Si habéis ojeado el cuaderno adjunto a este número de Huellas o lo habéis leído en su versión digital, es probable que os haya alcanzado un eco del impacto que se produjo en quienes estuvimos en La Thuile participando en la Asamblea Internacional. A los cuatrocientos responsables de CL allí reunidos no nos resultaba del todo nuevo ese «no nos basta» que Julián Carrón planteó directa y decididamente ante la confusión que nos rodea y que nos concierne: «No nos basta la repetición de un discurso, por muy justo que sea». No basta para salir de la confusión. «Y esto también lo sabemos nosotros –añadía Carrón–, porque hemos repetido muchas veces la palabra justa, pero esto no nos permite mantenernos en pie, no nos hace respirar. Necesitamos ver personas que por su forma de estar, por su forma de afrontar la realidad y de reaccionar ante las provocaciones de la vida, introducen una luz, una claridad en medio de la confusión por cómo viven el afecto, el trabajo, las circunstancias».
Enseguida, Julián sugiere otro paso: «Pero no basta el testigo. El testigo nos muestra una forma más humana de vivir las circunstancias, y por ese motivo nos llama la atención; pero no es suficiente, porque cada uno de nosotros (tú, yo) necesita que suceda lo mismo en su vida, en las circunstancias que se ve obligado a afrontar, es decir, necesita vivir como experiencia personal aquello que el testigo le muestra. ¡De esta forma su experiencia llega a ser mía!».
Fue una provocación para todos. Sigue siendo vital el valor de los testigos. No se trata de archivar un término para sustituirlo con otro: ahora toca “experiencia” y “juicio”. No. Se trata de asimilar la experiencia que el testigo propone. En las páginas de este cuaderno podemos seguir paso a paso todo el recorrido que describe Julián. Claro está que sólo cuando una experiencia llega a ser personal produce claridad y esperanza. «La certeza de la fe no crece si lo que vemos en los testigos no se convierte en una verdadera experiencia personal».
El Meeting de este año ha documentado exactamente este recorrido y lo hemos puesto de manifiesto en este número. Al volver de las vacaciones y retomar las tareas cotidianas se agradece tener delante un reto sencillo y personal: comparar lo que sucede con lo que nuestro corazón anhela, con lo que somos por naturaleza. Para que crezca la certeza de la fe, la certeza de su Presencia en nuestra vida. ¡Pensad en qué puede significar esto para lo que nos espera en la escuela, en el trabajo y en la familia! Pensad en qué puede suceder, en un contexto muy confuso y, en cierto sentido, bárbaro, si dentro de todas las cuestiones sociales, políticas o culturales, dentro de la realidad, empezamos a darnos cuenta de verdad de la presencia inextirpable de Aquel que, habiendo resucitado, muestra su señorío en la realidad concreta, domina en el presente.
Empezamos el curso con las palabras de Gregorio Nacianceno, tan queridas para don Giussani: «Si no fuera tuyo, Cristo mío, me sentiría criatura finita». Que nadie se quede sin llegar a decir «mío»…
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