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Huellas N.10, Noviembre 2006

SOCIEDAD España / Reforma escolar

La matemática del ciudadano anónimo

Ana Millán Gasca*

La reciente Ley de reforma del sistema educativo en España se inserta en el ámbito de un diseño europeo más amplio que modifica en su raíz el significado de educar

En la España democrática, el marco legal de la educación es obra del Partido Socialista (PSOE), mientras el Partido Popular (PP) en sus años de gobierno mostró siempre cierta timidez a la hora de llevar a cabo una verdadera alternativa. La Ley aprobada al final de del mandato de José María Aznar ha sido ya sustituida por una Ley Orgánica de Educación, la así llamada LOE aprobada en mayo de 2006. Sin embargo, el plan educativo socialista ha recibido fuertes críticas por lo que respecta, por ejemplo, a las materias humanísticas abandonadas a merced tanto de los nacionalismos como del cientifismo. En realidad, estas críticas no han dado en el blanco, afirma Elena Gil, directora pedagógica de educación secundaria en el colegio del Sagrado Corazón de Zaragoza: «La verdadera operación cultural llevada a cabo por los socialistas es la sustitución de la palabra “persona” por la palabra “ciudadano” en los textos legales y en los documentos ministeriales». Un “desliz” retórico cuyas consecuencias últimas, sin embargo, son ahora evidentes a la luz de la introducción, desde el quinto año de educación primaria hasta el final de la secundaria, de la nueva materia de enseñanza: la Educación para la ciudadanía.

Alumnos de pensamiento único
Hacer sujeto de la educación al ciudadano modifica de raíz el significado de educar, también en una materia aparentemente neutra como es la matemática. La “matemática del ciudadano” ha sido la clave de la revisión de la enseñanza en ese ámbito en el periodo socialista. El fin era enseñar los conocimientos necesarios para desenvolverse en la sociedad moderna como ciudadano adulto (conceptos y procedimientos, pero también una disposición abierta y consciente hacia la matemática como parte de la cultura humana y como elemento de la vida cotidiana): una perfecta simbiosis entre utilitarismo técnico-científico y acento puesto sobre el contexto social más que el crecimiento personal. Es la tendencia –que no afecta sólo a España– criticada por Alain Finkelkraut en una entrevista a Tracce de enero de 2006: «Competencia matemática, sociología: se trata de una visión instrumental de la escuela y de la inteligencia». Hoy resulta evidente que la exaltación de la aproximación sociológica, o sea, lo presente y lo inmediato, en detrimento de la historia entorpece los fundamentos de la escuela, la lucha contra el olvido y la transmisión de la tradición cultural. Pero, ¿por qué esta crítica a la matemática, una de las materias clásicas de la enseñanza y base de la educación científica?
La respuesta es que la “matemática del ciudadano” deja en la sombra un aspecto fundamental que justifica la presencia básica de la matemática en la educación: la matemática como forma de «apertura al infinito» (Giussani), apertura hacia la “vida contemplativa” (Arendt) íntimamente ligada a la vida espiritual de nuestra tradición. En la maravilla del niño y en el esfuerzo que supone para él medirse con la matemática se renueva continuamente la alianza entre fe y razón que impregna la religiosidad judeo-cristiana, y que está en la base del nacimiento de la ciencia moderna (por ello, este aspecto de la educación de los jóvenes requiere extraordinaria sensibilidad y cultura en los profesores). La matemática despojada de estos aspectos y reducida a instrumento útil para la vida activa, no solamente se convierte en el eje de una “educación del consumidor” sino que sirve para producir ciudadanos con pensamiento único en una moderna religión laica.

Educación para la ciudadanía
Ahora el paso que se dado es mucho más comprometido. La “Educación para la ciudadanía y los derechos humanos con particular atención a la igualdad entre hombres y mujeres” (en los últimos años convertida en Educación ética y cívica y también Filosofía y ciudadanía) va más allá de la tradicional educación cívica presente en muchos países europeos como objetivo transversal de la convivencia en la escuela. Frecuentemente, las clases de historia incluyen lecciones sobre principios constitucionales, sobre la participación y las reglas democráticas y sobre los derechos humanos. Mas el bosquejo de los programas españoles incluye otras dos áreas: “Educación de las emociones” (las relaciones interpersonales y en especial los diversos tipos de familia) y “Conflictos actuales y Globalización”. “Adoctrinamiento de Estado” era el alarmante título de un editorial de ABC de mediados de julio. En la “ciudadanía buenista” escribe Carmen Martínez Castro en ABC, no hay lugar para la palabra libertad; se les explicará a los muchachos que «el diálogo es el mejor método para confrontarse con cualquier tipo de conflicto. Serán instruidos sobre las perversiones de la globalización y, en una pirueta final, se señalará quiénes son los responsables de las guerras».

Terapia para la integración y la cohesión
La iniciativa de Zapatero se inserta en un proyecto cultural europeo. En 2005, proclamado por el Consejo de Europa “Año europeo de la ciudadanía a través de la educación”, la Unión Europea, bajo presidencia holandesa, ha promovido un estudio sobre la materia de enseñanza “Educación para la ciudadanía” (www.eurydice.org) . Se trata de una terapia para resolver la crisis política de la Unión Europea y los problemas ligados a la integración y la cohesión social, unida a la idea del “patriotismo constitucional”. Tal materia representa, de hecho, el «mínimo común ético de todos los ciudadanos», un ejemplo significativo de conceptos pseudo-matemáticos abstractos que circulan hoy cuando se trata del gobierno de la sociedad ideal. La «formación intercultural» para «construir una paz duradera», de la que ha hablado el ministro italiano Fioroni abriendo el curso escolar 2006/07, es una manifestación de estas ideas que circulan.
La tradición humanista y democrática occidental ha configurado precisamente en la escuela –mediante la transmisión y elaboración crítica del conocimiento, el ejercicio de la autoridad y las reglas de la vida colectiva, el esfuerzo y la autonomía en el propio desarrollo personal, todos ellos aspectos hoy seriamente amenazados– un ejercicio hacia la libertad y los derechos mucho más rico y articulado que todo este tosco adoctrinamiento estatal que se plantea. Mucho más constructiva hubiera podido ser, en cambio, la propuesta del PP de una nueva asignatura, “Sociedad, cultura y religión”, cuyos contenidos estaban aún por definir y que hoy está arrumbada.

Proselitismo de estado
Pero en todo caso, recuerda ABC, la ciudadanía democrática se basa en el respeto de las leyes, aunque no nos gusten, y no en el proselitismo de estado de criterios morales. El cardenal Angelo Scola ha sugerido que el Estado debería limitarse en lo que es su gestión directa de la educación, y mantener firme el gobierno de la red escolar (escuelas pública y privada), garantizando en ambos aspectos específicos el respeto a la Constitución. La tendencia hoy vigente en España es la de ampliar el papel y la influencia del Estado, pasando desde las campañas sobre los derechos de la mujer o la participación en la vida democrática a las campañas que legitiman las familias con padre A y padre B, o bien la bondad de la investigación con células embrionarias. Mientras tanto, aumenta el riesgo de que por temor o por fe “multiculturalista” mengue el papel de control de las escuelas de libre iniciativa social.

* Profesora en la Universidad “La Sapienza” de Roma.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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