Una furgoneta que se dedica a limpiar carteles, una empresa de turismo en Pantellería, 120 centros y 20.000 personas asistidas. Viaje por una red nacida para ayudar de forma gratuita a encontrar trabajo y que ha crecido «gracias a una mirada que aprendemos en la Iglesia»
«Esa furgoneta hace 10 km a la hora. Es muchísimo». Ferrara. Un equipo de operarios recorre la provincia de la ciudad emiliana con una hidrolimpiadora instalada en una furgoneta para limpiar los carteles de las carreteras. Podría tratarse tan sólo de una noticia curiosa. Y sin embargo es un verdadero oficio. Lo es para una decena de personas que se turnan en distintos meses del año limpiando las señales de la carretera (una media de 10 km a la hora), con un contrato de 890 euros al mes. Un trabajo que alguien se ha inventado en medio de una crisis importante. Por primera vez desde 1995, el paro ha crecido más que el empleo: en la actualidad hay 180.000 parados más que en 2007, lo que afecta al 6,7% de la población (Istat). En opinión de Bankitalia, estas cifras corren el riesgo de llegar hasta el 10%. Durante la visita que realizó a Montecassino el pasado mes de mayo, el Papa intervino sobre la cuestión, invitando a aquéllos que tienen alguna responsabilidad en este tema, «a buscar, con la colaboración de todos, soluciones válidas» para esta «herida» (algunos días después también lo haría el presidente de la Cei, Angelo Bagnasco). Nosotros hemos tratado de buscar estas soluciones.
Y hemos encontrado la historia de una furgoneta que dispara chorros de agua, y que nos cuenta Enrico Tiozzo Bon, de 42 años, licenciado en Química farmacéutica. En la actualidad es presidente de la Federación de Centros de solidaridad. A mediados de los años 80 habían nacido los primeros Centros en Italia, con la finalidad de echar una mano a la gente que tenía problemas para encontrar trabajo, de forma totalmente caritativa. Con el tiempo, estos centros se han organizado, y en 1996 se han asociado, con la idea de ayudarse en la gestión de las obras análogas florecidas a lo largo de estos años.
Hoy en día la Federación reúne a más de 120 asociados en 13 regiones italianas. Desde Milán a Reggio Calabria, desde Génova hasta Siracusa, y también Forlí, Rímini, Nápoles, Arezzo… En total más de 3.500 personas implicadas y 20.000 asistidas. Esta entidad abarca desde las realidades más pequeñas de algunos Centros de solidaridad con 10 voluntarios, hasta los consorcios de cooperativas sociales con más de 300 empleados. Entre medias, cooperativas, ayudas al estudio, asociaciones deportivas, centros de formación, oficinas de colocación, incluso círculos culturales para el tiempo libre: «Lo que une a los miembros de la Federación no es la misma razón social, sino el mismo motivo por el que unas personas ayudamos a otras en sus problemas con el trabajo», explica Tiozzo.
En tiempos de crisis. Él mismo llegó al Centro de solidaridad en 1994, nada más licenciarse. «No tenía trabajo, y por tanto disponía de mucho tiempo libre. Y ya que estaba allí, empecé a colaborar con el Centro. Al final, mi trabajo se ha convertido en ayudar a otros a buscarlo». ¿Cómo? «Cada persona llega al Centro por caminos muy distintos. Los hay que presentan su currículum en la ventanilla, o bien los que piden ayuda a un amigo de manera más informal. Lo primero que hacemos es tratar de conocer a la persona, la acompañamos mientras ella trata como primer objetivo de encontrar trabajo. Y si es posible, hacemos también de mediadores con los que ofrecen trabajo. Lo más importante es no sustituir a los que buscan trabajo, sino acompañarles en esta situación. Luego están nuestras propias cooperativas, en donde somos nosotros mismos los que proponemos una ocupación, un pequeño trabajo o la posibilidad de comenzar como aprendices, sobre todo aquellas personas que puedan tener más problemas para encontrar un trabajo estable».
