Va al contenido

Huellas N.11, Diciembre 2009

BREVES

Cartas

A cargo de Carmen Giussani

UNA SIMPLE EUCARISTÍA
Hoy he llorado mucho en la Eucaristía. No es un tipo de sentimentalismo, no es que esté especialmente sensible. Antes no me pasaba, pero ahora es como si Cristo me viera, me tocara, me acariciara con su dulce mirada y con sus manos en mi cara me dijera: «Tranquila, estoy contigo, tu vida es hermosa, no te entristezcas pensando que no lo haces bien. Tu vida es hermosa». Siempre me ha faltado la conciencia de que mi vida era hermosa, hasta ahora. Tengo una conciencia tremenda de lo mal que lo he pasado y de cómo el Señor me ha cuidado. La confusión que siempre me ha llevado a no tener claras muchas cuestiones de fe, se ha desvanecido. Puedo decir que mi vida es hermosa, a pesar de todo y precisamente con todo lo que he vivido. Cuando pienso en algo que hago mal, tengo una conciencia clara de ello y a pesar de todo estoy alegre de que el Señor esté conmigo. Hoy he tenido presente toda mi vida ofrecida en la Eucaristía: a mis hijos, a mi marido, mi dolor, mis cicatrices, a mi hermana recuperándose del cáncer, mi traducción lenta de MacIntyre, a D. Javier y toda la belleza que transmite del mundo, mis ojos pequeños y enamorados de todo lo que está sucediendo... ¿Cómo es posible que pueda sentir una alegría tan intensa, que no es pasajera, que me sienta a gusto con mi casa, con la ciudad, con el colegio de los niños, con el trabajo? ¿Cómo, yo que me lamento tanto, puedo reconocer que mi vida es buena? ¿Cómo es posible que haya sabido enterrar tan bien las heridas, hacer que no duelan, y que no me sienta culpable por ello? ¿Qué es esta alegría intensa y fuerte que hasta me asusta reconocer, a mí, incrédula y pesimista de nacimiento, negativa y defensora de la sospecha desde siempre? Quizás deba decir, con los dientes apretados y mordiendo mi orgullo, que he sufrido, ahora y no antes, lo que me parece que es una conversión. Durante años me he esforzado mucho, pero esto no me ha servido para responder al deseo de vivir de otra manera. Ese deseo lo ha cumplido Otro, lo cumple diariamente. Por ello el deseo interior de besar el cáliz que me da la vida es cada vez más irreprimible. Necesito esconderme para hacerlo, me encierro en la habitación para mirar el Cristo de Congdon con lágrimas en los ojos, rezo cuando voy en la moto, cuando estoy en el servicio, cuando voy a comprar al Mercadona, incluso cuando estoy tumbada viendo la tele... necesito gritar que el Señor existe, que está presente. ¿Cómo es posible que no lo vean tantos jóvenes? Yo he sido como vosotros, tan rebelde, atea y new age como cualquiera de vosotros. Pero el Señor me ha dado señales claras, me ha salvado, me da la vida cada minuto, cada segundo, me ha dado todo lo que soy. También la belleza infinita de unas lágrimas insignificantes y sin embargo tan poderosas como éstas que derramo, sin comprenderlo del todo, en una simple Eucaristía, que por simple, lo es Todo.
Feli, Granada (España)

