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Huellas N.10, Noviembre 2006

SOCIEDAD España / Paz y terrorismo

Platón, víctima del “proceso de paz”

Fernando de Haro

La resolución en apoyo del mal llamado “proceso de paz” aprobada por el Parlamento Europeo a finales de octubre es casi una derrota moral. El pronunciamiento del Parlamento Europeo asegura que no se pueden hacer concesiones a los violentos y pone de manifiesto la contradicción que encierra todo el diálogo con los terroristas. En realidad, el mismo debate y la aprobación de la iniciativa es una concesión política reclamada por los terroristas y su entorno

Las negociaciones entre el Gobierno de España y ETA, que están en marcha desde hace meses aunque no se quieran oficializar, se han estancado. El entorno político de los terroristas quiere concurrir a las elecciones municipales de la próxima primavera sin condenar la violencia y reclama un reconocimiento explicito del derecho a la autodeterminación.

Una contradicción
Zapatero todavía no ha encontrado fórmulas “digeribles” para atender estas dos demandas. Ha intentado ganar tiempo concediendo otras cosas como la resolución en apoyo del mal llamado “proceso de paz” aprobada por el Parlamento Europeo a finales de octubre. La resolución, en realidad, se le ha vuelto al presidente del Gobierno en contra porque sólo fue aprobada, gracias al buen trabajo de algunos eurodiputados como Jaime Mayor Oreja, con diez votos de diferencia. Tan corto margen es casi una derrota moral. El texto que salió adelante por los pelos en Estrasburgo pone de manifiesto la contradicción que encierra todo el diálogo con los terroristas. El pronunciamiento del Parlamento Europeo asegura que no se pueden hacer concesiones a los violentos. En realidad el mismo debate y la aprobación de la iniciativa es una concesión política reclamada por los terroristas y su entorno. La propia ETA, en un gesto más de presión a Zapatero que pone de manifiesto lo impertinente que era la votación, robó en vísperas de que se produjera más de 300 pistolas.

Políticos y pueblo
En el debate que se celebró en Estrasburgo, el vicepresidente de la Comisión Europea pronunció unas palabras que ayudan a comprender lo que está sucediendo. Franco Frattini elogió a la sociedad española porque durante los 40 años en los que ha sufrido el terrorismo se ha comportado «de manera ejemplar, con tenacidad y firmeza». Durante cuatro décadas ese comportamiento ejemplar se ha sustentado en una exigencia de justicia, compartida por los políticos y por el pueblo. Esa exigencia de justicia elemental, muchas veces ni siquiera formulada –quizás ésa ha sido una de las debilidades de nuestra sociedad–, hacía a todos evidente que no se podía conseguir la paz con concesiones a los terroristas. Esa claridad se ha ido disolviendo y por eso Zapatero puede seguir adelante con su proceso. Aunque la banda se rearme.

Relativismo
¿Por qué no? Es la pregunta que se insinúa en muchos. ¿Por qué no vamos a renunciar a la exigencia de justicia a cambio de la paz? Después de las dos primeras preguntas surge la tercera: ¿pero existe realmente esa exigencia justicia?
La respuesta que muchos de dan a esta última cuestión es, en muchos casos, confusa. Otros niegan que sea algo objetivo. Quizás esa exigencia de justicia y la de verdad, y la de felicidad existan, pero... son subjetivas, relativas, cada uno hace con ellas lo que quiere. Si lo considera conveniente, las acalla o les da una respuesta acomodada a las circunstancias. Es el sueño de que se pueden manejar, achicar para que dejen de ser incómodas.
La exigencia de justicia ha dejado de ser un dato existencialmente rotundo para convertirse en una palabra con la que se puede jugar.

Las víctimas
En una reciente entrevista realizada en Popular TV a Ignacio Sotelo, catedrático de la Universidad de Berlín y columnista de referencia del diario El País, el presentador le pedía que eligiera uno de los muchos libros que había leído en su vida. Sotelo se quedaba con alguno de Platón, no especificaba cuál. El conductor del programa le preguntaba por qué Platón y el catedrático respondía: «para olvidarlo definitivamente». Para olvidar su pretensión de desarrollar una racionalidad universal, una razón capaz de ofrecer respuestas definitivas. «Es esta exigencia la que ha marcado el pensamiento europeo desde la época clásica y es esta exigencia de una respuesta universal la que hay que abandonar», decía Sotelo. Hay que enterrar la exigencia de verdad y, con ella, la de justicia. Platón, o lo que él simboliza, es la víctima sobre la que Zapatero construye su mal llamado “proceso de paz”.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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