Así nació también la historia de la hidrolimpiadora: «Un día llamó alguien del gobierno regional, diciendo que buscaban alguna persona que pudiese ocuparse del mantenimiento de los carteles. Había abierto la lista de las cooperativas sociales de Ferrara. Había empezado por el final... Y escogió la cooperativa que habíamos puesto en pie con algunos amigos del Centro de solidaridad, cuyo nombre empezaba por “W”. Nos pidió un presupuesto. Probamos, y gracias a la idea de uno de nosotros de montar en una furgoneta la máquina hidrolimpiadora, inventamos un nuevo trabajo para nosotros». Son muchas las necesidades a las que responder. Con los tiempos que corren, ayudar a todos los que llaman a la puerta del Centro de solidaridad es cada vez más difícil. «Hoy en día llegan a cientos para pedirnos ayuda. La crisis se nos echa encima literalmente. Si tomamos como ejemplo las peticiones de asistencia que llegan al Banco de Alimentos de la zona, sólo en los dos primeros meses de este año han aumentado de 8.000 a 10.000. ¿Quién es esta gente? Hay desde recién licenciados a padres de familia que se ven en la calle a pocos años de la jubilación». La relación del Istat de 2008 lo confirma: el nuevo parado medio es «hombre, entre los 35 y los 50 años, residente en el Centro-Norte, con educación secundaria, y que ha perdido un trabajo dependiente de la industria». Se trata de una plaga que afecta a las familias más que en el pasado. «Pero no nos desanimamos, y tratamos de responder siempre como podemos a todos aquellos que vienen a nosotros», continúa Tiozzo. «En primer lugar, acogemos a esta gente: no somos sólo una ventanilla a la que uno llega, deposita su curriculum y ya está. Para todos lo más importante es sentirse querido. Por eso puede suceder que se le proponga encontrarse con algunos amigos nuestros. La otra noche nos encontramos en Ferrara veintidós personas: a tres de ellas las acabábamos de conocer». ¿Por qué? «Porque algo nuevo puede suceder si uno se siente tratado de forma verdadera, humana». Una modalidad, entre otras cosas, que en estos tiempos que corren “da resultado”. «Una relación “amigable” crea una referencia. Y no se trata de una recomendación. Simplemente lleva a la empresa que contrata a un nivel de conocimiento que resulta fundamental en la actualidad. Reduce los riesgos. Y el resultado es que muchos de los que hemos conocido así han sido contratados». Como Flora, profesora, que ahora trabaja en una casa de acogida en Padua. O Irene, licenciada en Economía, que en la actualidad lleva la contabilidad de una escuela elemental privada. «Ambas habían aceptado, después de haber pedido ayuda al Centro, la propuesta de una amistad, de esa “mesa 22x3”. Una forma más inteligente de ayudar a encontrar trabajo, más humana».
Trabajo y humanidad. Se trata de un aspecto que también resaltó Benedicto XVI en Montecassino, cuando habló de la necesidad de «humanizar el mundo laboral». «La Iglesia no os abandona, está cerca de vosotros», dijo el Pontífice a las personas que tienen dificultades a causa del trabajo. La misma mirada, el mismo abrazo que a miles de kilómetros de distancia se repite en todas las obras de la Federación. «Es una mirada que aprendemos en la Iglesia –precisa Tiozzo–. Por eso, cuando conocemos a alguien, implicamos en esa relación a los amigos de CL, que es el lugar en el que nacieron los Centros de solidaridad. Y así, cuando al día siguiente vas a trabajar, llevas dentro de ti a esa persona que acabas de conocer. Cambia la forma misma de estar ante lo que haces: tienes los oídos bien abiertos, por si surge una forma de ayudarle. No se trata sólo de solidaridad, es una compañía».
Se trata de una forma de actuar que impresiona y mueve a cualquiera que se topa con ella. Como ha sucedido en Génova. L. acude al Centro de la ciudad en busca de trabajo. Allí es acogido y acompañado en su búsqueda, y finalmente es enviado a una empresa a hacer una etapa de aprendizaje. El empleador se interesa por él. Pone junto a él a un anciano que le enseña el oficio. Le proporciona todo el material: calzado, mono de trabajo, todo lo que necesita. La cosa marcha bien. Y el empresario está tan contento que vuelve al Centro de solidaridad dos meses después: «Si hiciera falta, estaría dispuesto a echar una mano a otra persona... ».
