Seiscientos chicos y chicas, en gran parte procedentes de Italia pero también de otros países, se reunieron en La Thuile para el Équipe de Bachilleres, poniendo de manifiesto que en la vida de cada día hay «Algo dentro de algo»
Un chico de primero escribe: «Mi primer día de Secundaria fue mucho más bonito e interesante de lo que yo esperaba… ¡cómo me gustaría repetir ese primer día del Liceo!». Un poco más abajo veías a otro que pasaba ya a la Universidad y que parecía responderle: «Este año he terminado el Liceo clásico; difícilmente olvidaré la sensación de alivio que experimenté ese día… ¿Es esto la escuela? Sinceramente, me esperaba otra cosa». Son el principio y el final de dos de los mensajes publicados en el fórum de la página web de La Repubblica con ocasión del inicio del curso escolar. El primero habla de «todos los rostros que durante los próximos cinco años serán mis amigos», el segundo describe «un lugar totalmente apático». Llaman la atención el entusiasmo de un inicio y la esperanza defraudada de un final. Resulta duro de digerir, parece una advertencia tremenda ante la sencillez del “principiante”. Aquí, entre los chicos de GS, en su Asamblea de responsables, es difícil escuchar a alguien que esté desilusionado, porque sus rostros y sus historias hablan de gusto por vivir: son más de seiscientos los chicos responsables de Bachilleres y sus profesores, que han venido de toda Italia, de España, Portugal, Francia, Lituania y Suiza, para pasar juntos tres días en La Thuile.
Decir “yo” Son como tantos otros chicos que podemos encontrar en los centros escolares. Si les oyes hablar mientras esperan la apertura del salón y escuchas frases sueltas de sus conversaciones, descubres que tienen mucho en común con sus compañeros de clase que no son de GS: la forma de vestir, los gustos, cómo se mueven. Pero si te quedas un rato con ellos, te vas con ellos a dar un paseo o les pides que te cuenten qué hacen, tienes que admitir que hay algo diferente. ¿Cómo se explica si no que, en lugar de apurar sus últimos días de vacaciones, estén allí, esperando a que empiece una asamblea? ¿O que cuando se abren las puertas del salón entren en silencio? ¿O que nada más empezar, más de treinta se agolpen al pie del escenario para plantear sus preguntas? Desde luego, hay otra cosa: «Algo dentro de algo», como dijo don Giorgio Pontiggia en el primer encuentro. Pensaba que resultaría demasiado críptico para ellos, demasiado de adultos, pero me veo obligado a rectificar, porque escucho: «La principal dificultad, el obstáculo mayor para alcanzar la felicidad es separar la realidad del Misterio». Y Miriam, una chica rubia, lista, la primera que toma el micrófono en la asamblea, va directamente a lo esencial: «He comprendido que el secreto de la vida es ser sencillos». Como todos los que, uno detrás de otro, van tomando la palabra para preguntar y no tienen reparos en hablar de las dificultades que encuentran en clase, en casa o con los amigos de CL: hora y media de preguntas, relatos y cartas atestiguan que el título de esta Asamblea forma ya parte de su experiencia: «Un lugar donde decir yo de verdad».
Que para ellos esto significa GS: rostros muy concretos de compañeros y de profesores, una amistad capaz de abarcar la vida entera. Nosotros y Nueva Orleáns En cuanto acaba de hablar estallan los aplausos, que no se paran cuando don Giorgio nos invita a levantarnos para acabar el día rezando el Memorare. Les ha hablado de la tragedia de Beslan, del Tsunami y de Nueva Orleáns, del referéndum sobre la ley 40 y de las interminables disputas a propósito del Banco de Italia. Y están entusiasmados. No porque estén particularmente interesados por la política y la actualidad –alguno habrá, pero no son la mayoría–, sino están ante una persona que les toma en serio y que, partiendo de los hechos y de su experiencia les explica «lo que para nosotros significa juzgar». Un nosotros en el que cabían todos: los chicos de entre 13 y 18 años, sus profesores y ese profesor universitario al que la mayoría conocen, «es Vittadini –explica un chaval al que se sienta a su lado, dándoselas de entendido– es el que ha hecho la Compañía de las Obras», y del que acaban de leer un artículo sobre Nueva Orleáns que ha salido en la prensa. Los chicos de GS desean de verdad juzgar la vida, la actualidad y el estudio. Tanto es así que durante el Meeting montaron una redacción permanente donde poder reunirse para leer la prensa dedicada al evento de Rímini, donde escribían sus notas sobre los actos programados y podían comentar lo que estaban viendo y oyendo: desde Rutelli hasta la exposición sobre la Rosa Blanca. Y si alguien, navegando por Internet, accede al fórum spaziostudenti, se dará cuenta de que ese deseo no nace y se acaba en el Meeting, sino que es una tensión que dura todo el año: más de 900 usuarios registrados, chicos y chicas que discuten entre ellos tanto de cine como de la guerra de Iraq, que se sugieren unos a otros artículos de Huellas o del Corriere della Sera, y que hablan de sus vacaciones y del día a día en el instituto. Implicarse seriamente «Pero qué significa “climax”». El chaval, “romano de pura cepa” ha hecho un gran esfuerzo por seguir esa noche el recorrido que Dima hace sobre el sentido religioso a través de la música clásica. Luego pregunta a su profesora el significado de algunas palabras que no había oído en su vida, antes de escuchar a Dima. Son muchos los que, como él, escuchan por primera vez piezas de Malher, de Schubert o de música dodecafónica. Pero merece la pena porque, aun siendo verdad que a ciertas edades algunas cosas resultan más lejanas, también lo es que no todos se preocupan por enseñártelas.
Cuentan que muchos profesores «pasan» de ellos, «pasan» incluso de enseñarles algo. Y a los chicos eso les molesta, porque es como si da igual que estén o no. Lo cual explica porque muchos de estos chicos están tan vinculados a los profesores que les acompañan en GS. Hacen corrillos con los más jóvenes, los que acaban de salir de la universidad, o con los que peinan canas, que eran ya profesores cuando alguno de esos “más jóvenes” era bachiller. La profesora a la que tomas el pelo por lo bajita que es, es también la misma que quieres porque el invierno pasado no te llevó a esquiar sino a ver arte y te descubrió algo bello que no conocías, y que ya no puedes olvidar.
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