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Huellas N.9, Octubre 2005

PRIMER PLANO Educación

Libro. Don Giussani en un manual italiano de pedagogía

Giorgio Chiosso

Proponemos un fragmento del libro Teoría dell’educazione (Mondadori Universidad) del profesor Giorgio Chiosso, Catedrático de Historia de la Educación en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Turín. En las páginas que publicamos, tituladas “Sentido religioso y riesgo educativo” (pp. 126-128), el profesor Chiosso se ocupa de la «reflexión religioso-educativa de Luigi Giussani, una de las más recientes y explícitas reinterpretaciones de la educación cristiana.
El autor justifica la inclusión de la propuesta educativa de don Giussani en un texto universitario de pedagogía en la introducción al libro: «La elección de dedicar nuestra atención a las teorías educativas y formativas y no sólo a las pedagogías en sentido estricto, brota de la constatación de que, en la cultura contemporánea, el mapa del saber educativo se presenta con horizontes más amplios respecto al solo dominio pedagógico».


El sentido y la fuerza de la libertad del hombre se encuentran en el seno de la reflexión religioso-educativa de Luigi Giussani, una de las más recientes y explícitas reinterpretaciones de la educación cristiana como recorrido sapiencial. Educar al hombre significa ayudarle a experimentar una libertad no autosuficiente, es decir, que no termine en sí misma, sino que sea concebida como una oportunidad para entrar en el todo en el que estamos inmersos y que el hombre está llamado a identificar. El mundo sólo es, de hecho, un signo de una realidad más amplia y profunda: «La libertad no es la actividad que el hombre desarrolla tomándose a sí mismo como medida de todas las cosas, como espacio en el que ser dueño, sino que es una ventana abierta de par en par a una realidad que nunca termina de ser explorada, en la que la mirada penetra cada vez más». (Luigi Giussani, Il rischio educativo, SEI, 2005, p. 153).
La reflexión de Giussani, expresada en diversos textos (en particular, en los volúmenes fundamentales sobre el sentido religioso), se desenvuelve en torno a un doble centro de gravedad que el sacerdote milanés recoge de la tradición apologética cristiana, reinterpretando todo a la luz de los desafíos de la indiferencia de la cultura contemporánea: el cultivo del sentido religioso y el desafío / aceptación del riesgo implícito en el ejercicio de la libertad y la voluntad.
Todo hombre, por el hecho mismo de existir, afirma en su vida, incluso de forma inconsciente, un significado por el que vale la pena vivir. Esto es el “sentido religioso” inherente a toda experiencia humana: es la condición misma del hombre la que pone en marcha los interrogantes últimos sobre el significado. La razón, si es fiel a su dinamismo original de apertura a la totalidad, reconoce la existencia de este nivel último y misterioso de la realidad. El sentido religioso es, por tanto, una experiencia común, pero el hombre no suele tener el coraje de ejercitar hasta el fondo su libertad, y antes que aceptar el límite del Misterio, presume de estar en condiciones de encontrar por sí solo todas las respuestas necesarias para dar sentido a la vida. En la pretendida autonomía del hombre «La intuición de nuestra relación con el misterio se corrompe cuando se convierte en presunción» (L. Giussani, El sentido religioso, Madrid, Encuentro, 1998, p. 201). Si el sentido religioso es tan común y las respuestas humanas son en general tan insatisfactorias, ¿por qué –se pregunta Giussani- los hombres tienen tanta dificultad en identificar en la existencia del Misterio la existencia de Dios, es decir, del significado que está “más allá del hombre”? La respuesta es sencilla: el hombre no está dispuesto a aceptar la categoría del “riesgo”. Con esta expresión, el sacerdote milanés señala una doble postura: en un primer sentido, el riesgo se configura como la capacidad que tiene el ser humano de escapar a la doble tentación de la arrogancia racionalista y del escepticismo sistemático y, en otro sentido, se manifiesta como la disposición a “ponerse en juego”, esto es, a dejarse invadir por lo que podría convulsionar la vida ordinaria. El Ulises de Dante y el Jacob de la Biblia se presentan como ejemplos de hombres que aceptan el “riesgo”.
En el mito de Ulises, Giussani lee la lucha entre lo humano, o sea, el sentido abierto al misterio y capaz de aceptar la aventura de lo desconocido, y lo inhumano «de la posición positivista de toda la mentalidad moderna». Por el contrario «uno comienza a sentirse hombre cuando traspasa estas columnas de Hércules, cuando supera este límite extremo que impone la falsa sabiduría, con su seguridad opresiva, y se interna en el enigma del significado». Para Ulises las columnas no representan «sino una invitación, un signo, algo que invitaba a ir más allá de sí mismo» (L. Giussani, El sentido religioso, Madrid, Encuentro, 1998, pp. 193-194). También Jacob acepta, de otro modo y en un contexto distinto, el desafío del riesgo: al volver del exilio se encuentra con Dios, quien después de una turbulenta lucha en la noche, le anuncia su destino: «ya no te llamarás Jacob, sino Israel, que significa “He luchado con Dios”». Jacob acepta el riesgo de fiarse de Dios y desde ese momento su vida tendrá otro significado. El riesgo es la metáfora del hombre que acepta medirse y conjugar, en la propia existencia, razón y voluntad (no sólo la intuición del sentido religioso, sino la posibilidad de explorarlo y profundizar en él), que ejercita la propia libertad, no para ampliar la presunción del propio dominio, sino más bien para conquistar un nivel más profundo de conocimiento del Misterio y, por lo tanto, de Dios. La libertad se convierte en liberación de los vínculos que condicionan al hombre. La experiencia religiosa y la aventura educativa pasan a través de la plena entrega de sí, desde el momento que el principio de obediencia (no confundir con la subordinación o la sumisión) contiene la voluntad de aceptar que Dios sea, en todas las cosas, la referencia decisiva, la unidad de medida y el criterio ideal de la propia vida.
Para Giussani educar es, por tanto, «ayudar a que el espíritu del hombre pueda introducirse en la totalidad de la realidad» (Luigi Giussani, Il rischio educativo, cit., p. 150), aceptando la función orientadora de una autoridad (que no oprime, sino que libera porque está fundada en la palabra de Dios) y experimentando la dimensión del riesgo y el ejercicio de la libertad. A través de esta doble experiencia, la persona se descubre como parte del proyecto de Dios. La educación se configura siempre, pues, como «la propuesta de una respuesta» que ha de ser vivida como un acontecimiento personal en el que se interrelacionan afectividad, inteligencia, comunión con los otros y apertura a la trascendencia. Dicho con palabras de Giussani, la educación se realiza cuando se manifiesta el deseo de revivir la experiencia de la persona que se ha hecho cargo de ti «no para convertirse en esa persona en su concreción llena de límites, sino como esa persona en el valor a el que se da [...] Y el deseo de participar en la vida de esa persona que te ha aportado Algo y es ese Algo a lo que aspiras, a lo que te quieres adherir» Luigi Giussani, Il rischio educativo, cit. p. 64).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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