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Huellas N.8, Septiembre 2006

SOCIEDAD Economía / Compañía de las obras

Trabajo y obras. La pasión de Tom Sawyer

a cargo de C.G.

En la carpa de la Taberna Española planteamos a Giorgio Vittadini algunas preguntas sobre trabajo, obras y compañía, en nuestra sociedad. Proponemos los apuntes que tomamos en el encuentro

Solemos decir que la Compañía de las Obras expresa la dimensión adulta de nuestra experiencia de fe. ¿En qué sentido?
Cualquier persona de CL se ve acompañada en el recorrido que va de la experiencia a las obras. Madurar la capacidad de dar razones de lo que se hace afecta a todos los aspectos de la realidad. En una ocasión un amigo nuestro le preguntó a don Giussani si uno como él podía empeñarse a fondo en la empresa, con negocios que implicaban poder y dinero, o si corría algún peligro. La respuesta fue que tenía que hacerlo, pero con una condición. Cuando un árbol crece debe arraigar mejor, tener raíces más profundas para sostenerse, y lo importante cuando uno empieza a manejar dinero es pertenecer más a un ámbito de comunión para no acabar siendo como todos los demás. Quien gestiona más debe ser más religioso. La pregunta por el significado de lo que se hace es lo más querido. A más poder, más necesidad de Escuela de comunidad. Si no es así el árbol cae, pues te importa cada vez menos el corazón, los porqués. A más poder, más reflexión sobre el yo y sobre el propio corazón. Para crear y sostener las obras necesitamos ir más al fondo de CL. Antaño hubo reyes santos. Si en tu entorno hay alguien que tiene una necesidad, tú (tú o el presidente de EEUU, cualquiera) te paras ante él, lo ves, sólo porque tú también tienes la misma necesidad. Y así se empieza a vivir la caridad. La caridad no puede sustituirse por la política. Sin una visión religiosa no ves al otro, ves únicamente números, análisis, cálculos económicos. Y si no ves a la persona, no sabes cómo responder inteligentemente a sus necesidades.
Don Gnocchi contaba cómo empezó su inmensa obra de asistencia a los mutilados, tras la Segunda Guerra Mundial. Un día se encontró a un niño mutilado de guerra y, estremecido por su sufrimiento, le preguntó: «Cuando sufres, ¿en qué piensas?»; «No lo sé», le contestó el niño. Comenzó su obra para ofrecer un significado a ese niño que sufría las consecuencias terribles de la guerra. Así, desde la caridad, desde el don gratuito de mí mismo a otro, nace una obra.
La política debe ayudar a este, y a ese otro, a los que responden con su empeño a las necesidades que encuentran. ¡Ojalá la política sirva a las obras! Porque cada uno en lo que hace expresa un corazón, un porqué. Don Giussani plasmó la relación entre la persona, su iniciativa y su responsabilidad, y el Estado en el lema “Más sociedad, menos Estado”.
Lo más importante es que el hombre que lleva a cabo la empresa se eduque continuamente en todo esto. Así la persona cobra una consistencia mayor. Y se hace más religiosa: «¡Pero mira qué grande es Dios en esto que estoy haciendo!». Con nuestras manos, pero con Tu fuerza.

En la sociedad española la tentación de ser reactivos es fuerte.
Cuando falta una experiencia verdaderamente humana es inevitable caer en la violencia, sobre todo si se hace política. El problema no es Zapatero, el problema es si vivimos una experiencia. Quien no tiene una experiencia que transmitir, no puede captar el valor de un colegio que nace por iniciativa de padres y profesores. Al contrario, se ve abogado a pensar así: «Hay que educar según dice el Estado». Si no existe educación en la experiencia, la acción política será siempre reactiva o violenta. El problema es la posición original del hombre y sólo esto permite luchar indefectiblemente y a la vez evitar la violencia.
En el libro que recoge los equipes del CLU de 1975 a 1978, De la utopía a la presencia, se describe cómo Giussani hizo con nosotros el recorrido hasta las obras, descubriendo los talentos que cada uno tenía. Es preciso ir al fondo de la propia humanidad y no tener prisa ni pretensiones. Hace falta centrarse en seguir el itinerario que se nos propone, desde el principio hasta el final. Hay que seguir a aquellos que más crecen porque siguen más fielmente. Nuestro problema prioritario no es de orden político; nosotros queremos que crezcan muchos hombres adultos capaces de crear obras y generar novedad. La política no salva al hombre. Si nos moviéramos en función de un objetivo político estaríamos ansiosos, pendientes siempre de los resultados. Sólo si nos dejamos educar continuamente no seremos reactivos. Debemos responder a aquel que nos llama, día tras día. Si respondemos a Cristo, somos libres. El cambio de la sociedad quizá tarde en llegar 400 años, pero esto no depende de nosotros.

