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Huellas N.9, Octubre 2005

CARTAS

Córdoba, Madrid, Asunción...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

A los 15 años, para siempre
Quisiera dar las gracias a las personas que me invitaron al campamento de bachilleres en Picos de Europa porque, aunque yo sólo fui por hacer algo al margen de mi familia y pasármelo bien, esa semana me ha construido más como persona que cualquier otro acontecimiento de mi vida. La cosa empezó con los Laudes del segundo día, los cantos, la misa y las palabras de un monitor que nos dijo que no podíamos limitarnos a ver las montañas que nos rodeaban como algo hermoso, sino como algo hecho por Cristo para cada uno de nosotros, ni la mitad de hermosas que las relaciones que mantendríamos los siguientes días (como más tarde comprobaría). Después, Carlos, un sordomudo que se está quedando ciego por una enfermedad degenerativa, nos dio un testimonio. Lo que más me llamó la atención fue que este hombre, a pesar de las circunstancias adversas de su vida, lo que quería no era tener vista, oído o voz, sino ser feliz, y que lo era más de lo que yo nunca antes había visto en nadie. A pesar de sus desgracias, era más feliz que yo, y eso me desconcertaba enormemente. Sus afirmaciones me mostraron un camino que me da nuevas ganas de vivir, y os aseguro que me hacía falta, pues en este último año lo único que me incitaba a vivir era la relación con mi novia, y había perdido todas las esperanzas de encontrar algo mejor. Mi vida dio un bandazo y me aferré a la idea de seguir el camino de esta gente. Con ellos hablé de ética, sociedad, Cristo, relaciones familiares e infinidad de cosas. Caí en la cuenta de la diferencia entre la relación con mis amigos de siempre y éstos, a los que acababa de conocer y con los que hablaba de las cosas como nunca antes había hablado. Una cosa que me llamó la atención fue la gran cantidad de gente que organizaba aquello de forma gratuita. Me preguntaba por qué iban hasta Picos para montar esto para nosotros. Ahora aprovecho para darles las gracias por darme la oportunidad de vivir esta experiencia. Fue esa pregunta la que después me ha movido a ir al Meeting de Rímini a poner cafés en el restaurante español. Eran el lugar y la circunstancia perfectos para encontrar una respuesta: cuando sirves a los demás no haces otra cosa que dar la vida por la obra de Otro.
Felipe, Madrid (España)

Esto no se hace solo
Tengo 16 años y este verano participé en un campamento en los Picos de Europa. El campamento me ha llenado el corazón dando un sentido a mi vida. Antes yo lo buscaba de muy diversas formas, como en los videojuegos, la TV, los amigos. En la vida hay personas que realmente te siguen sólo por tu estética, situación, dinero, pero las que he conocido este verano no son de esas, son de las que te siguen y ayudan por cómo eres tú, dando sentido a la vida. Claro está que esto no se hace solo, hay algo más, hay algo que permite que este campamento siga adelante. Como dice la canción: «He encontrado mi sitio», y es con la gente del campamento y con Cristo. Bernabé me dijo que la vida de la persona es como una botella: se puede tener una mujer, una casa, unos hijos, pero eso sólo rellena parte de la botella, todo lo rellena Cristo. Si no crees en Él la botella está incompleta y no rebosa la felicidad de la persona. Hay personas que la buscan en los coches y otras cosas materiales, pero esa felicidad no es verdadera, no es permanente. Cristo, en cambio, da una felicidad para siempre.
Francisco, Madrid (España)

