Va al contenido

Huellas N.3, Marzo 2006

CL Don Giussani

Homenaje en Madrid. «Pienso que no podría vivir si no volviese a oírle hablar»

Javier Prades

El jueves 2 de marzo a las 20:30 horas en el Gran Anfiteatro del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid se celebró un homenaje a don Luigi Giussani en el primer aniversario de su fallecimiento. Ante un aforo abarrotado, intenso y conmovido, Javier Prades introdujo el acto recordando la presencia que «por haber guiado a las personas no hacia sí mismo, sino hacia Cristo» ha conquistado nuestros corazones para siempre.
A continuación se proyectó un breve video sobre la vocación y la obra de Giussani que dio paso al concierto del Trío n. 4 op. 90 Dumky del compositor checo Antonin Dvorak a cargo del Trío Artemisia. Publicamos el texto de la introducción


«Todos los días, yo soy / yo, pero ¡qué pocos días / yo soy yo!». En estos versos, Juan Ramón Jiménez ha sabido retratar nuestra condición de hombres. “Todos los días, yo soy yo”, porque por debajo de cualquier oscilación permanecen nuestras exigencias y evidencias elementales, como que vivir es algo bueno o que deseamos perdurar para siempre. Povera voce, una canción italiana muy entrañable para nosotros lo enseña: tutta la vita chiede l’eternità, perché la vita c’è (la vida entera pide la eternidad... porque la vida existe). Pero a la vez, “¡qué pocos días yo soy yo!”: nos come la distracción, el ansia de ser alguien, el sueño de mundos imaginarios. En esas ocasiones nos dejamos ir, conformándonos con que los días transcurran en nuestra ausencia. Sería irreal negar esa posibilidad sombría. Pero sería irracional desoír esta voz, casi secreta, que grita en nuestro corazón: ¡quiero ser yo! o lo que es lo mismo ¡quiero vivir! ¿Por qué nos damos cuenta de que podemos separarnos de nuestro yo? ¿Por qué sentimos la necesidad de decirlo, como quien proclama su esperanza más oculta, como quien lanza un grito de auxilio?
A semejanza del poeta, sin serlo, a semejanza de los jóvenes que empiezan a medirse con la vida, aunque ya no lo seamos, seguimos custodiando esas preguntas como el tejido más íntimo de nuestra humanidad. No comprenderíamos una vida sin ellas, resignados a hablar siempre del tiempo que ha hecho o que hará, o, como mucho, a interesarnos superficial y acaloradamente por algún episodio de la actualidad. Queremos comprender y abrazar la vida, la nuestra y la de nuestros amigos, la de nuestras familias, la de aquellos que preferimos y la de quienes no conocemos. Queremos entender y amar este mundo fascinante y enigmático, esta historia humana tantas veces desconcertante.

El eco de una sola Voz
Si lo pensamos un instante, estas preguntas han sido más bien respuestas, han adquirido forma dentro de un diálogo que viene de muy atrás, de nuestros primeros balbuceos, y en el que se funden muchas voces, como si fuese el eco de una sola Voz. Hoy estamos aquí por una de esas voces, una voz ronca y tierna, fatigada por el paso de los años pero nunca anodina, una voz que ha vuelto nuestras preguntas más afiladas y, a la vez, más amistosas.
En otros versos, Juan Ramón Jiménez evocaba así la presencia de su amada: «Hablaba de otro modo que nosotros todos, / de otras cosas, de aquí, más nunca dichas / antes que las dijera ella». Se me podrá conceder la licencia de mirar a la luz de estas palabras al hombre que nos ha convocado en este homenaje, a don Giussani. En efecto, hablaba de otro modo, tan diferente de lo que habíamos oído antes, que convertía en nuevas todas las cosas. Palabras tan bellas, a veces tan gastadas, como razón, libertad, afecto, educación, amistad, cultura, felicidad..., se han regenerado ante nuestros ojos, han cobrado un aliento vigoroso y nos han desvelado su misterio. Lo que dicen esas palabras existe y lo hemos conocido: su realidad ha entrado en el ámbito de nuestra experiencia. Ese diálogo nos ha producido una impresión de novedad tan irresistible que para seguir entendiendo la vida no nos ha quedado más remedio que empezar a utilizar y amar otras palabras imprevistas, aunque fueran las que ya sabíamos: encuentro, compañía, gracia, petición, milagro, redención, misericordia...

