Algunos chicos de Madrid, Parla, Móstoles, Alcorcón, Barcelona, Cáceres y Logroño participaron en la celebración de la Semana Santa de GS en Rímini. Apuntes para no olvidar
Todo comenzó, como siempre, gracias a un amigo que nos invitó: «¿Queréis venir?». Y nosotros nos apuntamos.
8:00 h. Aeropuerto de Barajas
Unos cuantos bachilleres que nos íbamos de Ejercicios a Italia. La propuesta vino de Alessandro: ¡imposible negarse! Aterrizamos en Varese, allí nos recogieron algunos amigos italianos y nos llevaron a cenar a casa de una de ellos. Todavía con los nervios del viaje, la cena fue fantástica; italianos y españoles cenamos, cantamos y disfrutamos juntos.
Al entrar en la casa de Elena y ver el manifiesto de Pascua de 1988 pensé: «¡Estoy en mi casa!». Por la mañana, ante la tumba de san Carlos, celebramos misa y, ante la sorpresa de los que allí se encontraban, rezamos juntos el Angelus. Pero la cúspide del día llegó con la visita al Cementerio Monumental donde se encuentra la tumba de don Giussani. Es inexplicable el silencio que reinaba entre nosotros, tan sólo roto cuando rezamos un misterio del rosario, de rodillas y con humildad, la única forma de estar delante de alguien con tal humanidad, y le pedimos amar a Cristo como él lo amaba: «Hemos venido a hablar con nuestro padre».
Después de esto pasamos la tarde cada uno en su casa, preparándonos, había que descansar. ¡Iba a empezar lo mejor!
Jueves Santo: de Varese a Rímini
Los Ejercicios acababan de comenzar. Por la tarde nos fuimos al Auditorio de Rímini para escuchar la introducción, más bien una sacudida, porque esto fue lo que pasó. Don Giorgio Pontiggia nos despertó con sus palabras, que de una manera espectacular intercalaba con canciones que las recogían. La primera provocación fue: ¡Mejor tristes que desesperados! Si no fuera por la tristeza que le invade, ¿cómo podría el hombre darse cuenta de que está hecho para la felicidad?
Viernes Santo: lección y Vía Crucis en San Leo
Tuvimos un día estupendo. Durante el Vía Crucis por la tarde, todos los 7.500 mirábamos la Cruz. Cruz –nos explicó Pontiggia– es la palabra más misteriosa del Padre; es «Dios que se vuelve en contra de sí mismo», Dios muere porque nos ama a cada uno de nosotros. Hablando de la Cruz, resaltó la figura de la Virgen; nadie como ella entendía el sufrimiento de su hijo, el sí de Jesús al Padre fue posible por la sencillez de su sí, y concluyó diciéndonos que para entender al amor tenemos que mirar la Cruz. Entonces nos dimos cuenta de que nunca antes habíamos vivido los días previos a su pasión, muerte y resurrección tan intensamente.
Nunca olvidaré a Marta
El último día de los Ejercicios, nos habló Marta, una chica árabe cristiana que vive en Jerusalén. Ella nos transmitió con su testimonio todo el drama de su vida; ella quería huir de su dura realidad, huir de su persecución y, sin embargo, aprendió a vivir su vida de forma plena. Fue emocionante y nunca olvidaré sus palabras: «¡No tengáis miedo a decir a todos quiénes sois!».
Por la tarde del sábado llegamos a Varese de nuevo; fuimos a la preciosa Iglesia del Sacro Monte donde celebramos la misa de Pascua. ¡Cristo ha Resucitado! O, como diría Marta, ¡Verdaderamente Cristo ha Resucitado!
Ahora que estamos en España nace una pregunta en el corazón: «¿Y todo esto por qué se nos ha dado a nosotros?». ¿Por qué nos lo merecemos? No, sólo porque Él verdaderamente ha Resucitado.
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