Poner nombre a las cosas
A mis 26 años puedo afirmar que mi vida ha estado marcada por numerosos encuentros, un número elevado de personas que han ido configurando lo que actualmente soy. Podría enumerar un sin fin de encuentros, de personas concretas que poco a poco me han ido introduciendo en el mundo de la fe. Muchos de estos encuentros no perviven en la actualidad, aunque no por ello podría negar el bien que han supuesto. Uno de los que más ha marcado mi vida se produjo hace apenas tres años. Estando en la universidad, Olga me propuso ir al comedor de la Madre Teresa y cada martes los tres, Olga, Jorge y yo, nos juntábamos para hacer caritativa, para satisfacer ese deseo de entrega que durante aquellos años era muy evidente. De esta forma comenzó nuestra amistad. Algo tan simple como repartir comida a indigentes fue el motivo de un encuentro que cambiaría mi vida. Hablábamos de todo lo que nos preocupaba o entusiasmaba durante la semana. Recuerdo que por aquel entonces mi corazón no dejaba de gritar por qué, aun teniéndolo todo, sentía un gran vacío dentro de mí. En un principio pensé que David ya no me gustaba; luego que mis amigos no me satisfacían; posteriormente que la carrera que había elegido no era la apropiada... Pero mi deseo era de Otro. Jorge supo poner nombre a aquel vacío, aquello significaba que el hombre es insaciable, que lo desea todo, que estamos hechos para algo más grande. Estaba bien hecha. Cada vez buscaba más a Jorge porque sabía poner nombre a lo que me iba sucediendo. Poco a poco David se vio cautivado por este mismo atractivo y tras compartir grandes experiencias –Toronto, Montserrat, paseos por el Palacio Real comiendo un helado, cenas en el VIPS, viernes en bocatas– nuestra amistad iba creciendo y sin darnos cuenta nuestras vidas se iban cumpliendo. Mi siguiente pregunta fue: ¿de dónde se alimenta Jorge? Desde su llegada a la parroquia de Santo Tomás Apóstol sabíamos de su pertenencia al movimiento de Comunión y Liberación, pero lo cierto es que este nombre era poco frecuente en nuestras conversaciones. Nosotros, al igual que muchos miembros de la parroquia, éramos un poco reticentes a la pertenencia. Pero llegó un momento en que resultaba incongruente pensar que nuestra vida había cambiado a través de la amistad con Jorge y no ir hasta el fondo de aquello que la alimentaba. Jorge nos solía decir: «Vosotros sois del movimiento pero no lo sabéis...». Y efectivamente lo éramos, porque participábamos de la misma vida. A medida que nuestra amistad iba creciendo yo estaba mucho más receptiva a todo: las catequesis con Berna iban siendo mucho más ricas, porque también entre nosotros iba surgiendo una relación preciosa, gratuita e inesperada. La amistad con Olga y Rocío iba siendo más intensa, y mi relación con David iba adquiriendo en poco tiempo una madurez que no habíamos alcanzado tras ocho años de relación. Fruto de este encuentro seguimos los métodos naturales de control de la fertilidad (algo que hace menos de un año nos resultaba inimaginable), y de vez en cuando sorprendo a David rezando laudes a las seis de la mañana.
Carmen, Madrid (España)

Un encuentro puede cambiarte la vida
Es impresionante descubrir cómo un encuentro puede cambiarte la vida. Todo comenzó en una época en la que yo no encontraba sentido a mi vida, pero a pesar de ello no me resignaba a vivir así. Lo que más recuerdo es que no había un solo día en el que no pidiera con todo mi corazón: «Dios mío ayúdame». Ese mismo año, Rocío asistía a catequesis de Primera Comunión. Empecé a bajar a las reuniones de padres, eso sí, haciendo un gran esfuerzo debido a mi situación personal, pero, poco a poco, fui descubriendo algo especial. No sabía bien lo que era, pero sí percibía que lo que nos decía Bernabé no me era indiferente. Todo el cambio que ha surgido en mí no ha sido inmediato, sino un caminar juntos, fiándome de él y de sus propuestas; es un regalo poder ser partícipe de la vida de alguien y a la vez no dejo de sorprenderme con cada novedad que me propone. Por eso, ante la belleza de las cosas que nos suceden no podemos mostrarnos indiferentes. En mi camino se ha ido abriendo un abanico de relaciones, con personas interesantes que provocan en mí preguntas como: “¿qué sentido tiene mi vida? ¿Qué razones tengo para amar la vida?”. Y sobre todo me pregunto qué me quiere decir el Señor con todo lo que acontece en mi vida; cómo vivir la enfermedad, mi relación con Juanjo, mis límites. Esto sólo es posible viviendo acompañada de personas que me ayudan con su propia experiencia. Hace aproximadamente un año comencé a tener una relación más directa con Jorge, Carmen, David, Olga y Rocío. Todos ellos han llegado a mi vida en un momento especial: “mi enfermedad”. Han sido los que me han hecho experimentar que toda circunstancia, por muy dura que sea, sólo puede ser sostenida a través de lo humano. A pesar de nuestra diferencia de edad he aprendido mucho de cada uno de ellos. Todas estas vivencias me hacen ver con claridad la importancia de pertenecer a un pueblo, es decir, al pueblo cristiano. Lo más fascinante de mi encuentro con el cristianismo es haber encontrado lo que tanto pedía al Señor: “mi sitio”, un lugar donde saber por qué se vive.
Ana Isabel, Madrid (España)

