre la experiencia elemental y el corazón. Therese nos ofreció un testimonio bellísimo sobre su experiencia de madre. Estaba muy impactada por las otras madres del movimiento, por cómo estaban educando el corazón de sus hijos. Therese subrayó su fascinación por estas madres a las que quiso imitar, pero al ver que eso no le bastó se decidió a vivir una compañía con ellas. Fue más que una imitación: fue el comienzo de una manera nueva de mirar a sus hijos y del modo de educarles. De esta manera Therese pudo seguir y convertirse en una madre para todos los chicos de GS de Chicago. Por lo que he visto y oído aquí, el movimiento existe y es uno.
Mike

DUBLÍN
La vida, un viaje hacia el destino

Leyendo El sentido religioso me he conmovido muchas veces. Nunca antes me habían explicado este “sentido”, nadie me había explicado que aquello que llamamos religión, fe, forma parte de mí. Lo chocante es que siempre lo había sabido, pero por diferentes motivos lo había ido dejando. Quizá porque el catolicismo en el que crecí me parecía simplista, hipotético o limitado. Pero ver el lema del Meeting, leer El sentido religioso y, dos días después de haberlo terminado, oír al Papa hablar de esa misma cuestión; descubrir luego que esta “idea” tiene que ver con mi vida, que necesito reconocer la fractura que hay entre mi corazón y mi mente... Me doy cuenta de que todo el entorno lo rechaza, y que yo he formado parte de ello durante mucho tiempo, rechazaba la opción religiosa por lo que era, la consideraba despojada de toda credibilidad, sentido o consistencia. ¡Adentrarme en estas ideas ahora, en un momento de mi vida en el que me esfuerzo por superar los límites de mi escepticismo! Ya he agotado mis pretensiones de omnipotencia. Desde que era un adolescente siempre tuve la idea de que religión y fe eran signos de cobardía, de superstición y de incapacidad. Lo que he descubierto en el libro de don Giussani es que hay un modo de hablar de estas cosas que es mucho más inteligente, más real. Inteligente no es la palabra: es un modo más lúcido que lo que se puede esperar de los que denigran estas cosas, las niegan o las rechazan. Creo que actualmente está pasando algo en el mundo: en Occidente se empieza a comprender la idea de que razón y fe pueden ser acordes. No hay desencuentro, ni conflicto; el sentido de mi identidad última, mi relación con el Infinito, mi conocimiento profundo del Misterio se unen en mi humanidad sin prevalecer ninguno sobre los otros. Día tras día me encuentro aislado, como excluido del lugar que reconozco como adecuado para mí. Yo creía que esto era a causa de mis defectos. Puede que sea así, ésta podría ser una explicación, pero en realidad mis defectos son el síntoma de este “sentido” que está en mi interior. Todos los días me doy cuenta de que no soy capaz de estar en el presente, en la realidad. Lo mejor es que me dedique a hacer lo que tengo que hacer, pero en cambio me veo como queriendo escapar, deseando estar en otro sitio, deseando estar en cualquier momento indefinido del futuro, en quién sabe dónde. En un lugar en el que mi deseo de perfección se vea cumplido, se ponga de manifiesto. Estas son las fuerzas que están en mi interior, que me hacen seguir hacia delante,y que a mí me parecían defectos, límites. Pero ahora, en las palabras de don Giussani, reconozco estos límites como síntomas de que pertenezco al Infinito, a la plenitud de la realidad. Esto cambia completamente lo que espero de mi vida. Está comenzando a cambiar, por así decirlo, la manera en la que me tomo la vida. Todo esto no me vuelve más pío ni más santo, pero me induce a prestar más atención a la realidad. ¿Qué es lo que la realidad me está diciendo? ¿Mi vida se reduce, como solía pensar, a una serie de sucesos casuales o es otra cosa? Mi vida es un viaje hacia mi destino. Y así presto atención a la realidad y ello me reconforta; ya no caigo en el error de intentar explicar lo que siento como si fuera expresión de mi incapacidad, o de cualquier defecto mío, sino como una oportunidad para ser, para ser completamente, para ser yo mismo más de lo que haya podido serlo hasta ahora.
John Waters, editorialista del Irish Times

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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