«Lo que de verdad he aprendido este año es que mi tiempo no es infinito, pero mi curiosidad sí». Por ello, todo conocimiento es una meta alcanzada pero también un comienzo, una nueva apertura
Hace muchos años, en mi primera excursión con el colegio, le pedí al profesor de Ciencias que me explicara algo. ¿Por qué –me preguntaba–, si al estar de pie en un asiento del autobús en movimiento, tiraba mi bolsa de comida por la ventana, ésta caía directamente bajo el punto en el que la había soltado, como si la hubiera tirado en un autobús parado, o incluso una habitación, en vez de salir disparada hacia atrás –ya que el autobús se movía– y chocarse contra la ventana trasera del autobús?
El profesor me dijo que no hiciese el ridículo, que era una pregunta tonta y que, de todas maneras, no estaba permitido ponerse de pie en los asientos, por lo que tenía que sentarme y callar.
He vuelto a menudo sobre la misma cuestión, de vez en cuando he preguntado (nunca, por razones quizás obvias, a científicos profesionales) si la mía era una pregunta razonable. De entre todos a los que les he preguntado sólo mi hija de 13 años parece creer que sí lo es.
En el Meeting de este año, sin embargo, he podido ver reproducciones de instrumentos utilizados hace cuatro siglos por Galileo para mostrar cómo y por qué sucede ese fenómeno, y cómo utilizó tales descubrimientos para mostrar la falsedad de la creencia, entonces común, de que la tierra no se movía.
Al cabo de 40 años. Por favor, no me pidáis que os lo explique detalladamente. La exposición de Galileo estaba en italiano y la traducción inglesa, aunque era adecuada para expresar el sentido general, era algo imprecisa en los detalles. De todos modos, mi hija es la científica de la familia. Pero eso poco importa. Lo importante es que al cabo de 40 años descubro que no era un niño tan bobo como quisieron hacerme creer. Os aseguro que llegar a saberlo ha sido para mí un acontecimiento formidable. Esto es sólo un fragmento de la memoria del Meeting 2009. Pero también es algo revelador sobre la forma en que se aborda el conocimiento en el recinto del Meeting. Nunca he presenciado un evento similar que trasmita ciertas enseñanzas a la gente de una forma tan concreta: ofreciendo hechos e información, debates y testimonios, apoyándose esencialmente en la gratuidad, sin que por ello se deje de cuidar hasta el más mínimo detalle. No hay otra razón, no hay un propósito oculto distinto que el de ofrecer conocimiento, así como alimentar a quien lo visita con la alegría que el verdadero conocimiento ofrece.
Mi primer encuentro. Esta reciente edición ha estado definida para mí por mi primer encuentro –quizá también el primero del Meeting– con Harry Wu, el disidente chino que pasó 19 años en un campo de prisioneros y que ahora vive en EEUU. Wu trata de llamar la atención sobre los abusos que se perpetran contra los derechos humanos en su país. Este encuentro fue un reto para mí porque era consciente de los malentendidos que aparecen fácilmente a la hora de entender por qué Occidente sigue siendo ambivalente con respecto a China. Harry Wu es un hombre un tanto áspero al que no le gustan las medias tintas. Si quiere decir algo lo dice, antes que permitir un malentendido en aras de la educación. Tuvimos varios momentos de discusión, lo cual tensó el diálogo. Creo que éste fue un éxito por cómo contó su experiencia crudamente, sin sentimentalismo alguno.
