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Huellas N.10, Noviembre 2005

PRIMER PLANO Educación

Forum. Universitas vs Multiversitas

a cargo de Paola Ronconi

Muchas asignaturas, disciplinas e intereses. Hablar de “educación” parece ser una pérdida de tiempo. Y, sin embargo, la universidad, aún más que el colegio, puede ser el lugar donde se dé la relación entre educador y educando en virtud de un destino común. Huellas ofrece la intervención de tres profesores universitarios

Hemos invitado a tres profesores universitarios para comprender, a través de su experiencia, lo que significa “enseñar en la universidad” según lo aprendieron de don Giussani, para el que «educar es introducir a la realidad total». Educar es un riesgo es un texto que se refiere principalmente a la educación de adolescentes. Podría pensarse, por ello, que es útil sobre todo para la relación profesor /alumno en la etapa escolar. Sin embargo, el mismo Giussani dijo muchas veces que la educación entendida como introducción en la realidad total es un trabajo -el trabajo-, que acompaña toda la vida, de manera que los años de universidad pueden ser para un educador igualmente fascinantes. «Es el comienzo de un camino nuevo -dice don Giussani-. Ahora educador y educando son adultos: es el tiempo de esa compañía madura y fuerte que une a los que viven la misma experiencia en el mundo… el tiempo para trabajar juntos, codo con codo, por un destino que todos compartimos». En la mesa se encuentran Guido Tártara, profesor de Ingeniería de Telecomunicaciones en la Politécnica de Milán, Francesco Botturi, profesor de Antropología Filosófica en la Universidad Católica de Milán y Claudio Giorgi, profesor de Mecánica Racional en la Universidad de Brescia.

¿Qué significa en vuestra vida y en vuestro trabajo «educación como introducción en la realidad total»?
Tártara: Tratar en todo momento al estudiante como persona, es decir, relacionarme con él de persona a persona. Destaca cada vez más este punto, sobre todo ahora, cuando se está produciendo una transición en la universidad italiana, pues la figura del estudiante ha cambiado respecto al profesor. Con mucha frecuencia, cada vez más, me encuentro diciendo: «Hablemos de otra cosa que no sea el teorema X o Y», porque comprendo que el problema es otro, es decir, relacionarme con el estudiante en un plano que tenga que ver con su persona. Entonces puedo decirle algo que tenga que ver conmigo como persona, no sólo como ingeniero.

Botturi: Yo creo que la clave está en la relación personal. Ser conscientes de que la educación consiste en introducir en la realidad total implica saber, sobre todo hoy, que uno está a contracorriente, porque la situación cultural, la experiencia de las personas hoy va en sentido contrario: lo que domina es la descomposición de la experiencia. Es decir, lo normal no es vivir a la luz de un principio unificador. En las instituciones universitarias esta descomposición comporta una gran parcelación de los conocimientos, de las asignaturas y de las áreas, por eso se podría decir, no sin cierta audacia, que la universidad es una institución antieducativa, no es convergente, no es una universitas, sino una multiversitas, movida por una fuerza centrífuga: muchas materias, disciplinas, intereses y parcelas. Hoy es imprescindible tomar conciencia de esta situación si tenemos una preocupación educativa, ya sea por interés personal o por ser educadores. Y esto lo comprende el estudiante, comprende que no es aceptado dentro de esa parcelación. Introducir en la realidad es introducir en el significado.

¿Cómo ayudar al estudiante a encontrar esta unidad?
Botturi: Hay que insertar cualquier propuesta de trabajo (tanto particular como propia de la asignatura) dentro de un horizonte de significado más amplio. Provocar en el estudiante la pregunta por el significado y proponer una hipótesis. El estudiante es el primero que tiende a encasillar en su propio esquema todo lo que aprende. Hay que ayudarle a comprender que lo que estudia tiene que ver con su condición humana y con la búsqueda de significado que la caracteriza. También quien enseña una materia muy técnica debe hacer este trabajo. La trampa de un conocimiento tan fragmentado consiste en que rehuye insertarse en la hipótesis de un significado, en el mapa del significado, de manera que el conocimiento técnico se plantea en abstracto. La abstracción puede ser necesaria a la hora de analizar algún elemento, pero luego será necesario insertar todo en “el mapa de la memoria” donde residen las claves de interpretación que nos permiten emitir un juicio sobre la realidad.

¿Les resulta difícil a los estudiantes hacerlo? ¿Se trata de una necesidad original que cuesta hacer emerger?
Botturi: Generalmente sí, porque cuando cumplen veinte años, llevan veinte años de olvido. Veinte años de falta de educación. El deseo de descubrir un sentido a todos los aspectos de la vida está a flor de piel, pero no están acostumbrados a tenerlo en cuenta. No lo tienen educado.

Tártara: Con mis 67 años, me sorprende observar que el estudiante desconfía de que sea posible establecer una relación con él. Sólo piensa en que tiene que aprobar el examen, se concibe como un simple funcionario. Su única aspiración, aunque no lo diga explícitamente, es adquirir informaciones: «La relación no me interesa; los algoritmos sí, porque me sirven para aprobar el examen». Es una experiencia negativa que se da hoy en la universidad. Como si dijeran: «Querido profesor Tártara, sería muy interesante ir más allá, pero tengo que aprobar el examen». Evidentemente no les propongo cosas abstrusas, nada raro. Lo cierto es que entran en un clima educativo que les desanima a afrontar cualquier riesgo, cualquier aventura.