OMAR
Hace tres años conocimos a Omar, un adolescente de 15 años, durante la caritativa en la casa de las Hermanas de la Caridad. En esa fecha a Omar le fue diagnosticado un tumor maligno en el hígado, sin posibilidades de cura o mejoría. Estuvo más de dos años recibiendo quimioterapia y las respuestas al tratamiento fueron excepcionales, el milagro se hacía evidente; él siempre estaba contento aceptando todo lo que se le indicaba, hizo su confirmación, viaje de promoción, proyectos e ingresó a una de las mejores universidades de Lima, alternando sus tratamientos con los estudios. En algunas ocasiones decía: «Quiero estar sereno para que mis padres y hermanos no se asusten y no sufran demasiado por mí». Sus padres, Jorge y Carmencomenzaron a ir a la Escuela de comunidad con disponibilidad y sencillez, abandonándose a aquello que don Julián Carrón nos indica. La enfermedad fue avanzando, hasta que llegó la noche de la partida de Omar. En esos momentos, su padre nos dijo: «Yo he aprendido más en estos 2 años de Omar de lo yo le pueda haberle enseñado en los 17 años de su vida». ¡Qué conmoción aquella noche entrar en su cuarto, poquísimos minutos después de su muerte, y ver que a su costado, en la cabecera de su cama, estaba la imagen de Don Giussani y del afiche de Pascua del 2007, año en el cual Omar ha conocido el Movimiento! Fue la extrema ternura de Jesús para hacernos entender como Omar es Suyo. En el funeral cientos de jóvenes rezaban y agradecían a Omar por hechos que ni sus padres conocían. Fue una verdadera peregrinación. Jorge, de camino al cementerio, nos dijo: «Han sido dos días muy bellos porque, en medio del dolor, hemos conocido más a nuestro hijo. Los hijos quieren ser como sus padres, pero yo he aprendido de ti, Omar, durante todo este tiempo y quiero ser como tú».
Silvia, Lima (Perú)

CONTRA EL ABURRIMIENTO
Soy profesor de Formación Profesional en un colegio Salesiano desde hace 8 años. Este último año algunos alumnos se vienen a jugar al fútbol los martes por la noche, y han surgido unas relaciones inesperadas. Uno de ellos, durante una clase, se me acercó para decirme que se aburría. Yo pensé que era en referencia a la asignatura, pero él me confesó que se refería a la vida. Me comentó: «No sé si es que necesito una novia». Me quedé callado un momento, luego le expliqué que eso significaba que era un hombre normal y que la exigencia de su corazón no se llenaba con una novia. Le conté que yo comencé a no “aburrirme” cuando encontré a personas que vivían mejor que yo. Al hilo de esto, también quería contar que con motivo del escrito de CL sobre el aborto, algunos amigos me invitaron a proponérselo a los alumnos. Aprovechando el “buenos días”, un instrumento del que dispone la sección en la que trabajo (nos vemos todas las mañanas para que algún salesiano nos dirija unas palabras), pedí utilizar la mañana del viernes antes de la manifestación a favor de la vida. Vimos juntos un vídeo en el que se mostraba la evolución de un feto dentro del vientre de la madre hasta el momento del parto, y a partir de ahí incluí fotos de uno de mis hijos, desde que nació hasta la actualidad. Algunos reconocieron a mi hijo en las fotos. Luego les expliqué el manifiesto del movimiento y les lancé una pregunta: ¿para qué vale la vida? Pensé que con esto estaba “cubierto el expediente”, pero la realidad volvió a sorprenderme. Ese día, en todas las clases, se habló del tema. Cuando llegué a la sala de profesores, durante el recreo, también mis compañeros, impulsados por los alumnos, estaban comentándolo. Me llamó la atención que, a pesar de que muchos alumnos partían de posiciones ideológicas a la hora de defender sus posturas, todos reconocían como más adecuado la opción de una compañía verdadera a la hora de afrontar esa situación (les hablé de la Asociación Familias para la Acogida) y, sobre todo que, cuando el debate abordaba la pregunta lanzada, se veía en sus ojos el deseo de una vida plena.
Javier, Madrid (España)

LO QUE DURA PARA SIEMPRE
Querido Julián: La Escuela de comunidad de este tiempo sigue siendo una provocación muy grande para mí. Es un punto de inflexión, ya que si uno no hace un juicio, no hace experiencia y, por lo tanto, no crece. Hace unos días, hablando con una compañera de trabajo y al preguntarle “cómo estaba”, me contestó: «¡Cómo pasa el tiempo!». Y yo: «¿A favor o en contra?», «En contra, claro». Entonces le dije: «¿Hay algo en la vida que dure para siempre, algo a lo que valga la pena dar la vida entera? De no haberlo, la vida se pierde». Más tarde, me escribió un correo: «Lo único que dura para siempre es la muerte, eso si que es para siempre». Todo ello, además de sentir una gran ternura y piedad por ella, me provocó a ponerme otra vez, en primera persona, ante la cuestión de si verificamos que nuestra vida crece o no, si el tiempo es un aliado para la construcción y cumplimiento o todo lo contrario, llega a ser una tumba. Y para medir si crezco o no, ¡cuántas veces utilizo el baremo mundano o la coherencia! Así las cuentas no salen nunca, y si alguna vez logro algún éxito, que no son muchos, no me salvan la cotidianidad, no dan respuestas al drama de mi vida. En cambio, “la religiosidad, como dimensión de cualquier experiencia humana auténtica”, no zanja ninguna cuestión, más bien abre cada vez más la pregunta del corazón. Así me doy cuenta de Quién dependo de verdad. Esto vence realmente la confusión. Me doy cuenta de que crezco porque crece mi dependencia original: yo no soy fruto de lo que haga o no, del éxito que tenga o no, sino de saber a Quién pertenezco: a Alguien que, habiéndome amado, me ha dado un lugar donde una y otra vez se me perdona y se me devuelve la verdad de mi vida. La que dura para siempre.
Jorge, Coslada (España)

