El dramático testimonio de John Waters, uno de los más acreditados periodistas irlandeses, “agnóstico dudoso” que en el libro de don Giussani vislumbra una respuesta
El 21 de febrero se presentó en Dublín el libro de Giussani, Educar es un riesgo, ante unas 200 personas y numerosas autoridades, entre ellas, el Nuncio apostólico, el embajador del Pakistán y algunos docentes universitarios. El acto se celebró en el centro de la ciudad, cerca del prestigioso Westin Hotel, irónicamente rodeado por las sedes de los principales periódicos irlandeses empeñados en un ataque para destruir la tradición y la autoridad de la Iglesia católica en la conciencia del pueblo. En un marco histórico en el que la Iglesia parece haber perdido su razón de ser a causa de estos ataques y también de numerosos escándalos que han alejado a muchos fieles y a la opinión pública, proponer la experiencia educativa de un sacerdote católico como solución posible para la crisis juvenil supuso una verdadera provocación. La primera sorpresa fue constatar el interés extremo que suscita el problema de la educación, y el hecho de que la mayoría se sienta completamente impotente para abordarlo.
Sinsentido / sentido
La primera intervención corrió a cargo de John Waters, uno de los más inteligentes y acreditados periodistas irlandeses, y también uno de los pocos a contracorriente con respecto a la mentalidad común. El suyo fue un testimonio conmovedor de su personal viaje hacia la fe y de cómo el libro de Giussani le ayuda en este recorrido. Waters hace un análisis social y personal de lo que ha ocurrido en Irlanda en los últimos cincuenta años. Es un “agnóstico dudoso” –así se define–, que en los últimos diez años está volviendo lentamente a la fe de su juventud. El abandono de la tradición en el que se educó se produjo a los veinte años y refleja lo que ocurrió entonces en la sociedad irlandesa. Lo que más le llama la atención del libro es que la educación tiene el valor inestimable de conducir a un joven a la certeza sobre el hecho de que las cosas tienen un sentido: en cambio, en él últimos veinte años, Waters señala una marcha hacia el progreso, el futuro, pero a la vez la fragmentación de nuestra vida en segmentos y compartimentos estancos y, en último término, una falta de sentido. Añade lo que considera el problema fundamental de nuestra sociedad: estamos huyendo de lo que consideramos el autoritarismo de la Iglesia católica, para poder construir una sociedad sin catolicismo, y creemos que no le echaremos en falta y que automáticamente en la sociedad aflorarán diferentes credos que se tolerarán unos a otros. Waters observa: «Esta es una idea insostenible y leyendo el libro de Giussani entiendo por qué»: la ilusión de que podemos alcanzar nuestro credo personal sin tener en cuenta la tradición lleva a la fragmentación y a la ausencia de sentido: hoy tenemos todo en nuestra sociedad pick and mix (toma y mezcla), pero nos falta el sentido, el pegamento para mantener unida la vida.
No excluir la posibilidad
Waters explica que en el proceso de rechazo de la tradición católica el lenguaje público y de los medios de comunicación ha excluido la posibilidad de hablar del sentido de la vida, de Dios, del horizonte de la experiencia humana. Hemos perdido la idea de la que nos habla don Giussani, de que el hombre es ante todo exigencia de sentido, belleza, justicia: la sociedad piensa que el individuo es una tabula rasa que se puede plasmar y perfeccionar utilizando la ideología correcta. La única respuesta adecuada al corazón humano que se ha presentado en el curso de la Historia es Jesucristo que se hizo hombre y vivió entre nosotros. Waters concluye: «Ahora me encuentro, a la edad de cincuenta años, repitiendo lo que me enseñaron de pequeño y me pregunto: “¿Será acaso verdad? ¿Verdaderamente puedo creer en él? ¿Qué relación tiene Cristo con todo lo que hay de equivocado en mi vida? ¿Puedo superar toda la rabia que me llevó a abandonar a la Iglesia?”: éste es reto que tengo delante ahora y en el libro de don Giussani vislumbro una respuesta; tengo que leer este libro más y más veces, porque allí está la respuesta. En este libro se explica la relación entre sentido, fe y el coraje necesario».
Seguidamente, Holly Peterson, investigadora universitaria y profesora en Sacramento (California), cuenta los resultados de su investigación para el Doctorado sobre el libro Educar es un riesgo. «En mis veinte años de enseñanza, he ido teniendo cada vez más claro que la tarea última de un educador es la de ayudar a los estudiantes a abrirse a la vida, a reflexionar sobre ella, a juzgarla, para llegar a entenderse a sí mismo y todas las relaciones que establecen, con la Historia y la historia cristiana, que tiene ya 2000 años... y todo ello mediante la enseñanza de mis asignaturas, Historia antigua y Religiones del mundo».
Giussani y Benedicto
El arzobispo Diarmuid Martin cerró el acto. Partió de la situación actual de la Iglesia irlandesa y se preguntó por qué hoy la generación entre los 15 y los 35 años parece estar completamente alejada del mensaje de Cristo que habla al corazón del hombre desde hace veinte siglos. La educación es la clave del problema. El arzobispo retoma los puntos principales de la pedagogía de Giussani e insiste sobre el hecho que la educación es un camino común entre estudiante y educador: «Lo que propone Giussani es exigente, es un recorrido que implica empeño y diálogo». Citando las tres experiencias negativas que derivan de la falta de implicación por parte del educador –indiferencia, tradicionalismo y hostilidad–, Martin puso de manifiesto la pertinencia de estas observaciones para la sociedad y la educación irlandesa. A continuación, indicó el método de Giussani como una extraordinaria expresión de su respeto por los jóvenes y de su confianza en que tengan la capacidad de contestar a los desafíos de la vida si encuentran a un verdadero educador. Insiste en dos palabras: riesgo y Misterio. Padres y educadores tienen que asumir el riesgo de desafiar la libertad de los chicos en lugar de ser temerosos a la hora de transmitir la fe. Educación en el reconocimiento del Misterio, porque nosotros nos descubrimos realmente sólo cuando encontramos el amor gratuito de Otro. A este propósito el arzobispo hace un paralelo entre el libro y la encíclica Deus caritas est de Benedicto XVI. Una clave del pensamiento de Giussani y de Benedicto XVI es subrayar la unión entre verdad y amor. La verdad se tiene que ofrecer con amor gratuito, como hizo Cristo con nosotros. «Este es el riesgo que tenemos que correr en nuestro viaje a la búsqueda del destino último».
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