Aceptamos la vida porque tendemos a la felicidad
Todos los martes, un grupo de amigos y yo nos reunimos para leer la revista Huellas. Un día surgió el reclamo de comprender mejor el sentido de la vida; nos había llamado mucho la atención el film de Amenabar, Mar Adentro, y –ninguno de nosotros la había visto y nos guiábamos por los comentarios de amigos que sí lo hicieron– ver una película así sin tener los criterios adecuados puede inducir a cierta confusión: ¿por qué defender la vida aun cuando parece “inútil” seguir viviendo? Ante esta provocación un amigo propuso organizar una semana cultural en la Universidad Católica de Asunción que tuviera como tema principal el valor de la vida, y que celebramos a finales del pasado mes de agosto. En primer lugar, escogimos el lema: «Si la felicidad no existe, ¿qué es entonces la vida? Nosotros aceptamos la vida porque tendemos a la felicidad». Yo no sabía mucho sobre la eutanasia y la obstinación terapéutica, pero ante la petición de ayuda de uno de mis amigos, empecé a informarme para ayudarlo a organizar las charlas y los debates. Obedecí a ese rostro concreto y me di cuenta de que simplemente estaba respondiendo a lo que se me pedía por una amistad, sin dejarme llevar por mis límites o estado de ánimo. Me llamaba la atención cómo se movía este amigo por Cristo y no se dejaba determinar por la fatiga. Todo lo que hacía era para la construcción del Reino de Dios y por lo tanto de su persona. Ante algo así, ¿cómo no seguirle? Percibía que, a medida que mi persona se ponía en juego, ganaba, volvía a casa contenta y deseosa de vivir con esa disponibilidad cada detalle de mi vida. De hecho, lo que la compañía nos propone es para educarnos a vivir así, por amor a Cristo.
Rossana, Asunción (Paraguay)

Lo que se impone
Aceptamos, aunque con cierto vértigo, la propuesta que se nos hizo de organizar junto con algunos amigos unas vacaciones en Andalucía a finales de julio. Desde el principio quisimos implicarnos hasta el fondo y sobre todo que fueran fruto y a la vez experiencia de la unidad entre los amigos de Andalucía, Barcelona y Madrid. Durante las vacaciones, lo que se impuso en todo momento fue una Presencia grande, que estaba en el origen de todo lo que hacíamos y que se expresaba en cada momento. Ha crecido en nosotros la certeza de que hay un designio bueno para nuestra vida, sean nuestras circunstancias las que sean, designio que para nosotros se manifiesta ante todo en ser acompañados en todo lo que vivimos. Rafa, por ejemplo, comentaba: «Empeñando mi persona en las vacaciones, realmente experimenté lo que Giussani describe muchas veces como la exaltación del yo». Después de estos días he recobrado la paz que nace de saberme querida, cuidada y abrazada en este lugar que ha surgido gracias al sí de don Giussani.
M. Carmen y Rafa, Córdoba (España)