Nos amó primero
¡Y si fuera sólo recuperar el uso las palabras! Pocas cosas producen una dicha más grande como la de saber de lo que hablas, la de tocar con las manos lo que contienen las palabras grandes y bellas. Quizá lo único que supera esa plenitud del entendimiento sea el gozo de saberse amados. Si muchos de nosotros tenemos una deuda de gratitud con don Giussani es porque nos ha querido más de lo que podríamos devolver. Ese es, por otro lado, nuestro mayor patrimonio. Kierkegaard nos ayuda a entender esta paradoja con un aforismo brillante en el que dice: «¿No fuiste feliz cuándo no podías amar tanto como eras amado?». El filósofo danés no pone límites a nuestro amor, dice que por mucho que amemos, otro nos ha amado más, y cada vez que nos damos cuenta de ello, somos felices. La amistad que don Giussani ha entablado con nosotros era sobreabundante, como un derroche, y por eso ha hecho surgir lo que ni siquiera sospechábamos que teníamos. Nos ha persuadido con su simpatía y ha obtenido de nosotros lo que otros no han conseguido, lo que quizá nunca hubiera conseguido nadie. Basta pensarlo para que el corazón se ensanche de alegría. Sobre esa “querida alegría se funda toda virtud”, decía Dante, y sobre ella se funda hoy nuestra lucha cotidiana, nuestra tensión para dar con sencillez de corazón todo lo bueno y lo malo que nos sucede.

La humanidad del Señor
Don Giussani nos ha dirigido tenazmente una pregunta a lo largo de los años: «¿De qué te sirve ganar el mundo entero si te pierdes tú?». Nos ha sacudido una y otra vez de la indolencia y de la cortedad de miras; ha rescatado nuestro yo, para que siga siendo yo todos los días. Pero, aun más, a fuerza de ser insistente y amigable, un día advertimos que esa pregunta, que habíamos oído desde el principio y quizá no habíamos entendido, era real, es decir, nos la dirigía una persona, un Hombre vivo, muerto y resucitado, Cristo presente aquí y ahora, como el primer día. Entonces entendimos de verdad por qué don Giussani es nuestro amigo: porque no ha ligado nuestros corazones a él sino a Cristo. Nos ha transmitido una misteriosa fiebre de vida, que no nos da tregua, y que durará para siempre: la nostalgia de la presencia buena de Cristo, de quien don Gius repetía: «Pienso que no podría vivir si no volviese a oírle hablar». Ahora entendemos también por qué la humanidad de Giussani nos atrae y nos influye tanto: refleja para nosotros la humanidad del Señor. No podemos entonces sentirnos huérfanos, sino, por el contrario, más hijos que nunca, y en consecuencia hermanos de una misma familia, miembros del único pueblo de Dios que vemos crecer a nuestro alrededor de muchos modos desde el trabajo a la actividad caritativa, social o económica.

Una estima preferente
Esa misteriosa vibración por la vida y por la fe llegó a España a finales de los años 70. No es éste el momento para describir la larga relación de Giussani con España. Puede ser suficiente recordar cuántas visitas hizo, durante años, para conocer a pequeños grupos dispersos de simpatizantes o curiosos, y cómo guió los pasos del primer grupo de CL en nuestro país, y fomentó la amistad con el grupo de Nueva Tierra, que llevó a la fusión de ambos para dar lugar a nuestra realidad actual. Si algunas de sus intervenciones públicas en Madrid están en la memoria de todos, no fue menos espléndido en la atención que nos reservaba a cada uno personalmente, y que podríamos ejemplificar con tantos recuerdos de su estima preferente, en un cierto sentido única. Muchas veces nos ha llamado la atención la confianza casi desmedida con que ensalzaba el temperamento español y su horizonte universal. Ha querido contar siempre con la presencia de españoles en Milán, y hoy nos sentimos orgullosos de vernos representados en la figura de Julián Carrón, que él llamó a Italia –por medio del Papa Juan Pablo II– para que continuase su obra, al frente del Movimiento, como está haciendo con sencilla claridad y determinación desde entonces.

El horizonte del mundo
Así es más fácil comprender que nuestra historia forma parte de una gran historia, a la que sirven especialmente algunos amigos que nos han ensanchado el panorama del mundo, para servir a la misión de la Iglesia en Italia, Austria, Estados Unidos, Méjico o Perú, pasando por Honduras, Mozambique o el Líbano.
El acto de homenaje que celebramos hoy va a tener dos partes. Asistiremos en primer lugar a la proyección de un video con algunas escenas relevantes de la figura y la obra de don Giussani. A continuación escucharemos el trío Dumky del compositor checo Dvorak. Uno de los aspectos más atractivos de la pedagogía de don Gius ha sido el de hacernos descubrir la potencia afectiva de todas las expresiones humanas, desde la literatura a la caridad, desde la vida social a la política. Hoy queremos centrarnos en la música, porque gracias a su pasión por Schubert, Mozart, Beethoven, Dvorak o Rachmaninoff, estos maestros han empezado a ser compañeros de nuestro camino hacia el destino, abrazando nuestro corazón. La música de estos genios serena muchas veces nuestra inquietud, y envuelve de armonía y de espera nuestra vida. También por ello hoy expresamos nuestro homenaje de gratitud a Giussani.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página