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Huellas N.5, Mayo 2006

IGLESIA Islam

Libertad religiosa, una conquista todavía lejana

Giorgio Paolucci

El caso de Abdul Rahman, el afgano convertido al cristianismo y perseguido por ello por la sharia de su país. En la actualidad se halla en Italia como asilado político

El apóstata debe morir. Al ser culpable de haber abandonado el islam y de haber abrazado la religión cristiana, tendría que haber subido al patíbulo según lo que prevé la sharia, que sigue dictando leyes incluso en el Afganistán liberado del poder de los talibanes y guarnecido por la fuerza multinacional de la ONU. Y él, que rechazaba la etiqueta de héroe que le habían colgado los medios de comunicación occidentales, pronunciaba palabras escalofriantes: «Tengo plena conciencia de lo que he elegido. Si tengo que morir, moriré. Alguien, hace mucho tiempo, lo hizo por todos nosotros». Pero, como es sabido, no ha terminado así la cosa. Para salvar a Abdul Rahman se han alzado las voces de los países que tienen tropas en Kabul (Italia, EEUU, Alemania y Canadá), ejerciendo presión sobre el presidente afgano Karzai, a su vez en el punto de mira de los ulemas locales que habían instigado a la gente contra el apóstata. También la Santa Sede ha entrado en escena enviando una carta a Karzai en la que pedía, en nombre de la dignidad de la vida humana, el «respeto por la libertad de conciencia y de religión para toda persona».
En este momento, y tras haberle sido ofrecido asilo político, Rahman se encuentra en Italia, bajo protección y en un lugar secreto. Para soltarle sin ganarse la ira de los fundamentalistas islámicos, las autoridades afganas han tenido que inventarse defectos procesales y lanzar la hipótesis de enajenación mental, una condición que suspende la aplicación de la sharia, aunque sobre su cabeza sigue pesando una fatwa emitida por un grupo de ulemas que pide su muerte.

Salvado por la diplomacia extranjera
La vida de un convertido se ha salvado gracias a la movilización de la diplomacia y a la publicidad dada por los medios de comunicación al asunto. Pero su caso es sólo la punta de un gigantesco iceberg prácticamente desconocido para la mayoría: en el mundo miles de personas arriesgan su vida o sufren marginación por haber abandonado la comunidad islámica. El Corán no decreta la condena a muerte de los convertidos, aunque en 14 versículos se condena la apostasía de distintas maneras, previendo «un castigo muy doloroso en el otro mundo» o «en este mundo y en el otro» (sura de la Conversión IX, 74). Como sucede a menudo en la cultura musulmana, un aspecto de naturaleza religiosa es considerado delito por una ley del Estado y, bajo la ola del fundamentalismo que está invadiendo gran parte del mundo islámico, aumentan las interpretaciones restrictivas y liberticidas del texto sagrado y de la sunna, la tradición que se deriva de él.
El tratamiento reservado a la apostasía por los códices penales de los países islámicos va desde la pena de muerte, prevista en Arabia Saudí, Irán, Sudán, Afganistán, Mauritania, Yemen y Kuwait, o la cárcel (Argelia, Egipto y Marruecos), a distintas formas de discriminación en el ámbito del derecho familiar y sucesorio y en el ejercicio de los derechos civiles.

Pérdida de derechos
Son muchos los casos de convertidos que han perdido su trabajo, han sido privados de la tutela de los hijos (que deber ser educados islámicamente) o han sufrido el requisamiento de sus bienes. Si el Estado no hace nada, puede bastar la iniciativa de cualquier “celoso”: en muchos países cualquier ciudadano tiene el derecho de acudir a los tribunales para pedir el proceso contra un apóstata. Y no son raros los casos de grupos o de individuos que se consideran investidos del deber de hacer justicia privada por cuenta de Alá, hasta llegar al asesinato del “traidor”. Con frecuencia la acusación de apostasía se utiliza instrumentalmente para actuar contra intelectuales, escritores (es célebre el caso de Salman Rushdie, afectado por una fatwa emitida contra él por el ayatolá Khomeini), profesores y organizaciones humanitarias que luchan por una interpretación del Corán abierta a los valores de la modernidad y respetuosa de los derechos de la persona (posiciones estas que se van difundiendo por los países islámicos, pero que aún siguen siendo muy minoritarias).

Entre religión y política
Detrás de cada caso aparecen interrogantes radicales: ¿existe espacio para la libertad de conciencia en las sociedades musulmanas? ¿Es posible modificar la relación entre religión y política en los países islámicos, abriéndola a una perspectiva de laicidad? Junto a aquellos que consideran que la naturaleza misma del islam impide dar respuestas positivas a estas preguntas, hay quien pone de manifiesto el compromiso de los “liberales” que alzan con valentía su voz, pidiendo a Occidente que ayude al desarrollo y el conocimiento de sus posiciones, de modo que se produzca un contagio beneficioso en las sociedades musulmanas, sobre todo a nivel educativo. Es un desafío altamente arriesgado, pero es necesario asumirlo: no es un problema que tenga que ver únicamente con los fieles de una confesión religiosa, sino que –como testimonia la creciente difusión del virus fundamentalista– implica los destinos de toda la humanidad. Por eso la odisea del cristiano Rahman debe convertirse en la ocasión para un compromiso en el frente de la libertad religiosa y de los derechos humanos, un compromiso menos distraído y episódico que el mostrado durante estos años.



Paolucci Giorgio y Eid Camille
I cristiani venuti dall’islam
Los Cristianos que vienen del islam
(Está prevista la edición española en Encuentro)

Treinta historias de conversiones. Miles de personas procedentes de la tradición islámica se convierten cada año al cristianismo. Desafían leyes severas que ponen en riesgo su existencia, afrontan los riesgos de la cárcel o la hostilidad de las sociedades musulmanas que les consideran traidores a la que el Corán define como «la mejor comunidad que Dios haya donado a los hombres». En Italia viven cientos de convertidos, que han dejado sus países de origen en busca de una libertad religiosa negada o que se han sentido fascinados por Jesús siendo emigrantes. Muchos se ven obligados a una existencia semi clandestina por el temor a las amenazas o extorsiones, algunos han dejado a sus familias, que no comparten su elección, y otros viven todavía en condiciones normales. Los “neocristianos” de Italia constituyen un mundo prácticamente desconocido y escasamente investigado por los medios de comunicación, en los que en cambio son protagonistas a menudo aquellos que se han hecho musulmanes. Treinta historias de conversión son relatadas por Giorgio Paolucci y Camille Eid en el libro I cristiani venuti dall’islam (Los cristianos venidos del islam), con un prefacio de Samir Khalil Samir, que analiza el problema de la apostasía en el islam contemporáneo. La obra reúne también una amplia documentación sobre las legislaciones vigentes en el mundo musulmán en materia de libertad religiosa.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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