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Huellas N.2, Febrero 2006

CL Australia

Guiños del destino a 20º latitud sur

Ricardo Piol

En torno a John Kinder, profesor universitario de lengua italiana en Perth, gravita una pequeña comunidad muy vital: un sacerdote, un abogado, un profesor, un ama de casa y unos pocos estudiantes. Es el fruto inesperado de una aventura que comenzó en solitario hace casi treinta años

Por una serie de extraños guiños del destino la primera comunidad de CL en Australia nació, más que fruto de la casualidad, como resultado de un trabajo tenaz y paciente, que empezó hace casi treinta años. Con el paso del tiempo, aquellos hechos, unos insignificantes, otros grandes, que antes parecían simples coincidencias, ahora se dirían pensados con inteligencia y con una gran dosis de ironía, que John atribuye directamente al Padre Eterno; para él «Dios tiene un sentido del humor muy inglés y una paciencia infinita».

Coincidencias
John enseña lengua y literatura italiana en la universidad de Western Australia. Tras esa forma de ser tan anglosajona resulta increíble que se esconda una vida como esas de las novelas por entregas en las que en cada capítulo sucede algo imprevisto. Antes de que conociera el movimiento (y a su mujer) y se convenciera de que «la experiencia de CL –como él cuenta– podía gustar a los australianos» fueron necesarias una serie de extrañas coincidencias que comenzaron a mediados de los años 70. En su universidad, en Nueva Zelanda, no había clases de español (que era lo que quería aprender), por eso se tuvo que conformar con un curso de italiano. Ese dato imprevisto fue tan sólo el primero. Tres años después se fue a Italia para ampliar estudios y allí conoció por casualidad a Antonio. John se instaló en la periferia de Milán y el primer domingo se acercó a la parroquia más cercana; a la salida de misa fue a dar con un joven del barrio: un manifiesto, la invitación a un encuentro…«Cada vez que nos vemos es como si hubiéramos estado juntos el día anterior». Pero ha llovido mucho desde entonces. Después de aquel domingo ocurrieron muchas más cosas y otros imprevistos. Sobre todo Silvia, con la que John se casó en 1980. Ironías del destino: ella, que había nacido en Milán y crecido en Londres, tuvo que esperar a un neozelandés de paso hacia Italia para conocer CL. Con él se fue al otro extremo del mundo. Primero a Nueva Zelanda, luego a Australia: Townsville, Adelaida y finalmente Perth.

Una comunidad “por azar”
«La relación con los amigos de Corvetto (un barrio de la periferia de Milán) –nos cuenta John– se convirtió en un punto de referencia, pero al principio nos parecía imposible que el movimiento pudiera prender en un lugar como Australia. Hizo falta una prueba muy dura para que los recuerdos y las amistades lejanas nos movieran hacia la realidad que nos rodeaba». La desaparición inesperada de un hermano de John fue el nuevo y dramático imprevisto que les mostró el camino. «Entonces me dije que, o la experiencia de CL tenía que ver con lo que había pasado, o era mejor ponerla en el baúl de los recuerdos». Así fue como en el ‘99 nació la pequeña comunidad de CL en Australia: con una breve nota que entregamos a nuestros amigos de Perth para invitarles a comentar un libro, El sentido religioso. «De aquello surgió un grupo de seis personas que, con los años, han atraído a amigos y conocidos de todo tipo. Mis hijos –sonríe John– dicen que somos la comunidad random (por azar)»: Gray, el abogado que se confesaba ateo, father Brian, el párroco de fe sólida heredada de la católica Irlanda, Ana, que es capaz de llegar al final de la Escuela de comunidad con una tarta o María, que siempre protesta pero nunca falta. Cuando hace dos años John conoció a don Giussani y le enseño la foto de la compañía de amigos de Perth, le oyó decir: «Es un nuevo inicio». Hoy John recuerda que «cuando empezamos tenía la preocupación por difundir su “mensaje”, pero gracias a Dios este afán fue sustituido por la alegría de vivir la amistad cada vez más profunda con los compañeros de camino que me iba encontrando», del pequeño grupo de Perth a la amistad con Rosy y con sus hijos que están en Sydney, cuya casa está siempre abierta para los amigos de CL que llegan de la lejana Italia o de Filipinas.