Giorgi: Yo enseño Mecánica Racional a ingenieros. Hasta hace dos años pensaba que lo que propone Giussani en Educar es un riesgo se refería a la adolescencia. Me parecía que el estudiante universitario llegaba ya formado, con una conciencia de sí mismo ya definida. Después, con la última reforma universitaria que establece el sistema de tres años básicos más dos de master, se produjo una especie de deflagración. Me encontré con muchos estudiantes de primero: 260 en un solo grupo. El primer impacto fue dramático: entraban y salían continuamente, comían, bebían, hablaban y leían el periódico. No sabía a qué recurrir para poder despertar su interés. Hablando con un amigo me dijo: «El arte de enseñar no reside en la capacidad de comunicar conocimientos, sino en lo único necesario: comunicar el sentido de la vida. No de forma generalizada, sino personal». Me pregunté durante un año entero qué quería decir con eso. ¡El significado no se puede explicar, no se puede hacer un “metadiscurso” de los modelos matemáticos! El punto del que partí es que existe una expectativa y una positividad. El valor de la persona que tienes delante es el punto de partida.

¿Qué quiere decir?
Giorgi: El primer día del curso siguiente empecé diciendo: «Vosotros tenéis una libertad que Dios os ha dado; podéis elegir quedaros en casa, sin que nadie os castigue, o venir aquí y acatar mis condiciones», y expuse cuáles eran esas condiciones, gracias a las cuales podrían llegar a comprender el sentido de lo que estudiábamos, la única manera de poder comprender cómo soy yo, cuál es mi postura. «No es que seáis maleducados, sino que no estáis educados. Nadie se ha preocupado por vosotros». Empecé por la educación más elemental. Muchos se quedaron y alguno se fue.
Incluso sin que yo les provocara, venían a hablarme de su situación, a lamentarse de la reforma, etc. Me di cuenta de que la manera de relacionarse había cambiado. El que está al otro lado percibe inmediatamente si lo que a ti te interesa son los contenidos, dar una explicación perfecta, o son ellos mismos, comunicarles lo que eres y lo que para ti tiene valor.

¿Qué significa para ustedes ser y tener un maestro?
Tártara: En realidad el razonamiento vale para todos, tanto para mí como para el estudiante o el colaborador: comunicación de sí mismo. La relación que se establece con la persona más adulta, llamémosle “maestro”, pasa por la manera que tiene de comprender el sentido del trabajo, por cuál es su horizonte. Recuerdo que cuando decidí quedarme en la universidad elegí una materia en lugar de otra no por la especificidad técnica de una determinada disciplina, sino porque me lo propusieron. Yo percibía que el interés del profesor con el que estaba, se dirigía hacia un conocimiento amplio, hacia el todo, que pasaba también a través de esa materia específica. También a mi edad la educación es un problema. Yo siempre estoy buscando un maestro. En esto coincidimos los estudiantes y yo.

Botturi: La crítica que se hizo antes de que se implantara la nueva organización universitaria era precisamente que no facilita las relaciones. Más bien lo que interesa es que sea una oferta de distintos servicios. En realidad transmitir conocimiento no es solo transmitir información, sino que debe establecerse una relación de tipo maestro-discípulo. ¿Cuál es la diferencia entre conocimiento e información? El conocimiento es creativo, es una manera de ordenar la información que permita comprender sus reglas y sus razones. Maestro es el que enseña (en-seña, es decir señala), indica a la inteligencia, y no el que aporta muchos datos.
Maestro es el que te ayuda a que te preguntes por las cosas, ayuda a que adquieras un método, evalúa los resultados, se responsabiliza de ellos y te acompaña en la corrección. El que hace esto es un maestro. La carga burocrático-administrativa que recae sobre nosotros resta espacio para estas relaciones. La universidad se ha metido de lleno en esta forma de gestión porque no busca las relaciones sino una multiplicidad de funciones.

Giorgi: Quien guía es alguien que te indica, pero hacerlo, ir hacia donde otro te indica es algo que cada uno debe hacer personalmente. Es lo que yo les pido a mis alumnos. Con mi hijo sucede lo mismo, todas las relaciones que educan son así.

Verdaderamente la educación conlleva el factor “riesgo”, porque el “discípulo” tiene libertad para irse…
Giorgi: Así es. La tentación, también con los hijos, es ser coercitivos, pero eso no funciona.
Uno de los mayores riesgos que tengo que asumir en mi trabajo es evaluar. Yo asumo este riesgo, aunque sé que es desproporcionado. ¿Cómo se puede decir a alguien que lo ha hecho bien o mal, o cómo decirle que lo deje porque esta disciplina no le va? Pero forma parte de la responsabilidad que se nos confía y del quererles de verdad.

Botturi: Recientemente he visto un anuncio en el que se puede leer: i am what i am (escrito así, con “i” minúscula). Esto describe muy bien la condición postmoderna: “soy lo que soy”, no necesito ninguna relación que me impulse a avanzar, soy lo que soy en el instante efímero y no formo parte de ninguna tradición. Se niega la premisa de que cada hombre debe “llegar a ser lo que uno es”, según la cual el otro, el maestro, tiene un papel fundamental. Hoy esto se niega. Pero si “soy lo que soy”, entonces soy como un animal, o, como dice Nietzsche, estoy encarcelado en el instante. La vida se vuelve infinitamente triste. Antiguamente la educación se movía dentro de esta dinámica entre lo que uno es en el instante y lo que llegará a ser; en cambio hoy hay que empezar por plantear esa dinámica, hemos dado un paso atrás: es necesario poner en marcha ese proceso de llegar a ser uno mismo, y no se puede hacer mediante un discurso (ahora os voy a contar en qué consiste vuestra estructura original); no, es necesario que haya alguien que viva esta desproporción y que brinde la posibilidad de ponerse en juego para que cada uno adquiera una personalidad propia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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