HECHOS EVIDENTES
Durante la caritativa con los niños del barrio de La Vega les hablé del Ícaro de Matisse y les dije que con el corazón podemos ser libres en cualquier lugar. Les enseñé también La Noche Estrellada y les conté que Van Gogh trataba de ver la belleza de la realidad, tanto que en una ocasión aguardó por varios días para pintar un atardecer y en otra se las arregló para diseñar un sombrero con velas para mirar la noche con algo de claridad y pintarla tal como la veía. Los niños estaban muy impresionados con ese cuadro y se esforzaron por colorearlo (no es un dibujo fácil), así que les tomó tiempo hacerlo. Además, Leo había acudido ese día con unos cantos, Lisbeth con una torta y yo con estos dos cuadros. Estas pequeñas cosas hicieron de esa clase algo muy bonito, con fondo instrumental, mientras los niños comían o dibujaban. Comprendí que la libertad y la belleza son hechos evidentes para todos y que, cuando ofrecemos a Cristo lo poco que tenemos, Él lo convierte en algo tan conmovedor, tan “perfecto” que sólo queda espacio para el agradecimiento.
Lewiss, Caracas (Venezuela)

LEOPARDI EN ANTAKALLO
El pasado 22 de noviembre, la caminata de unos 200 universitarios y 50 chicos de colegio por las montañas de Antakallo empezó con el rezo del Angelus. Luego, unos juegos llenos de ingenio e ironía. Llegados a la cima entre resbalones, caídas y aguacero de acompañamiento, decidimos colgar la banderola con los versos del poema A Aspasia de Leopardi, en un cerro que teníamos delante: «Rayo divino pareció en mi mente, mujer, tú hermosura». Estos versos nos ayudaron a contemplar la belleza del paisaje y a comprender que, si nos aguarda una meta que merece la pena, es preciso caminar hacia ella, caerse, retomar la senda, ayudarse para no detenernos antes de llegar al final. Estas cataratas, que se encuentran escondidas entre las montañas, son todo un símbolo de que la belleza de este mundo es signo de Dios. Pero para esto es necesario tener sensibilidad y humildad del corazón, desde el poeta más erudito a los chicos del colegio, y nosotros los universitarios, para darnos cuenta de la verdad de las cosas. De vuelta, la lluvia nos acompaño nuevamente, pero ahora de retorno, al ritmo de fiesta, de truenos alegres, que contagiaban de alegría a todos.
Yair, (Perú)

SEGUIR LO QUE ACONTECE
Durante una conversación a la salida de la Escuela de comunidad, mi marido, que tras su experiencia en el Meeting de Rimini ha decidido incorporarse a escuela, comentó: «En los pocos días que llevo asistiendo a Escuela, en el Meeting de Rimini, en los artículos de Julián Carrón en la revista Huellas me he topado siempre con la misma referencia al capitulo X de El sentido religioso. Lo he empezado a leer y encuentro en él un verdadero método que don Giussani nos propone para hacer el itinerario que conduce al significado último a través de la realidad, que conduce al reconocimiento del Misterio». En este punto de la conversación, preguntó: «¿Y vosotros lo habéis leído?». Las contestaciones fueron varias, todas distintas. ¡No me lo podía creer, mi marido hablándonos de la importancia que tiene el capítulo X para comprender la trayectoria de la experiencia humana! Sentí un deseo enorme de que lo que estaba ocurriendo permaneciera en el tiempo e invité a los que allí estábamos a venir a nuestra casa para seguir hablando de este tema. Todos aceptaron. Lo que estaba ocurriendo era algo excepcional: ¡mi marido participando de este encuentro y en primera persona! Esto era impensable en el mes de junio. Ayer nos reunimos a cenar en nuestra casa. La semana había sido intensa y el día agotador, lo que supuso un esfuerzo para preparar la cena. Sin esperarlo, recibí un mensaje de móvil de mi hija que decía: «Mamá la cena que tenéis es un milagro. Pon en Sus manos tu cansancio para que puedas disfrutar, Él es el que hace las cosas y por tanto quien las sostiene». Me di cuenta de ello y me puse a pedirlo. Durante la noche me sorprendió ver que mi cansancio había desaparecido. Pero lo más sorprendente de todo fue ver a mi marido, recién llegado al movimiento, con el libro en la mano explicándonos a todos, que llevamos ya algunos años, cómo viviendo la realidad se comprende y se conoce mejor uno mismo y su relación con el Misterio.
Lourdes, Tenerife (España)