A través de lo humano
Cuatro años participando en Escuela de comunidad y mis primeras vacaciones con el movimiento. Unos días para cargarse por dentro y por fuera. Con esta disposición propusimos a unos amigos, Maritri y Rafael Ángel, que nos acompañaran con sus hijos. Ellos, que no conocían CL, comentaron: «Con un planteamiento así no podemos decir que no». Con enorme expectación interior hicimos los preparativos. Y también, con cierto “miedo”: nunca habíamos ido y uno tiende a poner su medida en las cosas, no sabíamos si nuestras expectativas se cumplirían tanto para nosotros como para nuestros amigos. Me sorprendió la sencillez de los gestos. Sencillez, que no quiere decir falta de preparación. Conforme iban pasando los días, notabas como el alma se te iba esponjando. No querías perderte nada, intentabas estar todo tú en cada encuentro. Me conmovió el testimonio de Davide Prosperi. Sus palabras me han acompañado desde entonces. Escuchándolo y mirándolo, te entraban ganas de pegarte a él. Las dos ideas principales que más hondo me calaron fueron: que el Señor nos cuida a cada uno y que, pase lo que pase, hay un designio bueno en todo lo que nos ocurre; que tenemos que abrazar cada circunstancia que se nos presenta y vivirla de forma plena, ya que la mayoría, más que buscadas, son encontradas y así nos las da el Señor. Aunque sigo siendo la misma, estos años en contacto con CL han hecho que mi planteamiento ante la vida sea otro, como si hubiera nacido de nuevo. Crece en mí un cariño por la gente y una petición: no quiero que nadie se pierda, no quiero que nadie se lo pierda. Mi amiga Maritri me comentó: «Aunque llegué con muchas ganas de algo diferente, los primeros días pensaba que estábamos en un sitio precioso y con tanta reunión se nos iba a escapar la posibilidad de disfrutar. Mi sorpresa fue que al ir pasando los días hemos obtenido una fuerza y una felicidad mayor y más duradera que las mejores vacaciones imaginables. Mis hijos están muy contentos con la experiencia que han vivido». La vuelta en el coche fue deliciosa, de esos momentos familiares entrañables. Cantábamos sin parar, cancionero en mano, lo que habíamos aprendido en estos días. Toda mi familia ha intuido que hay algo grande que sostiene la vida.
Rocío, Córdoba (España)

Yo, mi hija y las Suorine
Por circunstancias personales este año tenía que pasar las vacaciones solo con mi hija. Mi hermano Fernando me invitó a las vacaciones del movimiento en Huelva, ya que así podía ir con familias con niños a la playa, y me apunté. Una vez allí el ambiente nos envolvió; aunque ya había conocido a unas pocas personas antes, sentía que ya conocía a mucha gente por el modo de relacionarse conmigo. Las actividades se sucedían, tanto las rutinarias de vacaciones (playa, piscina, excursiones), como encuentros en los que se reflexionaba sobre la vida y sobre la posibilidad de sentir y vivir todo hasta el fondo. Escuché testimonios de gente que afronta la vida con sus problemas gracias a Jesús y esta compañía. Uno de los que más me impresionó fue el de las Suorine de Córdoba, que viven juntas su vocación, que es la de ayudar a la gente necesitada; la fuerza que las mueve es fruto de vivir con la ayuda de Jesús. Por otro lado, me preocupaba que le costase a mi hija relacionarse con otros niños, pero después del primer día no la veía más que las horas de comer, porque confiaba en que estaba bien por el sitio en el que estábamos.
José Antonio, Madrid (España)

