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Huellas N.8, Septiembre 2009

VIDA DE CL - La Thuile

Un crecimiento personal

Paola Bergamini

Adjunto a este número de Huellas, o en versión digital en la página web de CL, publicamos los textos de la reciente Asamblea Internacional de Responsables. 400 personas se han reunido durante cuatro días para retomar el recorrido propuesto en los Ejercicios bajo el lema “De la fe nace el método”. Crónica de un testigo directo

Dieciocho de Agosto, La Thuile, hall del hotel Planibel. «Hola, Rose, ¿cómo estás?» «Bien». «¿Qué tal tus amigas, las mujeres de Kampala?». «Muy bien. Siempre me llevan la delantera. Bueno, luego nos vemos». Mi pregunta era puramente circunstancial y ella, como siempre, va a lo esencial –lo entenderé en estos días–, va al corazón de la experiencia. Nada más empezar la Asamblea Internacional de Responsables el encuentro con ella me despierta. A los pocos minutos me alcanza Alessandra, periodista, una nueva “recluta” de Tracce. Es joven, todavía no conoce a nadie de los que acuden aquí para esta Asamblea. Vamos juntas a la terraza a tomar el aperitivo. Es una babel de lenguas. Le presento a Anas, a Carmen Giussani, a Juan Emilio Parada… quedamos con algunos para comer o cenar y contarnos noticias de las diferentes comunidades. Pienso para mí: «Muy bien. A trabajar. Tengo que llevarme a casa todo el material posible para los próximos números». Pero es una idea que me chirría, es insuficiente, no me basta. Lo intuyo. Alessandra sigue pegada a mí y me pregunta por todos los que saludo. Cenamos. Luego al salón para la introducción de Julián. A un lado, una ampliación del cartel de Pascua con el título de este año: “De la fe nace el método”; al otro lado la lista de los 67 países presentes y la de los ocho idiomas para las traducciones.
«Nada más necesario, al comienzo de un encuentro como éste, que la invocación al Espíritu Santo para que la energía de Cristo penetre en nuestra vida y nos haga estar disponibles a la gracia que Dios quiera darnos en estos días». Ante las palabras de Carrón me pregunto: «¿Acaso deseo yo algo menos?» Canto con los demás, en voz baja, Desciende Santo Espíritu. Julián, retomando los últimos Ejercicios de la Fraternidad acerca de la confusión en la que estamos inmersos, lanza una provocación: «Ante esta confusión, ¿cómo responde cada uno de nosotros?». No bastan algunas reglas sobre cómo ser cristiano ni la repetición de un discurso correcto. Esto, en general, sabemos hacerlo, pero la vida a menudo va por otros derroteros. Pone un ejemplo evidente: «No basta saber qué es el matrimonio para superar las dificultades de la convivencia, no basta saber que las circunstancias son una ocasión, para que no acaben siendo la tumba del matrimonio». ¿Qué hacer? Hay que mirar a aquellas personas que, «por su manera de afrontar la vida y sus problemas, introducen una luz». Pienso en Rose, en sus mujeres, en el cartel de 1992: «En la vida de la compañía siempre hay personas o momentos de personas que nos remiten a la presencia de Cristo…». La fe es una vida, no una idea. Sin embargo, tampoco basta con que exista un testigo. Carrón prosigue: «Necesitamos todos hacer experiencia personal de lo que el testigo nos muestra, y alcanzar la evidencia a partir de esa experiencia». Experiencia: esta palabra volverá reiteradamente en estos días en busca de su verdadero significado. Siendo la experiencia exactamente lo contrario de lo que piensa la mentalidad común, no se trata de probarlo todo sin más, sino de «comparar lo que se prueba con el ideal. De lo contrario se acaba siendo como muchos ancianos: viejos llenos de vacío, llenos de nada», alertaba don Giussani. Esta capacidad de comparar tiene un nombre: juicio. «Sólo el juicio convierte en experiencia lo que se prueba. Ejercer un juicio es posible cuando el ideal tiene peso, como el peso específico de los metales; es un gusto que, consciente o inconscientemente, uno lleva dentro». Pasan por mi mente los rostros de las personas que tienen este gusto, en las que el acontecimiento de Cristo se refleja de modo atractivo: las Hermanas de la Asunción, los amigos de Cometa, o también sencillamente las palabras de un amigo. Ésta es la experiencia viva del cristianismo. Carrón concluye lanzando un desafío para el trabajo de los próximos días: ¿qué experiencia tenemos de este gusto que permite juzgar?