GENTE EXTRAÑA
Un día, con bastante urgencia, necesitábamosun libro para un chico que está en el Hospital de Parapléjicos y le pedí a un amigo que si me lo podía proporcionar. Le llamé al día siguiente por si lo me lo había conseguido y me dijo: a lo largo de la tarde te lo llevo. Lo consiguió y me lo vino a traer. Pertenece a esa gente extraña, que va “así” por la vida, haciendo y poniendo lo mejor de sí mismo. Y pertenece a esa gente extraña porque le ha pasado lo que a Juan y a Andrés, que no sólo se quedaron una tarde con Jesús para ver qué hacía, dónde habitaba, cómo vivía, sino que ya le siguieron de por vida. ¿Cómo aprendieron los apóstoles a tener fe en aquel hombre? Siguiéndolo. Y lo siguieron en la compañía en la que el Señor, al llamarlos, los ha puesto. Los amigos para Lewis jugaron un papel crítico en su conversión, que también llama “la gran transición”. Lewis pensaba que era un disparate de marca mayor lo que habían hecho sus amigos de abandonar su cosmovisión materialista, y convertirse en lo que llamó “sobrenaturalistas completos”. Sentía que no había peligro de ser arrastrado como ellos. Y encontró a otros miembros de la Universidad a los que admiraba, entre ellos al profesor H.V. Dyton y al profesor J.R. Tolkien. Eran también creyentes y significaron una maravillosa compañía en la gran transición. Y dice que, de pronto, le parecía que esta extraña gente surgía por todas partes. Sí, porque rápida y sucesivamente, leyó la obra de Chesterton El hombre eterno, libro que le impresionó profundamente, como a todos los que lo hemos leído, y que dice que es el libro contemporáneo que más le ayudó. No sabía, dice él mismo, dónde se estaba metiendo un ateo acérrimo como él y con ningún deseo de dejar de serlo. De aquí ha venido mi reflexión sobre esta extraña gente, con los que Dios quiera que tengamos la dicha de encontrarnos en la vida, y, también, de que seamos capaces de reconocerla. Y sí, dice Lewis que, de pronto, a él le parecía que esta gente surgía por todas partes.
Carmen, Toledo (España)

TRABAJAR EXPERIMENTANDO LA ALEGRÍA
Con ocasión de la semana EncontrArte, quisimos proponer en la UCA la exposición “Con nuestras manos pero con tu fuerza”, sobre san Benito y la civilización de Europa. Fue una semana de encuentros con muchos amigos y algunos chicos de la Pastoral Universitaria que me encantó conocer. Más allá del cansancio que implica preparar los actos, montar los paneles, invitar a gente, estaba muy contenta. Y hasta encaré el estudio con mayor protagonismo. Tuvimos ocasión de conocer a gente que uno jamás hubiese pensado conocer, por ejemplo el profesor Bernardo que, al final de la presentación de la muestra, me pidió un Libro de las Horas y un disco con cantos gregorianos; o un chico que está terminando la carrera y que, después, quiso ver también la muestra “En busca de la libertad”. En el festival, el sí de cada chico que cantó o bailó, el sí de Liz y Mario que tocaron la guitarra clásica y de tantos rostros que hacían surgir la pregunta: ¿por qué estás acá?, ¿por qué estamos juntos? Ciertamente, el culmen de la semana fue el festival. Todos ganamos en protagonismo. Ver bajar a los chicos del escenario contentos y con ganas de recibir más invitaciones de nuestra parte me impresionó. Nuestras manos hicieron lo humanamente posible, pero fue Su fuerza la que potenció todos nuestros esfuerzos al hacernos experimentar la alegría de vivir frente a circunstancias críticas o que pueden parecer banales.
Laura, Asunción (Paraguay)

