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Huellas N.9, Octubre 2006

IGLESIA Visita del Papa a Alemania

Un hecho sencillo y público

Christoph Scholz

En el viaje a su tierra natal el Papa ha dado testimonio de la fe. En cada una de las etapas ha ido comunicando las verdades cristianas para alentar la alegría de ser cristianos y fortalecer la esperanza como una respuesta viva al nihilismo

«Alentar la alegría de ser cristianos y sobre todo fortalecer la esperanza», Benedicto XVI ha vuelto a su patria con este programa. El escepticismo, si no hostilidad, hacia el antiguo Prefecto de la Congregación para la doctrina de la Fe se desvaneció ya desde el primer encuentro con sus compatriotas, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia. Pero esta vez, al venir a Baviera, el Pontífice alemán no ha sido recibido con entusiasmo juvenil sino con alegría y conmoción sinceras, junto con cierta sensación contenida de orgullo.
El clima de Alemania ha cambiado. Es cierto que los nuevos Estados federales se sitúan entre los países menos religiosos del mundo; sin embargo, en algunos sectores de la sociedad se percibe un nuevo interés, sin ideas preconcebidas, por el mensaje cristiano, un interés procedente tanto de los jóvenes como de los intelectuales. Incluso los medios de comunicación de izquierdas admiten la importancia de las enseñanzas de Ratzinger –sobre todo por lo que respecta a las relaciones entre razón y fe. Esta apertura se debe en gran parte al contenido fundamental de su anuncio: la fe no es un «conjunto de prohibiciones, sino una elección positiva».
Liturgia y razón, piedad popular y doctrina teológica se han mostrado como una unidad viviente: la oración mariana en Altötting y la brillantez intelectual de la conferencia en la universidad de Ratisbona.
Más de un millón de personas han podido ver al Papa en las misas y en los demás actos; se ha producido un encuentro más cercano de lo que podría deducirse de los reportajes televisivos que mostraban a una multitud agitando banderitas.

Alemania, tierra de misión
Es verdad que en Munich Baviera se ha homenajeado a sí misma, incluso en el aspecto político: estaba llena de banderas blancas y azules como el cielo. Pero el Papa no ha venido de vacaciones por nostalgia de su patria. Ha venido como pastor bueno, amable, que reza, anima y exhorta. La parte privada del viaje a su patria bávara ha resultado ejemplarizante debido a su carácter público. Benedicto XVI ha dado una catequesis de lo que es la vida interior, de cómo la unidad a la hora de comprender el universo nace sólo de Dios y, por ello, es verdaderamente humana.
Humilde por la manera en que se propone, apoyando el mensaje tanto en gestos como en palabras. Cada etapa ha constituido una explicación de las verdades cristianas fundamentales. Por ejemplo, en la misa de Munich lamentó el hecho de que muchos se hayan vuelto sordos a la llamada de Dios. «Nuestros sentidos interiores corren el peligro de atrofiarse»; en otras palabras, el sentido religioso del hombre se ve sofocado por oleadas continuas de distracciones. Y exhortó a la iglesia local más rica de la Tierra, muy comprometida en la acción social en el Tercer Mundo, a no olvidar el auténtico origen de la caridad: el buen Dios. Lo hizo utilizando las palabras de los obispos africanos y asiáticos, lo cual muestra de qué manera se ha alterado el equilibrio: Alemania se ha convertido en gran parte en tierra de misión, y no pocas parroquias están asistidas por religiosos de raza negra.

El encuentro con los niños
Doscientas cincuenta mil personas –entre ellas un centenar pertenecían a CL– se reunieron para celebrar la Misa en Munich, bajo un resplandeciente cielo azul.
Durante el encuentro con los niños de Primera Comunión en la catedral de Munich, Benedicto XVI invitó a los padres a rezar con sus hijos «en la mesa y antes de irse a dormir» y a asistir a la misa dominical, cosa que hace que la vida sea más bella, dándole unidad. Signos y gestos que dejan más huella que cualquier discurso moral. La fe no es un retiro piadoso a la vida privada, sino un acto sencillo y público. En este sentido ha ido su mensaje.
La personalidad cristiana está hecha de lugares, personas, circunstancias, encuentros y amistades. Para Ratzinger, Altötting es un lugar fundamental, el santuario mariano más importante de Alemania y «corazón católico de Baviera». Allí pudimos tener experiencia de la Iglesia como «comunidad que nos guía con amor maternal» y también aprendimos a rezar a la Madre de Dios. Posteriormente, el Papa se dirigió a Marktl am Inn, donde nació el 16 de abril de 1927, tercer hijo del gendarme Joseph Ratzinger, y donde fue bautizado con el nombre de Joseph Aloisius. A pesar del cansancio del viaje, este pontífice de 79 años parecía en estos días movido por una gozosa gratitud hacia estos lugares que han sido para él signo de la atención amorosa de Dios hacia su vida: Ratisbona, donde fue profesor titular de la universidad entre 1969 y 1977; Pentlingen, en cuyo registro figura todavía como ciudadano alemán, y por fin Freising, en cuyo Seminario ingresó en 1946 y donde recibió el orden sacerdotal en 1951. En la catedral de esta ciudad, dejó a un lado durante un rato el discurso que tenía preparado para hablar directamente, recordando que la ordenación sacerdotal es «la inserción en la comunidad de los amigos de Jesús, llamados a estar con él y a anunciar su mensaje».
El viaje ha supuesto una respuesta concreta al nihilismo postmoderno, al vacío, espiritual y físico, en el que el hombre se aísla para perderse a sí mismo, una alternativa a la “dictadura del relativismo”.

Llamada al diálogo
El Frankfurter Allgemeine Zeitung ha resumido las homilías y las intervenciones del Papa en una frase: «Una defensa de Occidente, incluso contra sí mismo». El Papa ha proclamado que las demás culturas no se ven amenazadas por la fe cristiana, sino por el cinismo, que considera la mofa de lo sagrado un derecho de la libertad: «Se asustan ante un tipo de razón que excluye totalmente a Dios de la visión del hombre, considerando que ésta es la forma más sublime de la razón».
Pero el aprecio por la búsqueda de la razón humana en el cristianismo y su relación con la fe ha sido subrayado por Benedicto XVI también como diferencia sustancial con el islam. Ha llamado la atención sobre la patología de una imagen de Dios y de una religión que se apartan de toda razón. Es dramáticamente irónico que sea precisamente su rechazo a cualquier tipo de violencia de origen religioso y su llamada al diálogo lo que ha sido acogido con hostilidad, con odio y violencia ciega por musulmanes más o menos fanáticos. Y sin embargo, como ha explicado el Papa, no hay otra alternativa más que el diálogo con las religiones y las culturas. No relativizando las propias posiciones o mediante encuentros multireligiosos, sino basándose en la razón y en la certeza de que «sabemos quién es Dios por medio de Jesucristo, por medio del único que es Dios. Por medio de él entramos en contacto con Dios».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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