En la exposición del Meeting sobre el monacato benedictino en Europa, me sorprende la afirmación de que las obras nacen de la belleza y el agradecimiento, no sólo de las necesidades.
Si no me conmuevo por tu destino, no me conmuevo por tu necesidad. Todo nace de una belleza. Don Gnocchi diría algo así: «Pienso en tu belleza, me conmuevo por lo que eres, movido a ello por el dolor que sufres». Si no es así, la necesidad me chantajea siempre, y nunca lograré estar en paz. Un amigo mío tiene dos niños con graves problemas de autismo y yo le digo a menudo: antes de nada, tienes que comunicarles la alegría por el hecho de que ellos existen, están. “¡Qué hermoso eres, siendo así!”, y a la vez le ayudas a ver cómo puede mejorar. Sin esto el niño quedará humillado por su necesidad. Por eso advertir la belleza humana es una forma de mirar a todos. Nuestros países antes eran pobres; en esa situación lo que primaba no era el ansia por salir de la pobreza, sino la gratitud por existir, por la vida. Entonces se daban las condiciones para trabajar por superar la pobreza. Se trabaja porque se ama la vida. En cambio, el ansia por eliminar las necesidades es una violencia que acaba con todo.

Soy empresario y a veces me cuesta vivir las relaciones de trabajo con este horizonte.
En primer lugar, el empresario es un hombre que necesita de la comunidad como cualquier otro. No se puede dar por descontado, en absoluto. Y, en segundo lugar, necesita confrontar su trabajo con otros, con quienes son más grandes, con quien ejerce una función de autoridad. Lo que haces es tuyo, es responsabilidad tuya, pero debes tener alguien con quien juzgarlo. Esta es la compañía de la CdO. Todos tenemos el pecado original y más cuando manejamos dinero. Por ejemplo, prometer una aportación de dinero antes de tenerlo es fácil; mucho más difícil es hacerlo cuando el dinero llega. Hay empresarios que hacen constar en los estatutos de sus empresas que parte del beneficio se destinará a ciertas obras sin ánimo de lucro: la cuestión es que alguien te recuerde lo que dijiste al empezar tu actividad. Todos estamos a caballo entre el santo y el miserable. En muchas ocasiones uno dice, «Está muy bien la compañía, muy bien, pero este juicio o esta decisión me la guardo para mí». Os cuento una anécdota de dos amigos que, al trabajar en el mismo sector, en lugar de hacerse competencia decidieron colaborar. Sin embargo, cuando uno de los dos fue a ver a un político para trabajar con la administración, vio que el otro salía de la misma oficina. Cada uno perseguía su interés sin contar con el otro. Cada cual, normalmente, vela sólo por sus intereses. Cuando le preguntaron a don Giussani un juicio sobre este episodio, contestó: «Empezad con haceros un poco menos de competencia. Hay que aprender a caminar juntos. Son necesarios el tiempo, la libertad y la prudencia para vivir la comunión entre nosotros». La caridad es un don conmovido de ti mismo, y necesitas alguien que te ayude a mirar el motivo por el que estás en el mundo y a recobrar siempre la mirada original. Lo que en el mundo no existe –y que es posible en la experiencia cristiana– es el perdón.
Siempre me acuerdo de las aventuras de Tom Sawyer. Un día fue castigado por una travesura y el maestro le mandó pintar una valla larguísima mientras sus compañeros de clase se iban a la playa. Cuando los compañeros, pasando delante de la valla, empezaron a tomarle el pelo, Tom le dio a la brocha con tanto ahínco y metodicidad que les dejó intrigados; entonces le empezaron a decir: «¿Puedo hacerlo yo también?», «No»; «¿Puedo ayudarte?», «No»; etc, etc. !Al final todos los chicos de su clase estaban pintando la valla y él se fue a la playa! Hace falta su pasión a la hora de pintar una valla. Entonces surge la pregunta en los otros: pero, ¿cómo es posible? Un antiguo profesor mío de los tiempos de la universidad, que goza de un reconocido prestigio internacional, conoció hace poco CL en la Universidad Bicocca y cuando está con nosotros es como un niño. Eso sí, esto ha sucedido 30 años después, pero se da cuando Dios quiere.

Campaña Tiempo de Educar en España. ¿Cómo seguir?
Habéis llevado a cabo iniciativas y actos públicos. Ahora se trata de vivirla personalmente en los distintos ambientes de vida y de trabajo, cada uno en el suyo. Por ejemplo, tomar iniciativa en la universidad a partir de la pregunta “¿Qué quiere decir para nosotros educar en nuestra facultad?”. Ahora es el momento de “inventar” iniciativas en nuestros ámbitos cotidianos. Si yo me pregunto sobre qué quiere decir educar, me doy cuenta de las lagunas que tengo, de que para educar tengo que cambiar. La campaña continúa si el método del Meeting se hace vuestro, el método del encuentro personal y de la apertura al otro.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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