VIVIR NUESTRO BAUTISMO
A finales de agosto, comencé la lectura lenta (por el propio texto, claro) de los Ejercicios de vuestra Fraternidad. Todavía no he terminado porque con el trabajo me queda poco tiempo, pero cuando lo retomo es como iniciar de nuevo el camino de por qué soy cristiano. Cada día me doy cuenta que paso muchas cosas por alto, que tiendo a reducir la presencia de Dios a los ratos de capilla o al momento de rezar las laudes por la mañana. Cuando retomo los Ejercicios me quedo con la sensación de que no aprovecho todos los encuentros que el Señor me brinda a lo largo del día, ¡y son muchos! Sé que mi sitio en la Iglesia es el Camino Neocatecumenal, pero vuestra experiencia cristiana me despierta y me ayuda a asentar muchas cosas. Sobre todo, con vosotros estoy descubriendo mi pasión por la Iglesia que es tan rica y tan grande que acoge a todos los carismas que el Espíritu Santo le concede. Tengo una sensación parecida a la que tenía Santa Teresita al querer ser todos los carismas de la Iglesia. Sé que no puedo estar en todo, pero me alegra experimentar esto porque me indica que, en el fondo, tengo “sed” de vivir verdaderamente la grandeza de estar bautizado.
Chema

La abuela Ana
El día después de fallecer la abuela Ana su nieto José escribió estas líneas.

Estoy aquí, en Majazul, la casa de mis abuelos. Vine ayer con mamá y Javier, porque mi abuela ha muerto. Durante el viaje no paré de llorar y gritar, pensando en ella. No podía creer que ya no la iba a ver más. Me acordaba de los días que pasamos juntos en Mazarrón, en la barca, en la playa y en la torre, de los gormitis que me regalaba los viernes, cuando me recogía en el colegio, del día de los polvorones, de sus comidas ricas… ¡Era buenísima! Y no podía dejar de llorar. Cuando llegamos, el abuelo abrazó a mamá y luego a nosotros. Estaba temblando. Luego fuimos con él a su habitación, donde estaba la abuela muerta, en su cama. Yo sentía el corazón roto. Por la tarde fue la misa, en el jardín de Majazul. ¡Había muchísima gente! Y es que todos la querían. No me extraña, era muy buena. Todos decían que la abuela había encontrado su verdadero amor. Y es verdad. El abuelo me dijo una cosa que me entristeció: que sentía mucho no haber tenido a la abuela en sus brazos cuando murió, en el último momento. Yo le dije bajito: «Lo siento, abuelo, lo siento».

UNA ESCUELA PARA LA VIDA
Hace días, siete amigos fuimos de peregrinación a Santiago por la ruta del norte. Fue una verdadera escuela para la vida. Nos movía el deseo de “hacer la voluntad del Padre” y eso pedimos a lo largo del camino. El camino está lleno de momentos que requieren una atención particular y en los que la libertad de cada uno se pone en juego. Para avanzar, ¡qué necesaria es una compañía y una guía hacia la meta! ¡Qué importante es seguir a alguien que va por delante de ti! Es preciso obedecer y, paradójicamente, uno se va descubriendo a sí mismo a la luz de la palabra y del ejemplo de otro. El silencio nos permitió tomar conciencia de las cosas y ahondar en su significado. En estos días todos hemos reconocido la presencia del Señor. Las personas que nos hemos encontrado por el camino, nuestra amistad, el mar, el buen tiempo, el cansancio, las ampollas, todo ha sido ocasión para reconocer a Cristo. Cuando llegábamos a un albergue, ¡qué felicidad! La hora de la comida, todos juntos alrededor de la mesa con las viandas, ¡mejor imposible! ¿Qué será entonces contemplar la Gloria de Dios? En esta peregrinación ya hemos empezado a saborear sus primicias.
Un grupo de Aluche, Madrid (España)