Error de perspectiva. Esto es lo que chirriaba en mi mente: quería aplicar una idea de lo que debía hacer. Y no basta. Es mucho más fácil mirar a quien se deja abrazar por un “hecho viviente”, por Cristo. Vuelvo con Carmen. Nos conocemos desde hace más de treinta años; ella fue quien me “animó” a entrar en GS; ahora nos vemos en verano aquí y durante el curso hablamos por teléfono por cuestiones de trabajo. «¿Cómo está Tobías?», me pregunta. «¿Cómo crece el crío?», y su pregunta no es meramente formal.
El miércoles es el día de la asamblea. Rezo de los Laudes. Los cantos, Errore di prospettiva y I wonder, nos introducen de inmediato en el corazón del reclamo de Carrón: «Cristo ha venido para que pudiéramos experimentar una vida plena, ya desde ahora. Lo sentimos muy bien cuando cantamos, lo comprobamos en nuestra vida cotidiana. Estamos aquí para testimoniarlo. ¡Adelante!». Se levantan muchas manos. Julián va llamando. No deja espacio para discursos, para atracciones. Julián lleva la asamblea preguntando a cada uno que sale al micrófono para hablar y ayudándole a mirar su experiencia. Peppe: «Durante años he proyectado mi idea sobre la realidad, incluso mi idea buena de lo que es el movimiento. Pero ante el dolor, ante el error, esto se ha derrumbado poniendo de manifiesto el dualismo del que hablas. He tenido que volver a empezar». «Has empezado a comprender que el dolor puede ser un don y no una objeción. El Señor se muestra como respuesta a tu necesidad», explica Carrón. Las intervenciones se suceden, y cada una es un paso más. Chris: «Comenzar el día diciendo: “Tú puedes hacerlo todo” es una pobreza que te abre a los milagros que su Presencia realiza en la realidad». Como le ha pasado a Alberto Savorana, que cuenta: «Nada más llegar, saludé a Vicky que me dijo: “Aquí, estoy en casa”. Éste es el abrazo de Cristo a mi vida». El tiempo corre, muchos relatan historias y hechos a veces sorprendentes. Pero, ¿cuándo podemos decir que hemos hecho realmente experiencia? Cuando lo que contamos no se queda en una simple sucesión de cosas que han pasado. «De ser así seguiríamos siendo “viejos y vacíos”. Quien no juzga lo que vive acaba así. Don Giussani nos ha enseñado un método: ¿lo usamos?». Comenta Carrón. Seguiremos por la tarde.
A mediodía como con los rusos: Jean-François, don Pietro, rector del seminario en San Petersburgo, y monseñor Paolo Pezzi, arzobispo de Moscú. Se bromea y se ríe contando cómo viven ahí en la Gran Rusia. Cuando nos levantamos de la mesa Pezzi se me acerca: «Oye, nunca me he olvidado de hacer lo que me pediste. Cada día». Hace casi veinte años, cuando él era un joven sacerdote de la Fraternidad San Carlos y yo estaba empezando a trabajar, le pedí que se acordara de mí en sus oraciones. Me conmueve.
Reanudamos el trabajo por la tarde. De nuevo se levantan un sinfín de manos. «Bien. Esto quiere decir que esta mañana ha sucedido algo. El conocimiento es un acontecimiento. Nos habíamos quedado en la pregunta: ¿cómo puedo estar seguro de que hago experiencia?», empieza Julián. Franco Nembrini: «Cuando el yo crece. Esto es para mí el paso de la teoría a la realidad». Es clave este paso para vencer el dualismo. La victoria de Cristo, de su presencia, es que mi yo crece. Que cambia el modo de actuar, que convierte en el sentido literal del término: que cambia. Lo testimonia sencillamente Mauro Biondi, director de una escuela de inglés en Dublín: «Este verano teníamos un chaval de 15 años que nos armaba jaleos a todas horas. Hablé con su madre, y me dijo que llamara a la policía. Cuando se escapó por enésima vez fui a buscarlo y, sin reñirle, le mantuve a mi lado todo el día. Por la tarde volví a buscarlo al centro comercial donde se había escapado. Al verme ahí, se quedó sin habla». «Uno se da cuenta de que hay una Presencia cuando ve un cierto modo de actuar. El crecimiento que sorprendemos en nosotros, lo ven también los demás», concluye Carrón.
En el bar, Giacomo me invita a cenar con dos amigas de Pristina: sor Teuta, que acude por primera vez a la Asamblea de Responsables, y Donjeta, responsable de un proyecto para la ong AVSI. Me cuentan de la guerra, de la situación en Kosovo, de su trabajo con los niños. Cuando nos levantamos de la mesa el comedor está vacío. Me doy cuenta de que se me ha ido la preocupación por recoger “noticias”. O quizás la “noticia” son sus miradas y sus rostros mientras hablan de Jesús que ha cambiado sus vidas, llenándolas de certeza y alegría.
La noche nos depara unos cantos preciosos. En el escenario se alternan solistas y grupos. Canciones italianas, irlandesas, españolas, americanas, portuguesas… Cuántas veces don Giussani nos ha trasmitido la importancia del canto en nuestros encuentros porque «el canto es el instrumento para despertar el corazón humano, el canto es la expresión más auténtica del hombre, y el hombre es tal si pertenece». Yo, que normalmente canto en play back para no machacar los oídos de los que me rodean, disfruto de esta velada, hasta el fondo.
El jueves por la mañana Carrón reanuda la marcha y señala un paso más: se puede reducir la experiencia personal a lo que simplemente se prueba o se piensa. A empirismo o a intelectualismo. Esto ocurre cuando el juicio es algo añadido a lo que vivimos y no el fruto del impacto que el ser produce en nuestra conciencia. El ejemplo es bien sencillo: estás en la montaña, miras y te sale: «¡Qué maravilla!». No hace falta pensarlo ni que alguien te lo explique: el juicio es simultáneo a la experiencia, contemporáneo al impacto que nos produce el ser. «La experiencia no se da por un cúmulo de impactos, impresiones o emociones, sino por la adquisición de conocimiento, al comprender el sentido que tiene lo que se vive», Carrón insiste. Es cierto, es necesario un yo en alerta, atento a todos los factores implicados. Es la única posibilidad de no volver a caer en el vacío. Todo esto se extrema en la vida cristiana, que es «la unidad de un acto vital». En todo se juega la libertad del hombre, en aceptar la propia dependencia fundamental de Aquél que se hizo hombre para salvarnos. Para ello es necesario ser sencillos, puros de corazón, poder decir: «Yo soy Tú que me haces».