Una meta y un comienzo. A lo largo de toda la semana, me encontré con personas impactadas por lo que habían visto y oído en ese debate. Querían saber si habían entendido lo mismo que yo. La historia de Wu había suscitado una profunda empatía hacia él, y, la vez, se habían puesto de manifiesto la complejidad y las paradojas de la misma. Todo lo que se dijo en ese acto tenía que ver con el problema de la libertad, tanto para Harry Wu como para nosotros. Para mí, nada quedó cerrado del todo, claro y rematado. Wu nos llevó, a través de su experiencia, tanto a la confusión como a la claridad, lo que significa que, todavía hoy, varios días después del cierre del Meeting y habiendo escrito ya un artículo sobre Harry Wu, sigo luchando con las preguntas y los desafíos que su experiencia me plantea. Este es –empiezo a entenderlo ahora– el camino del verdadero conocimiento, a lo largo del cual puede ocurrir que nos dejemos implicar, confundir, emocionar, intrigar, aburrir y retar, pero nunca que nos quedemos con simples fragmentos de información que nos sirvan de conversación en una cena. Es verdad que el conocimiento es una meta, pero también es un comienzo, el principio siempre de un deseo impetuoso de descubrir la verdad, de descubrirlo todo, un deseo que alimenta la ilimitada curiosidad que define nuestra humanidad.
Una ilimitada curiosidad. Es una falacia pensar que el Meeting proponga simplemente una avalancha de cosas con las que lidiamos todos los días. Es el modo de afrontarlas lo que es diferente, y que nos abre al misterio insondable. Entonces todo lo que se aborda remite a otra cosa y en esto se aleja de los esquemas con los que la cultura actual pretende acomodar el conocimiento a lo contingente, lo provisional o lo parcial. Este es el origen de la alegría que el Meeting infunde desde el primer momento. Lo que no se puede arrancar del corazón humano es su ilimitada curiosidad. En otros lugares ésta teme revelarse porque se considera como algo nocivo, por ignorancia o insensatez. En realidad es algo muy bueno, relacionado con la humildad y el asombro que nos capacitan para el conocimiento verdadero. Cuando estos canales se abren de nuevo, la llegada de nuevos conocimientos es siempre formidable, siempre un despertar, siempre un acontecimiento que aviva las preguntas sobre el significado de todas las cosas.
El siguiente paso. Salgo de la XXX edición del Meeting con un vivo deseo de saber más: sobre China y su Historia, sobre Galileo y sus descubrimientos, sobre san Pablo, tan vivamente expresado por Julián Carrón, sobre María Zambrano, alguien que la izquierda española ha ensalzado, mientras escribió cosas que comparten muchas personas, yo incluido, que la misma cultura progre tacha de conservadoras y reaccionarias.
Fundamental para mí ha sido la charla introductoria de Carmine Di Martino. No pretendo haber entendido todo, ya que era una densa y difícil presentación de algunos fragmentos de un análisis global. Como ayuda para comprender el método de Giussani me parece vital lograr una clara comprensión de la senda de conocimiento esbozada por Di Martino. Lo que se transmitía era puro conocimiento, no abstracciones como tales, sino conceptos refinados que ponen de manifiesto algunos de los de los dilemas clave de nuestra cultura. Pensé que el siguiente paso me tocaba a mí: comprender esos conceptos y plasmarlos en analogías, experiencias y palabras que pertenecen a la cultura del día a día.
Dar en la diana. Salgo del Meeting, este año más que otros, más necesitado de saber. Quiero leer sobre Galileo y procurarme los escritos de María Zambrano. Pretendo provocar a mi sede local de Amnistía Internacional para que hagan algo útil e inviten a Harry Wu. Voy a pedir la traducción del discurso completo de Di Martino.
Estoy luchando con la amplitud de lo que he visto. Me queda un sinfín de cosas por conocer. Sería fácil pensar que ya he perdido bastante de mi tiempo y que no merece la pena perder más. Pero sería no dar en la diana.
Yo no puedo conocerlo todo, ni siquiera puedo conocer algo en toda su profundidad. Pero puedo secundar mi deseo de entender lo mejor que pueda, aceptando que este deseo es insaciable. Es lo que de verdad he aprendido en el Meeting de este año: que mi tiempo no es infinito, pero mi curiosidad sí.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón