Mensaje del cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano.
Vaticano, 20 de abril 2006
Reverendo Señor:
Con la apreciada carta del 6 de abril, y el correspondiente anexo, Usted, en nombre de esta Fraternidad, ha informado al Santo Padre acerca de los Ejercicios espirituales que tendrán lugar en Rímini del 28 al 30 de abril de 2006 y que serán predicados por Usted sobre el tema “Se vive por amor de algo que está sucediendo ahora”.
Agradecido por el atento pensamiento y por los sentimientos manifestados, Su Santidad desea que estos días de reflexión y de oración susciten un renovado compromiso de adhesión a Cristo y de fidelidad a la Iglesia y, mientras confía a María Santísima el buen resultado del encuentro, con afecto imparte a Usted, a aquellos que tomarán parte en la importante iniciativa espiritual y a toda la Fraternidad de Comunión y Liberación la implorada Bendición Apostólica.
Aprovecho la circunstancia para expresarle mi más distinguido respeto.
Suyo devotísimo en el Señor
Angelo cardenal Sodano, Secretario de Estado
Sábado 29 de abril. Celebró la misa monseñor Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos
Saludo introductorio
Queridos amigos: Un cordial saludo a todos vosotros que os habéis reunido en tan alto número para la cita anual de los Ejercicios espirituales de la Fraternidad. Al veros, mi pensamiento se dirige a todo el pueblo del movimiento de Comunión y Liberación esparcido en la actualidad por setenta países de los cinco continentes y que en estos días se une idealmente en este tiempo fuerte de recogimiento, de oración, de meditación: un encuentro intenso con el Señor que reanima el espíritu, regenera las fuerzas, vuelve a llenar de sentido nuestro camino. Saludo a don Julián Carrón, al cual estoy profundamente agradecido por el don de su amistad y por la generosa disponibilidad a colaborar con el Consejo Pontificio para los Laicos. Y saludo al profesor Giorgio Feliciani, vicepresidente de la Fraternidad y consultor fiel del Consejo para los Laicos, que se vale desde hace años de su preciosa autoridad.
Contento por la invitación a presidir esta celebración eucarística, mi presencia entre vosotros quiere ser signo del profundo vínculo que a través del Dicasterio que tengo el honor de presidir os une a la Sede de Pedro, y quiere ser expresión de esa afectuosa paternidad de los pastores de la Iglesia –como a menudo me decía don Giussani en relación con el movimiento.
Escribe san Juan, como escucharemos en breve: «Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros» (1Jn 1,8). Comenzamos, por tanto, nuestra celebración, poniéndonos en presencia de Dios en la verdad y reconociendo nuestros pecados. Con espíritu de arrepentimiento y de humildad digamos juntos: Yo confieso...
Homilía
1. El que hace Ejercicios espirituales entra en un tiempo distinto del normal –un tiempo sagrado, lleno de la presencia y de una particular cercanía de Dios. Los Ejercicios espirituales son un verdadero kairòs, el tiempo del paso del Señor que viene al encuentro de cada uno de nosotros personalmente. Son el tiempo en el que Cristo habla a nuestro corazón, de forma siempre nueva y cada vez más profunda, de las cosas más importantes para nuestra vida. A esta cita con el Señor cada uno de nosotros llega con el peso de muchos problemas e interrogantes que nos inquietan, porque solos no conseguimos darnos una respuesta. Uno en particular es objeto de vuestra meditación en estos días: «¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo?». Esta pregunta, que Eliot ha formulado con genial penetración, se propone con urgencia en nuestro mundo, un mundo dramática e irreflexivamente superficial, distraído, confuso. «¿Dónde está nuestra vida?», «¿Dónde está mi vida?». Hoy es necesario vigilar para no verse defraudados por nuestra propia vida; para no abandonar la propia identidad, la propia conciencia y libertad en manos de una cultura laicista y laicizante, de ideologías de distinto cuño, del dictado de las modas, de los opinion leader de turno. El riesgo es real y debemos ser conscientes. Los Ejercicios espirituales son, entonces, el tiempo para volver a tomar las riendas de la propia vida, de las propias elecciones ante Dios. Porque él es el verdadero garante de nuestra subjetividad, de nuestra libertad, de una vida plenamente lograda y feliz.
La necesidad de luz que cada uno de nosotros trae a la cita de los Ejercicios espirituales –necesidad de luz verdadera capaz de disipar todas las tinieblas de nuestra existencia–, es confortada por la tranquilizadora certeza que san Juan nos ha dado en la primera lectura: «Dios es luz sin tiniebla alguna [...] si vivimos en la luz [...] estamos unidos unos con otros» (1Jn 1,6). Los cristianos son llamados a vivir en el abrazo de esta luz, no como seres solitarios y aislados, sino en comunión con los demás, como pueblo, como Iglesia. En el tiempo de los Ejercicios espirituales el Señor nos invita, por tanto, a dejar penetrar de la luz de su palabra y de su amor cada ámbito de nuestra existencia, cada rincón, incluso los más recónditos y profundos. Y nos invita a una comunión más profunda con él y con los hermanos. Dios es luz. Esta luz es la que nos transforma y nos hace renacer verdaderamente, la luz por la cual podemos encontrar de nuevo la vida “que hemos perdido viviendo”... Un milagro que sucede en el sacramento: en la Reconciliación y en la Eucaristía...