Sesenta minutos. Es una sacudida. No podemos quedarnos impasibles. Antes y después de la comida, en las butacas del Planibel, fuera, alrededor de las mesitas del bar, en grupos o individualmente, comienza el trabajo. En las manos, las hojas de apuntes: se discute, se pregunta, a veces se alza la voz. Una cosa parece clara: esta aventura del conocimiento, si somos leales, implica totalmente al yo.
Por la tarde los testimonios de Giorgio Vittadini, John Zucchi de Canadá, John Waters de Irlanda y Julián de la Morena, misionero en Brasil (ver box en la página…)
De vuelta al salón a las 21,30. Tras los cantos y una breve introducción de don Pino, se apagan las luces. En la pantalla aparece don Giussani en un vídeo de una lección sobre Leopardi que dio a los estudiantes de la Politécnica en 1996. Acababa de salir entonces en la colección “Los libros del espíritu cristiano” el volumen Cara Beltà. Sesenta minutos en los que el juicio, que es respuesta inmediata al impacto del ser, brota apasionado. El cansancio de estos días tan densos desaparece. Pienso que incluso si se quitara el sonido seguiríamos absortos en esa mirada cargada de afecto y humanidad. Al terminar, fuera, fumando un cigarrillo, pregunto a Michele Faldi, responsable “recién estrenado” de la Secretaría Internacional, con quien he compartido los años universitarios: «¿Se te han empañado los ojos?». «Sí, pero no por un mero recuerdo. Volver a ver aquella pasión puesta en cada palabra y cada gesto, en las clases en la universidad, en las reuniones, en cada minuto que pasaba con nosotros enciende el deseo».

Excursión a un lago alpino. El viernes, la excursión. Todos en la plaza delante del Planibel para rezar el Angelus. «Solamente se quedan en el hotel los que tengan serios motivos de salud. Se recomienda ir con ropa apropiada», nos habían dicho en los avisos. John Waters va en primera fila con su melena al viento, una chaqueta de algodón, mocasines de ciudad y en la mano la bolsita con la comida. Totalmente a su aire. Me cuentan que al llegar al lago Arpy alguien exclama: «¡Qué maravilla!», justo el ejemplo de Carrón…
Por la tarde la última asamblea. Una vez más muchas manos arriba. Se aborda el tema del juicio, su contemporaneidad con la experiencia concreta. Es fácil caer en la trampa de evitar la realidad y refugiarse en los sueños. Nada se puede dar por descontado. Carrón es implacable. Volvemos a hablar del testimonio. «¡Pero al final eres tú quien tiene que experimentar lo que el testigo te muestra!». De otro modo no se percibiría la conveniencia humana de la fe. Como nos han testimoniado sencillamente el padre Aldo, dos chicos de Carrara y otras intervenciones. Y por la noche Letizia Bardazzi y Jean François Thiry nos hablan respectivamente del Centro Cultural Crossroads en EEUU y de la Biblioteca del Espíritu en Moscú.
Llega el último día. El punto de partida es la síntesis de Carrón. Pide un cambio de método. La fe es la certeza de una Presencia experimentable que abraza todo tu ser y hace crecer el yo. Lo mismo que le pasó a Juan y Andrés que, aun cuando no Le veían, no dudaban de su presencia. Es la memoria de esa Presencia que, «venciendo al tiempo y al espacio, te ha hablado hoy y te hablará pasado mañana y dentro de diez años».
Unos días después, desde el Meeting, Alessandra me envía un sms: «Aquí se está verificando lo que he visto en La Thuile». Una experiencia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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