En el paraíso terrenal
Perth parece el paraíso terrenal: una ciudad en la que las calles llevan el nombre de los barcos que ganan la Copa América, todo, los parques, las casas, parece siempre tan ordenado. Un lugar en el que preguntarse sobre la felicidad y el sentido de las cosas parece casi fuera de lugar. Y sin embargo el padre Eugene, cuando conoció en el corazón de Perú a Ana y a Gray, que pasaban allí sus vacaciones, no les oyó hablar del paraíso de Perth sino de John y del pequeño grupo de amigos de CL, con tanto entusiasmo y de manera tan convincente que en cuanto llegó a su casa, en Paramus, New Jersey, escribió a John para enterarse de si existía algo parecido cerca de su casa en EEUU. La pregunta de este padre carmelita, que conocieron casualmente en los Andes, era la misma que la del neozelandés cuya dirección de correo era “revolucionininterrumpida”. Cómo llegaron a sus manos los textos de don Giussani continúa siendo un misterio, pero ahora le cuenta a John, vía correo electrónico, la revolución que supuso para su vida la lectura de los libros de este desconocido sacerdote italiano. Que no ha dejado de buscar la manera de irrumpir en la quietud de este inmenso rincón del mundo. Como le sucedió en Navidad a una señora que vive a las afueras de Melbourne. Fue suficiente una felicitación que le enviaron los amigos de Perth con la imagen de una Natividad de la tradición aborigen australiana. «Hace mucho que todos mis hermanos han dejado de ir a la Iglesia –John nos cuenta su inesperada llamada telefónica–; cuando recibí la tarjeta pensé: merece la pena seguir. Mándame quince» (ver anexo).

Dante, Leopardi y Giussani
Es una historia que continúa llena de pequeños y grandes imprevistos. Como la llegada inesperada a Melbourne de una pareja de italianos coincidiendo con el desembarco de un matrimonio sudanés que había conocido CL siendo refugiados en Egipto y había encontrado asilo, por casualidad, precisamente en Australia (ver box). O el caso de Joshua, un chico sencillo, con la cara limpia de un chaval de veinte años como tantos otros; no se podía imaginar lo que iba a descubrir al apuntarse al curso de lengua y literatura italiana. Clases sobre Dante y Leopardi que comunicaban algo inesperado, y ese profesor que de vez en cuando citaba también los libros de un italiano desconocido. «¿Por qué nadie me dijo antes estas cosas?». Más o menos así sonaba la pregunta de Joshua a John después de las clases, del trabajo sobre la tesis y de la lectura de los textos recomendados, escritos por un tal Luigi Giussani, que le habían entusiasmado.
«Yo no soy un misionero militante –dice John– pero cuando Josh me dijo que él y unos amigos suyos querían conocer mejor a don Giussani y CL, y que si yo estaba dispuesto a ayudarles, no pude más que decir que sí». Y así, en un bar, delante de la Universidad Western Australia, tres estudiantes y una profesora empezaron a quedar regularmente con John: la lectura de Huellas, los textos de las asambleas de responsables en La Thuile y discusiones sobre cualquier tema, sin esquemas. Hasta que se materializó una propuesta. Tras terminar la tesis, Johs pensaba ir a Italia para ver a unos parientes lejanos. Se iba en diciembre y a John se le ocurrió que en esa misma época tienen lugar en Rímini los Ejercicios espirituales de los universitarios, la enésima coincidencia. Josh organiza su viaje al otro extremo del mundo decidido a ir a Rímini, el resto ya se verá.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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