Enfermera a trescientos sesenta grados
El punto de partida de las consideraciones que haré a continuación es el trabajo personal realizado sobre la Página Uno del número de junio de Huellas con el título «La vocación de la vida». Aunque sea tarde para “alcanzar” con esta carta a quien ha finalizado el bachillerato y que ya se ha apuntado a uno de los mil cursos (¡demasiados!) disponibles en el ámbito de la formación universitaria, siempre estoy a tiempo para comunicar mi experiencia a quien está en los últimos años, a quien tiene hijos que tendrán que decidir qué hacer en la vida, a tantos profesores y educadores. «¿Cómo puedo servir mejor yo al reino de Dios?» (cf. p. 2). La tensión a responder continuamente a esta pregunta me ha guiado durante los últimos 25 años, es decir, desde el final de mi bachillerato, cuando participaba en GS, a entrar y a vivir la profesión de enfermera a trescientos sesenta grados. Mi “sponsor”, o mejor dicho, apoyo más fervoroso, siempre ha sido don Gius. Con él he podido compartir deseos e ideales, discutir sobre ideas y temas profesionales, confrontarme sobre decisiones que me han conducido a lugares que nunca hubiera imaginado (como por ejemplo continuar mis estudios en el extranjero habiendo superado ampliamente los 40 años). ¡Cómo ha entendido, apreciado y valorado siempre el trabajo de los enfermeros! Todo esto siempre dentro de una obediencia, abrazada por completo dentro de la compañía de los Memores Domini. Desde hace veinte años, guiada por esta pasión, me dedico a la formación de los enfermeros. El amor a mi trabajo me ha llevado a profundizar en algunos aspectos teóricos de la ciencia de la enfermería para intentar transmitir esta pasión y amor al servicio del que sufre, del que necesita asistencia de una enfermera competente en distintas fases y momentos de la vida. Cuando leí en la página 5 sobre el nexo vocación-profesión, sobre el hecho de considerar «las necesidades de la sociedad» que, para nosotros cristianos, coinciden con «la necesidad de la comunidad cristiana», me ha invadido el deseo de proponer a todos mi profesión. Pensadlo, os lo pido, no descartéis a priori esta hipótesis si tenéis que tomar una decisión para vuestro futuro: el cansancio y el sacrificio –se nos ha enseñado– ¡no pueden ser una objeción! Aunque he pasado, y todavía paso, periodos oscuros o de cansancio, nunca me he arrepentido de la decisión profesional que tomé un día, y sigo adelante intentando testimoniar a los estudiantes que es posible mantener el entusiasmo y la motivación incluso después de 25 años. Concluyo proponiendo a todos una frase del discurso del Papa a los jóvenes el pasado 20 de agosto. Hablando de los Reyes Magos decía: «Ahora aprenden que tienen que darse a sí mismos, que un don más pequeño que éste no basta para este Rey. Ahora aprenden que su vida tiene que adecuarse a esta forma divina de ejercer el poder, a esta forma de ser de Dios mismo. Tienen que convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de misericordia. No volverán a preguntar: ¿Para qué me sirve esto? Deberán preguntarse en cambio: ¿Con qué sirvo yo a la presencia de Dios en el mundo?». Para quien quiera saber más, o quiera resolver dudas u objeciones, ésta es mi dirección de correo electrónico: cecilia.sironi@uninsubria.it
Cecilia, Varese (Italia)

Un atrevimiento
Ayer por la mañana iba al trabajo pensando en el mail que le íbamos a mandar a Valentín, el director del CTM (Centro de Transportes de Madrid), la empresa ubicada junto al lugar donde distribuíamos los bocatas a los drogadictos y que nos echó de allí porque dábamos mala imagen. Había muerto el domingo de madrugada su mujer. ¿Cómo puedo decirle algo a este hombre?, pensaba. No podía dejar de preguntarme qué razones tenía yo para escribirle una nota de pésame. ¿Cristo? La primera tentación es que, ante un hecho así, ante un hombre al que se le ha muerto su mujer, ni Cristo ni nada de nada. Un atrevimiento. Y, sin embargo, tengo la certeza absoluta de que es Cristo la respuesta a la pregunta sobre el significado de la vida, de mi vida. Entonces, ¿qué hacer? No se puede ceder a esta tentación de pensar que Cristo no tiene nada que ver con un suceso tan doloroso, que es absurdo. No puedo ceder porque iría contra mí mismo, contra mi larga experiencia y contra la experiencia del día anterior. Razones: la razón no se detiene ante dos verdades paradójicas. De nuevo por gracia caes en la cuenta: el dolor existe; Cristo también. Eso es lo que muestra el Evangelio cuando Cristo vio pasar a la viuda de Naín tras el féretro de su hijo muerto o cuando estaba ante la tumba de Lázaro. Cristo lloró, se conmovió, dice el Evangelio. El mismo Dios hecho hombre se conmueve ante nuestro dolor, ante lo que nos sucede. También ante nuestro mal. Tirando un poco más del hilo te das cuenta que un sitio como bocatas constituye la misma escena que la de Cristo y la Samaritana en el pozo. Un pequeño trozo de espacio y tiempo banal (quién caería en la cuenta de lo que verdaderamente sucedía al pasar en ese instante por aquél pozo), pero en el que habita esta Dulce Presencia misteriosa de Cristo al lado del mal más patente, que se ve a simple vista en la presencia de estos yonkis. Los que acudimos todos los viernes a entregarles los bocatas damos forma a un lugar que alivia ese mal y lo convierte en bien, en amistad. Es un gesto de la misma naturaleza que la relación que Cristo estableció con la Samaritana. Conviven Cristo y el dolor, Cristo y la miseria y por eso sigue entre nosotros, para transformar nuestra vida en bien, en vibración del corazón que ha encontrado lo que más deseaba. Nuestra vida es como esa pieza de Beethoven para piano y mandolina: el piano es nuestro caminar, a veces tan árido y seco; la mandolina es la que recoge la melodía del piano y profundiza en ella. Cristo recoge nuestro caminar para llevarlo a su cumplimiento, al ciento por uno. Es cierto, dirían los entendidos, que es una melodía sencillísima. Pero hasta para escuchar la mandolina, la música clásica, hay que tener un corazón sencillo.
Jesús, Madrid (España)