«Nadie se queda atrás». En los Centros de solidaridad se combate la crisis, y se hace desde la unidad. «En esta red de relaciones que es la Federación, nosotros tratamos siempre de ayudarnos y de sostenernos compartiendo lo más posible recursos y experiencias. De esta forma nacen momentos comunes en los que se ponen sobre la mesa testimonios, proyectos o ideas, con formatos muy distintos. «Nadie se queda atrás –dice de nuevo Enrico–. Si existe una persona a la que queremos conocer, nos organizamos y formamos un grupo para encontrarnos con ella».
Como por ejemplo en Pantellería. Durante un momento de trabajo en donde está presente también Enrico, Rosella habla sobre Graziella, antigua compañera de Ciencias Agrarias de Palermo, que le ha pedido ayuda. Al terminar los estudios, esta amiga había tomado la difícil decisión de volver a su isla, para tratar de construir algo allí. Pero después empezaron las dificultades, poco trabajo, poco dinero, a pesar de las muchas ideas... ¿Cómo ayudarla? «Vamos a verla», le espeta Tiozzo. Parte para allá un grupo de ocho personas. Después de tres días juntos, comienza una relación estable con Graziella, que abandona el pequeño negocio familiar, y se pone manos a la obra. Comienza a trabajar como ingeniero agrónomo, y consigue con el tiempo abrir un pequeño estudio. ¿Era esto suficiente? Graziella conoce a Daniele, compañero de universidad, también él oriundo de la zona. Y también él, como ella hasta hacía poco tiempo, con dificultades en el trabajo. Decide ayudarle del mismo modo en que ella ha sido ayudada. En la actualidad, han abierto juntos una asociación que se dedica a organizar excursiones por la isla. «Pensado en los tres días que pasé con vosotros –dice Graziella a los amigos–, intuyo que hacer el Centro de solidaridad y ayudar a Daniele no son cosas distintas. Y además el hecho de haber vuelto a ver a Rosella con otros ojos… Tal vez hacer el Centro de solidaridad es un bien para mí, y por eso me interesa».
«Soy el espectador privilegiado de un milagro»: Tiozzo lo llama «la revancha de gente normal que vive una experiencia extraordinaria». «Si al principio se trataba sólo de acoger a los parados, en un cierto momento nos dimos cuenta de que lo que hacíamos tenía un valor civil que no era indiferente, y que comenzábamos a ser interlocutores para las instituciones. No hemos perdido el carácter originario, sino que hemos comenzado a vivir verdaderamente hasta el fondo una realidad, una ocasión que literalmente se nos daba». Ocasiones son, por ejemplo, los recursos asignados por las administraciones. «Desde el Ministerio de Trabajo hasta los ayuntamientos más pequeños». Como sucede en Las Marcas, en donde nos reunimos periódicamente con el asesor regional de turno, sea cual sea su partido, y trabajamos juntos para encontrar la mejor forma de utilizar los fondos disponibles. O bien en Forlí, en donde se halla uno de los primeros Centros de solidaridad, uno de los más antiguos. Allí, junto al ayuntamiento y a la administración penitenciaria, se trata de ayudar a los presos y a aquéllos que salen de la cárcel a reinsertarse en el mundo del trabajo. O como el caso de Comacchio, en donde una cooperativa social se beneficia de más de cien “bolsas de trabajo” desarrollando la actividad de cuidado de los jardines públicos: «Es dinero del ayuntamiento, antiguas asignaciones para el desempleo utilizadas ahora no ya como subsidios sino como salarios. Todo esto gracias al encuentro que tuvimos hace algunos años con Giglio Zarattini, ex alcalde de izquierdas. Después de su muerte, le dedicamos a él, a un “rojo”, el Centro de solidaridad de la ciudad. Y eso que está en los locales de la parroquia que nos hospeda...», se ríe Tiozzo, recordando que la Brescello de don Camilo y de Pepone no está tan lejos de Ferrara.
«Cuando uno viene a nosotros, a un Centro de solidaridad cualquiera, con frecuencia se halla abatido, no tiene esperanza. Pero también vemos con frecuencia que, al cabo de algún tiempo, ha cambiado. No es que seamos más capaces que otros. Uno cambia por el encuentro con gente normal que se apasiona por su vida. Por el encuentro con Aquel que ha apasionado a esas personas. Es un espectáculo. Todas estas personas son un espectáculo por el que doy gracias a Dios».
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