2. Si caminamos verdaderamente a la luz –escribe san Juan– estamos en comunión unos con otros. Todos nosotros tenemos necesidad de esta compañía, y tenemos particular necesidad de la compañía de los santos, maestros de vida de los que aprender muchas cosas. Justamente hoy celebra la Iglesia la fiesta de santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia y patrona de Italia. Humilde terciaria dominica, Catalina influyó no solo en la vida de su país, sino en la vida de la Iglesia en una época oscura también para el papado. Punto de referencia y conciencia crítica para los pontífices y para los grandes de su tiempo, poderosamente presente en los avatares del mundo y de la Iglesia, Catalina fue una gran contemplativa a la que Dios introdujo en los abismos de su misterio. Escribe de su íntima experiencia del Misterio: «Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que busco cada vez más y más encuentro; y cuanto más encuentro, más crece la sed de buscarte. Tú eres insaciable; y el alma, saciándose en tu abismo, no se sacia, porque permanece en el hambre de ti, cada vez te ansía más, oh Trinidad eterna, deseando verte con la luz de tu luz. Yo he gustado y visto con la luz del intelecto en tu luz tu abismo, oh Trinidad eterna» (Diálogo de la Divina Providencia). Un extraordinario comentario místico a las palabras de Juan: «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1Jn 1,5). Como las vírgenes prudentes de la parábola evangélica, Catalina está llena de la sabiduría que viene de lo Alto y puede enseñar mucho a los hombres y mujeres del siglo veintiuno, afligidos por un activismo pernicioso por el cual pensamos que vivimos intensamente, y sin embargo perdemos la vida. A todos nosotros esta santa nos indica en la contemplación una dimensión indispensable de la vida del bautizado. La sensibilidad hacia lo efímero, típica de nuestro tiempo y de nuestra sociedad, contagia también a los cristianos y a menudo olvidamos que existe un único modo para “no perder la vida viviendo”, para no dejarnos despojar de lo que somos: vivir fuertemente anclados en Dios, injertados en él como los sarmientos en la vid, es decir, vivir como verdaderos contemplativos. Hoy se halla muy difundida una concepción de la contemplación que la identifica erróneamente con una huída de la realidad. No es así. Es justamente lo contrario: la contemplación del Misterio es luz que aclara las tinieblas y hace ver más y mejor; es por tanto el camino para volverse a encontrar como criaturas, como personas, como hijos de Dios, el camino para volver a encontrar la propia vida. «Póstrate ante él, que él es tu Señor» (Sal 45[44], 12), hemos repetido en el salmo responsorial. El hombre nunca es más él mismo y más grande que cuando se postra en contemplación ante el misterio fascinante de Dios. Porque justamente este acto de postración es lo que exalta su dignidad, lo que le hace sujeto verdadero de sus acciones, lo que le hace verdaderamente presente allí donde late la vida del mundo. Es un dato de hecho que experimento cada vez que visito el monasterio trapense de Vitorchiano, inmerso en la oración contemplativa y extraordinariamente presente en el corazón de la vida del mundo y de la Iglesia. Los Ejercicios espirituales son una ocasión privilegiada para descubrir de nuevo en la contemplación una dimensión central de nuestra vida cristiana. La contemplación no es un añadido facultativo o accesorio, sino gesto necesario para todo cristiano, ya sea laico, sacerdote o religioso. Todos somos llamados a convertirnos en “contemplativos en acción”. Vosotros que estáis aquí os habéis anclado en el misterio de Dios a través del movimiento. Un encuentro por el que habéis comprendido que sumergirse en Cristo es el camino para crecer en humanidad, para “ser más”, para ser cristianos más presentes y presentes de forma nueva en la vida de la Iglesia y en el mundo, para encontrar la vida que corremos el riesgo de perder...
3. Concluyo con una breve referencia al acontecimiento eclesial que nos espera en Roma en la vigilia de Pentecostés: el encuentro del Santo Padre con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. Como el siervo de Dios Juan Pablo II, el papa Benedicto XVI tiene gran afecto por estas nuevas realidades surgidas en la Iglesia, y en su programa pastoral para la Iglesia reserva un amplio espacio al gran signo de esperanza que representan los carismas que el Espíritu Santo tan generosamente concede a la Iglesia de nuestro tiempo. El próximo 3 de junio movimientos eclesiales y nuevas comunidades son invitados a dar un testimonio común de su amor a la Iglesia y de su fidelidad a su misión en el mundo. El Papa desea reunirse con vosotros, y será una nueva y preciosa ocasión para escuchar su palabra magistral, siempre incisiva y penetrante. Es una cita importante a la que no podemos faltar. Gracias por la generosa colaboración de la Fraternidad en la preparación de este evento. ¡Hasta la vista en la Plaza de San Pedro!
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón