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Huellas N.10, Noviembre 2005

PRIMER PLANO Educación

Roma / Educar es un riesgo. El riesgo de educar a un pueblo

Alessandro Banfi

El pasado 19 de octubre se presentó en Roma la nueva edición Rizzoli del texto de don Giussani. En la intervención de Julián Carrón, la necesidad de una educación que corresponda a lo humano. Las dudas (y el vértigo) de Galli della Loggia. La certeza en Cesana. «Estimaba al hombre. Lo amaba»

Una tarde típica del octubre romano, húmedo pero sin frío, en el Instituto Agustiniano, a un paso de la columnata de San Pedro, se habla de educación. Se está presentando la última edición de Il rischio educativo, reimpreso hoy por Rizzoli en su forma original. La “noticia” saltó al final, cuando Giancarlo Cesana, respondiendo a la provocación de Ernesto Galli della Loggia, nos recordó cuál era el verdadero secreto del excepcional educador que fue don Luigi Giussani, autor del libro, que nos dejó hace ocho meses. Don Gius quería a los jóvenes que iba conociendo, les amaba de verdad, no de manera genérica o sentimental, sino de manera precisa, penetrante y dramática. «Estimaba la forma –nos dice Cesana– en la que el Misterio cristiano se manifiesta. Estimaba al hombre». En esto consiste «la genialidad del movimiento» de CL que don Giussani ha suscitado a lo largo de cincuenta años, añade Cesana, dejando abierto el final del debate a lo que el responsable del Centro Internacional, Jesús Carrascosa, anuncia como una “campaña cultural sobre la educación” en Italia y en el mundo.

Visión clara del mundo
Enseguida nos viene a la cabeza la preciosa introducción del libro que la editorial Rizzoli ha encomendado a Nikolaus Lobkiwicz, en la que el gran estudioso alemán dice, entre otras cosas, de don Giussani: «Nunca he conocido a nadie que tuviera una fe tan grande en la magnanimitas de los jóvenes». No se trata sólo de un sentimiento o una actitud psicológica, sino que es un juicio histórico preciso que implica una visión del mundo y de la historia. Se entiende bien con las palabras de Julián Carrón, presidente de la Fraternidad, que expone su pensamiento sobre la Iglesia y el mundo: «La Iglesia no puede dar por descontada la humanidad. Su posibilidad de ponerse de nuevo en marcha dependerá de su capacidad educativa, de la fascinación que sepa suscitar». ¿Y el reclamo al comportamiento, a los valores morales, a la ética? «Son todas cosas que en realidad no mueven el yo –responde Carrón–; un cristianismo reducido a valores, reducido a ética, no conmueve al hombre de hoy». La Iglesia hoy debe arriesgar en esta apuesta, tener en cuenta lo que el corazón del hombre espera, ese «corazón inflamado del que hablaba Cesare Pavese». Pero el problema de la educación de los jóvenes es también, y sobre todo, un problema del mundo. En este punto Carrón nos recuerda el juicio que expresó don Giussani después del terrible atentado de Nassiriya: «Si existiera una educación del pueblo, todos estarían mejor». Y explica: «Para hacerse hombres no basta con la naturaleza, el puro y simple desarrollo del ser vivo, sino que es necesario ese encuentro con el otro, lo que llamamos educación». Podéis despojarnos de todo pero no del derecho a educar.

Encendido debate
El testimonio enciende los corazones, pero el debate hace que fluyan las ideas y que se decanten, implicando al público y los ponentes en un encendido debate. A Ernesto Galli della Loggia, Decano de la facultad de Filosofía de la Universidad Vita-Salute San Rafael de Milán, comentarista de renombre del Corriere della Sera, le ha tocado ser el lector más crítico del libro de Giussani. Como profesor, Galli della Loggia parte de una cuestión que él mismo define como “filológica”, sosteniendo que el libro no es nuevo sino la reimpresión de un texto editado en una versión más amplia («Se trata de la reimpresión de la primera edición», como explicará Cesana). Y después va derecho al contenido. «Don Giussani –dice– tuvo la fuerza de volver a proponer el cristianismo como acontecimiento, la fe como participación en este acontecimiento y por lo tanto como algo que no se opone a la razón, sino más bien como algo profundamente racional». El intelectual («no soy pedagogo de profesión») dice que muchas de las afirmaciones de don Giussani sobre educación le han convencido. Según Galli della Loggia, para Giussani «la educación es la introducción a la realidad partiendo de determinados valores, aprender qué significado tiene la realidad». Antes de comprender la realidad se formula una hipótesis, el primer acto de la inteligencia está en proponer esa hipótesis. La libertad implica el riesgo de educar. Un planteamiento que, según Galli della Loggia acaba por entrar en polémica con toda la «pedagogía democrática». Fatalmente, subraya el estudioso, de la aparente espontaneidad, de la pretensión se pasa de hecho a la vacuidad, al sometimiento a lo que prevalece, incluso políticamente, en la sociedad.

Miedo al hombre nuevo
Sin embargo, Galli della Loggia confiesa que hay algo que le produce vértigo: hasta ahora ha ido siguiendo las lecciones del sacerdote milanés, pero aquí se detiene porque, como dice, teme esta frase: «el objetivo de la educación es hacer que nazca un hombre nuevo». Y otra que alaba «la genialidad natural de una escuela con un planteamiento ideológico claro», Galli della Loggia apostilla: en Milán, la escuela de Vía Quaranta (cf. Huellas octubre 2005, p. 33) también propone una educación orientada ideológicamente hacia determinados valores. Terminan de convencerle los pasajes en los que se habla de tradición, autoridad y comunidad. Le espanta, aunque no llegue a usar el término, el integrismo entendido como una “totalidad que puede llegar a ser totalitaria”. Otros sistemas e ideologías del pasado, liberticidas, también hablan de hombres nuevos. El esquema de Giussani, dice resumiendo Galli della Loggia, funciona «en una sociedad cristiana o en un sector cristiano inmerso en una lucha constante», pero «¿qué aplicación tiene en un sistema educativo nacional?». Galli della Loggia admite una contradicción: aprecia «el pensamiento fuerte» de Giussani pero todavía confía en el ideal de una «educación humanística europea» que se adapte mejor a la sociedad actual.

La máxima apertura
Cesana cierra el acto. Responde a la intervención de Galli della Loggia: «la aplicación concreta de la enseñanza educativa de Giussani es la existencia del movimiento de CL». Giussani conseguía comunicarse con los jóvenes (lo logra incluso estando muerto; basta ver lo que sucede en el Cementerio, junto a su tumba) porque apreciaba al que tenía delante. Sabía amar y por lo tanto corregir, consolar y animar. Su propuesta era someter todo a la verificación de la realidad. A propósito de lo que desconcierta a Galli della Loggia, Cesana replica: «La certeza de Jesucristo tiene que ver con la verdad como Misterio, como Destino, dos palabras que siempre usaba don Giussani. Precisamente para decir que la vida no es mía, no es nuestra. En cambio, la posesión de una verdad mía pequeña, relativa, es lo que me hace violento. Si la verdad no es mía, si no la poseo, la apertura es la máxima, igual que la tolerancia». Cincuenta años lo demuestran.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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