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Huellas N.5, Mayo 2006

IGLESIA Movimientos

Juan Pablo II. La amistad de Cristo

Del discurso de Juan Pablo II en el encuentro con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. Roma, 30 de mayo de 1998

Por su naturaleza, los carismas son comunicativos, y suscitan la «afinidad espiritual entre las personas» (cf. Christifideles laici, 24) y la amistad en Cristo, que da origen a los «movimientos».
En nuestro mundo, frecuentemente dominado por una cultura secularizada que fomenta y propone modelos de vida sin Dios, la fe de muchos es puesta a dura prueba y no pocas veces sofocada y apagada. Se siente, entonces, con urgencia la necesidad de un anuncio fuerte y de una sólida y profunda formación cristiana. ¡Cuánta necesidad existe hoy de personalidades cristianas maduras, conscientes de su identidad bautismal, de su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo! ¡Cuánta necesidad de comunidades cristianas vivas! Y aquí entran los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales: son la respuesta, suscitada por el Espíritu Santo, a este dramático desafío del fin del milenio. Vosotros sois esta respuesta providencial.
Los verdaderos carismas no pueden menos de tender al encuentro con Cristo en los sacramentos. Las realidades eclesiales a las que os habéis adherido os han ayudado a redescubrir vuestra vocación bautismal, a valorar los dones del Espíritu recibidos en la confirmación, a confiar en la misericordia de Dios en el sacramento de la reconciliación y a reconocer en la Eucaristía la fuente y el culmen de toda la vida cristiana. De la misma manera, gracias a esta fuerte experiencia eclesial, han nacido espléndidas familias cristianas abiertas a la vida, verdaderas iglesias domésticas; han surgido muchas vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida religiosa, así como nuevas formas de vida laical inspiradas en los consejos evangélicos. En los movimientos y en las nuevas comunidades habéis aprendido que la fe no es un discurso abstracto ni un vago sentimiento religioso, sino vida nueva en Cristo, suscitada por el Espíritu Santo.
Jesús dijo: «He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!» (Lc 12, 49).
Hoy, en este cenáculo de la plaza de San Pedro, se eleva una gran oración: «¡Ven Espíritu Santo! ¡Ven y renueva la faz de la tierra! ¡Ven con tus siete dones! ¡Ven, Espíritu de vida, Espíritu de verdad, Espíritu de comunión y de amor! La Iglesia y el mundo tienen necesidad de ti. ¡Ven, Espíritu Santo, y haz cada vez más fecundos los carismas que has concedido! Da nueva fuerza e impulso misionero a estos hijos e hijas tuyos aquí reunidos. Ensancha su corazón y reaviva su compromiso cristiano en el mundo. Hazlos mensajeros valientes del Evangelio, testigos de Jesucristo resucitado, Redentor y Salvador del hombre. Afianza su amor y su fidelidad a la Iglesia.
Hoy, desde esta plaza, Cristo os repite a cada uno: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15). Él cuenta con cada uno de vosotros. La Iglesia cuenta con vosotros. El Señor os asegura: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 10). Estoy con vosotros.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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