Va al contenido

Huellas N.5, Mayo 2006

SOCIEDAD Tierra Santa / Entrevista al P. Pizzaballa

Carta desde Israel. Vivir y trabajar en Jerusalén

Filippo Landi

Publicamos la carta que hemos recibido de Filippo Landi, corresponsal de la RAI en Jerusalén

Queridos amigos: En las últimas semanas, desde aquí en Jerusalén, he leído y oído a menudo a periodistas y políticos que pretenden analizar fenómenos diferentes, agrupándolos de manera forzada dentro del llamado “problema islámico”. Así, a la llamada “guerra de los kamikazes” se ha añadido la “guerra de las manifestaciones islámicas” con el pretexto de las protestas contra las caricaturas blasfemas. Además se ha sabido que muchos cristianos están siendo atacados en todo el mundo por fanáticos musulmanes. Creo que no hay nada peor que ignorar los hechos o instrumentalizar algunos para fundamentar un análisis interesado. Un editorialista del Corriere della Sera llegó a pedir que se ponga “límite” a nuestra voluntad de ser tolerantes con los musulmanes. En otro periódico se han relacionado las violentas manifestaciones de Damasco y Beirut en contra de las caricaturas satíricas con la victoria de Hamas en las elecciones palestinas. No se trata de una imprecisión, sino de un verdadero abuso del sentido común. Porque, guste o no, sea sinceramente o por interés, los líderes de Hamas han asegurado el máximo respeto hacia los cristianos y sus instituciones, sobre todo las católicas de Gaza y de los Territorios palestinos.
Ha habido imprecisiones respecto a los hechos. Se han producido afirmaciones y comportamientos muy lamentables. Me ha llamado la atención cómo han reaccionado algunos (¿quizá demasiados?) a la dimisión del ministro Calderoli. Dimisión “justificada” por una cuestión de oportunidad: en definitiva, un ministro no puede hacer lo que sí puede hacer un ciudadano de a pie. Pero yo creo que tampoco a un ciudadano de a pie europeo se le puede permitir insultar a otro individuo para defender de manera errónea su propia libertad de opinión.
También me quedo perplejo ante la aprobación sin sombra de crítica por parte de los llamados “laicos cristianos” de los que invocan la “defensa” de los valores cristianos y liberales de nuestra civilización frente a las agresiones de los fanáticos musulmanes. No hay medida defensiva alguna capaz de restaurar en nuestra sociedad –en gran parte descristianizada– la “conciencia” de sus valores y su fe cristiana. Tampoco nos ayuda “eliminar” a los hombres y mujeres musulmanes transformándoles, de manera ideológica, en nuestros enemigos. Es cierto que hay que prestar atención y que cuesta mirar a la cara a nuestros interlocutores: a todos, ya sean laicos, cristianos o musulmanes. Sin embargo, lo más hermoso sigue siendo poder encontrarse con cualquier persona en virtud de su propia humanidad, que no es diferente de la nuestra, porque –como nos enseña don Giussani– todos compartimos el mismo deseo de felicidad y de verdad. Lo cual nos permite estar vivos y nos exige el esfuerzo de informarnos, conocer a la gente, condenar, si es necesario, o pedir perdón. Por ejemplo, ante la pretensión de que árabes y musulmanes no sean hombres y mujeres dignos de absoluto respeto.
Los peregrinos cristianos que acuden a Jerusalén saben que hay pocas ciudades en el mundo tan queridas para los cristianos como ésta. También saben, aunque a veces sin plena conciencia, que Jerusalén es la ciudad santa para los judíos. ¿Pero cuántos son conscientes de que Jerusalén es también ciudad santa para los musulmanes? Aún diría más, ¿cuántos peregrinos o cuántos cristianos no consideran a los árabes musulmanes extraños, habitantes de una ciudad en la que “obstaculizan” el camino de nuestro deambular entre las callejuelas de la ciudad vieja?
Concluyo recordando que mi hijo, primero en el Cairo, luego en Jerusalén, siempre ha ido a colegios católicos, en los que los niños musulmanes han sido mayoría. ¿Se acuerda alguien en Europa, siquiera entre los eclesiásticos, de que miles y miles de familias musulmanas, tanto en Egipto como en los Territorios palestinos, no han tenido ninguna reticencia a mandar a sus hijos a “nuestras” escuelas católicas? Pero entonces, ¿quiénes son estos musulmanes? ¿Y nosotros, quiénes somos? ¿Personas seguras de la fe cristiana que se nos ha transmitido, o gente atemorizada por los violentos, que cede al engaño de los ideólogos que quieren en nuestro nombre amordazar la realidad y a las personas?

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página