El mail que enviamos a Valentín
Querido Valentín: Habiéndonos enterado de la muerte de tu mujer queremos expresarte nuestra especial cercanía en este tiempo doloroso y duro para ti. Hace dos mil años, un hombre que decía ser Dios, Cristo, le dijo conmovido a una viuda, que asistía al funeral de su hijo muerto, la viuda de Naín, ¡mujer, no llores! Dios se conmueve por el dolor de cada uno de nosotros y también por el tuyo. Junto con este inmenso misterio del dolor existe esta Dulce Presencia que hoy día también nos dice: Tú no estás solo. Te ayudamos en lo que nos pidas y te acompañamos teniéndote presente. Un fuerte abrazo.
Grupo de amigos de bocatas

Spirto Gentil
Soy una mujer de cuarenta años, casada y con hijos. El Señor me ha dado una belleza física, reflejo de una belleza interior que se ha visto incrementada por mi crecimiento en la fe. Durante mucho tiempo consideré esta circunstancia como un obstáculo en el camino hacia mi destino. Pero don Gius no paraba de decir que no debemos censurar nada, y que la belleza de la mujer es signo de la gran Belleza y remite al Misterio. ¡Yo quería ser exactamente eso! Quería testimoniar lo grande que es la vida con Cristo a través de toda mi persona, tal como soy. Cuando don Gius murió le pedí insistentemente el cambio del conocimiento que tanto nos instaba a hacer. Deseaba aprender a afrontar esta circunstancia –y todas las que me toque vivir–, sin “saltármela”, y verificar que Cristo hace nuevas todas las cosas: que me ha querido hacer precisamente así para llegar a otros. Expectante ante cómo podría ser esto, encontré una jaculatoria en los escritos de dos santos, que comencé a recitar en toda ocasión: «Señor, que quien me mire te vea». Llena de asombro veo que al decirla hago presente a Cristo en esa situación (por la calle, en el metro, al tratar con la gente), y eso colabora en la salvación del mundo. A través de esta petición estoy experimentando que es verdad, que es posible una mirada nueva, limpia, sobre las personas y las cosas; y que Cristo salva y potencia toda mi humanidad. Pido a Dios y a la Virgen ser un instrumento dócil y sencillo para transmitir el atractivo de Su presencia.
Carta firmada, (España)

Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía
El mensaje a las comunidades de CL

Milán, 27 de septiembre de 2005
Queridos amigos:
El Santo Padre ha manifestado de nuevo su aprecio por nuestra experiencia al nombrarme miembro de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre el tema de la Eucaristía, que tendrá lugar en Roma del 2 al 23 de Octubre.
Ver que el método educativo de don Giussani y la historia de amistad cristiana iniciada con él se consideran útiles para la autoconciencia de la Iglesia universal nos colma de conmoción y de responsabilidad.
Os pido que recéis a la Virgen por los frutos de la Asamblea del Sínodo y para que la conciencia de cada uno de nosotros y la mía propia estén cada vez más dominadas por el agradecimiento al acontecimiento de Cristo presente, del cual el Santo Padre es el signo supremo, y por la voluntad de dedicar toda nuestra existencia para que la vida de la Iglesia florezca en el mundo como abrazo de esperanza para todos los hombres.
Os doy las gracias uno por uno, don Julián Carrón

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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