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Huellas N.5, Mayo 2006

CULTURA Dante en Milán

El Amor que mueve el sol y las demás estrellas

Franco Palmieri

En noviembre, junto a los amigos de la compañía teatral Elsinor, de la asociación Opera D’Arte y junto a cerca de 70 universitarios del círculo Skenè y de Centocanti, empezamos a estudiar cómo llevar la Comedia de Dante por las calles de Milán. El trabajo consistía en establecer una relación personal con estos versos, tratados como datos reales, con el fin de poder descubrir que para “ver” las palabras hace falta tan solo una cosa: el afecto (a la palabra). No teníamos que comprender a Dante. Es su genio el que comprende nuestra humanidad, y aunque no lo comprendamos podemos servirle. La propuesta era muy concreta: la lectura de un Canto delante de un espectador ocasional que pueda decir que sí o que no. La clave no es actuar, sino tener siempre presente que se está recitando delante de alguien. Esto estaba bastante claro y todos lo asumimos, pero, cuando a las once de la mañana del 31 de marzo en la plaza Cardona, en el centro de Milán, vi el entusiasmo de los técnicos de sonido y televisión que trabajaban para el evento y la curiosidad de los periodistas entre preguntas de los transeúntes, empecé a mirar lo que estaba sucediendo dejando de preocuparme de «cómo leer a Dante». A la una empieza el primer Canto. Al finalizar estalla un aplauso: podemos ir por las calles regalando poesía a los transeúntes. Les veo marcharse llenos de ilusión y curiosidad por lo que sucedería. Mientras estoy en la plaza Cardona, llegan las grabaciones de vídeo de los primeros diez Cantos del Infierno, y me encanta mirar a esos chicos en las estaciones de Metro que con toda sencillez se ponen a leer delante de cualquiera. Les conozco uno a uno y al verles en vídeo percibo algo diferente: aparecen fuertes, seguros, ciertos, serenos. A las tres y media me quedo libre, tras la puesta en escena del Purgatorio. Trato de llegar al centro para seguir en vivo algunos cantos; voy a San Ambrosio, a la plaza del Duomo, a vía Torino y la primera impresión se hace aún más viva: a través de la poesía sucede un encuentro real para muchos, una fiesta. Voy a tomar un café y me preparo para el Canto XXXIII del Paraíso. En el bar se habla de Dante, por las calles, cada uno cuenta algo. Llegamos a la plaza de San Carlos y nos quedamos pasmados de lo que ha sucedido durante cinco horas y media. Al llegar a «El Amor que mueve el sol y las demás estrellas», el fragor de un aplauso y después abrazos y más sorpresa. Tras meses de trabajo y seis horas de Divina Comedia, nos quedamos allí con Grazia, de Opera D’Arte, que ha aconsejado a los chicos en la parte creativa, y con Rossella, que se ha ocupado de las cuestiones organizativas y las relaciones exteriores junto a Gloria, Silvia y Mauro Berti, con Emanuela y Chiara de la oficina de prensa, con Ilaria, que ha trabajado en el vestuario y en los carteles, con Alberto y Damián, del estudio de imagen, con Stefano y con todas las personas que han hecho posible esta iniciativa. Son ya las siete y media de la tarde, y nos damos cuenta de que ha sucedido algo más, algo que no habíamos previsto. Nos hemos convertido por un momento en espectadores. Volviendo a casa en el tren miro con agradecimiento todos estos años, mi historia, los encuentros, los rostros y los maestros que han hecho posible este atrevimiento y me parece que todo acto profundamente humano es artístico porque está lleno de Otro. Sin este atrevimiento el arte sería sólo exhibicionismo. Lo que me queda es la percepción de mi humanidad herida por la belleza: creo que comunicarlo es un acto de caridad hacia cada hombre.



HIMNO A LA VIRGEN

Virgen madre, hija de tu hijo,
la más humilde y alta de las criaturas,
término fijo del consejo eterno.

Tú eres quien ennobleció tanto
la naturaleza humana, que su hacedor
no desdeñó hacerse su hechura.

En tu vientre prendió el Amor,
por cuyo calor, en la paz eterna,
así germinó esta flor.

Aquí eres llama meridiana de caridad
y abajo, entre los mortales,
eres fuente viva de esperanza.

Mujer, eres tan grande y tanto vales,
que quien desea una gracia y no recurre a ti
quiere que su deseo vuele sin alas.

Más tu benignidad no sólo socorre
a quien lo pide, sino que muchas veces,
liberalmente, a ese pedir precede.

En ti misericordia, en ti piedad,
en ti magnificencia, en ti se aúna
cuanto es bondad en la criatura.

(Dante, Paraíso, canto XXXIII, versos 1-21)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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