IN MEMORIAM
JAVIER VELASCO YEREGUI
El pasado 18 de noviembre, la concatedral de La Redonda acogió el funeral y misa de Javier Velasco Yeregui, vicario general de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño desde el pasado 1 de septiembre. Había nacido en Logroño el 6 de julio de 1964. Fue ordenado sacerdote el 20 de octubre de 1990. Estaba graduado en Ciencias Bíblicas. Fue Director de la Casa de Santiago en Jerusalén en los últimos cuatro años, y corresponsal de ECCLESIA en Tierra Santa. Falleció el martes, 17 de noviembre, a los 45 años, tras haber sufrido un derrame cerebral.

«Desde 1992, Tierra Santa ha sido mi casa y mi Iglesia. Fui allí por motivos académicos y la verdad es que me he ido integrando en la vida eclesial –rica y compleja– en medio del Islam y el Judaísmo, y con el azote del conflicto judeo-palestino», así se expresaba Javier en una entrevista reciente.
En esa casa le conocimos y le damos gracias a Dios de corazón por ello. Fue durante una peregrinación a Tierra Santa con un grupo de matrimonios del Colegio jesuita del Recuerdo, de Madrid. Nos hizo de guía y enseguida descubrimos su extraordinaria personalidad. Alegre, cordial, apasionado y culto, nos sorprendió como una de estas raras personas que parecen recién salidas de las manos creadoras, personas que conservan la impronta original del Creador. Javier tenía una vitalidad que era como “agua viva”, agua que remite a Dios, la fuente de “agua que salta para la vida eterna”.
Durante la peregrinación, pudimos disfrutar su honda cultura que nos dispensó a manos llenas, sin perder jamás la sencillez y la capacidad de adecuarse a quienes le escuchábamos. Mostraba una sabiduría que sólo poseen los que unen a los estudios, los clásicos, la liturgia, la experiencia y el amor a las personas. Con Lucía y Carmen, las más pequeñas del grupo, sabía bromear con chispa y enseñarles lo que más vale. Con Elena y Puma mostraba una estima y un cariño que brillaban en su mirada. Se estableció enseguida con todo el grupo una corriente de libertad como viento que deja limpio el cielo. Con Antonio, otro sacerdote que también nos acompañaba, vivía una fraternidad manifiesta que yo no pude menos que pedir para cada uno de mis amigos sacerdotes. Me recordaba a Carras en cuanto a cocinero y a sabedor del don inconmensurable de la amistad.
¡Cuánto nos reímos! Tenía una sensibilidad especial para la poesía y el canto. Citaba de memoria joyas literarias e himnos litúrgicos. La Escritura salía de sus labios como reanimada. Pero lo más asombroso fue escucharle en Cafarnaún mientras revivía en primera persona el episodio del Santo Evangelio de la curación del paralítico: como don Gius recreaba la presencia de Jesús y su mirada hacia nosotros. Como don Gius, Javier ardía de pasión por Cristo, nuestro Destino humano, y eterno.
Un año después tuvimos la oportunidad de volver a disfrutar de su presencia en el bautizo de Teresita, el don más precioso que recibimos en aquella peregrinación. La sensibilidad de Javier por la belleza que reclama al cielo era tal, que interrumpía sus palabras durante la homilía para hacernos partícipes de la mirada azul y pura de la niña. Ahora, cada vez que los miramos, los ojos de Teresa nos recuerdan a Javier.
En la misa de funeral que celebró el obispo de Logroño, monseñor Omella, una oración recordaba lo más hermoso del sacerdocio: «Lo elegiste, Señor, para que fuese imagen de Cristo entre nosotros». Ojalá en este año sacerdotal podamos sondear este inefable misterio de la Encarnación.
Javier, tú nos has mostrado la simpatía arrolladora que tu Señor debió suscitar en quienes le encontraron en un ámbito familiar, de amistad y de compañía. Dios te lo pague como sólo Él sabe hacer. También nos mostraste la pasión por los hombres que movió los pasos de Jesús en nuestra tierra. Intercede, ahora, para que podamos participar de esta pasión, cada uno en el lugar asignado “por una sabiduría que, ¡Dios sea alabado por ello!, no es la nuestra”.
Carmen Giussani

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página