Va al contenido

Huellas N.8, Septiembre 2005

IGLESIA La JMJ de Colonia

«Dejaos fascinar por Cristo»

Andrea Tornielli

El Papa y los chicos de Colonia. La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret. Dadle el “derecho a hablaros” durante estos días

Lo había dicho en varias ocasiones en los días precedentes a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, como preanunciando cuál sería el contenido de su mensaje: el cristianismo no es un fardo, no se puede reducir a una serie de prohibiciones. El cristianismo es alegría y belleza, es el encuentro con una persona, con un rostro, con una presencia viva. Benedicto XVI, en su primer viaje internacional, que coincidía con su primera vuelta a su patria, quiso dejar este único anuncio a los ochocientos mil jóvenes llegados a Alemania: «Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo él da plenitud de vida a la humanidad». Palabras que el Papa pronunció ya el primer día del viaje, en el punto álgido de la fiesta de bienvenida que le condujo hacia la catedral de Colonia, tras un paseo en barco por el Rhin, rodeado de una representación de jóvenes procedentes de los cinco continentes.

Respuesta a la sed del corazón
«Hemos venido a adorarle» era el tema de la JMJ elegido por Juan Pablo II. En la ciudad alemana, en una urna de oro de dimensiones gigantescas –la más preciosa de la cristiandad–, se conservan unas reliquias procedentes de Milán y que la tradición atribuye a los Reyes Magos. De esta forma, estas palabras, contenidas en el evangelio de Mateo, se convirtieron en el leit-motiv del encuentro. El Papa dirigió un «saludo particular a los que han venido de Oriente, como los Magos. Representáis a las incontables muchedumbres de nuestros hermanos y hermanas de la humanidad que esperan, sin saberlo, que aparezca en su cielo la estrella que los conduzca a Cristo, Luz de las gentes, para encontrar en él la respuesta que sacie la sed de sus corazones». «Abrid vuestro corazón a Dios, dejaos sorprender por Cristo. Dadle el “derecho a hablaros” durante estos días... Haced la experiencia liberadora de la Iglesia como lugar de la misericordia y de la ternura de Dios para con los hombres».
Benedicto XVI impresionó por su serenidad y sencillez. Tímido y comedido en el gesto, concentró todo su anuncio en los tres discursos conmovedores de la fiesta de bienvenida, de la vigilia y de la misa en Marienfeld. El Papa trató de no aparecer como protagonista y centro de atención, sino que en todo momento indicó a los jóvenes la dirección a la que mirar juntos. Por eso el culmen de la vigilia del sábado 20 de agosto fue la adoración eucarística, una novedad para estos macro-encuentros de la JMJ.

Un niño, el Rey que buscaban
No pronunció homilías sobre el relativismo que aflige a Europa, no tronó contra el secularismo y la descristianización (precisamente en Alemania cada 75 segundos un cristiano, católico o protestante, decide abandonar su comunidad), no realizó reclamos éticos ni levantó barreras identitarias. Tampoco animó a resistir a la inmigración en nombre de los valores occidentales. Benedicto XVI sabe bien que los cristianos no están contra nadie, sino que son personas a las que por gracia les ha sucedido algo: se han encontrado con la belleza y la verdad, y proponen (no imponen ni reducen a ideología) el reflejo de ese encuentro a todos. Podemos imaginar el asombro de los Magos –dijo el Papa– ante el Niño en pañales. Sólo la fe les permitió reconocer en la figura de aquel niño al Rey que buscaban, al Dios al que la estrella los había guiado. En él, cubriendo el abismo entre lo finito y lo infinito, entre lo visible y lo invisible, el Eterno ha entrado en el tiempo, el Misterio se ha dado a conocer, mostrándose ante nosotros en los frágiles miembros de un niño recién nacido». Ese recién nacido al que Juan Pablo II, en marzo de 2000, al celebrar la misa en la Plaza del Pesebre de Belén, había definido como «nuestro todo».

Siempre con nosotros y ante nosotros
El anuncio evangélico de la fe vivida como encuentro con una presencia viva hoy fue acompañado de la comunicación de otra certeza: en la «gran procesión de los fieles llamada Iglesia» Jesús se manifiesta viviente, «siempre con nosotros y al mismo tiempo siempre ante nosotros». Benedicto XVI dijo que «se puede criticar mucho a la Iglesia», y recordó la petición de perdón de Juan Pablo II. Y añadió que «en el fondo, consuela que exista la cizaña en la Iglesia. Así, no obstante todos nuestros defectos, podemos esperar estar aún entre los que siguen a Jesús, que ha llamado precisamente a los pecadores».
El entusiasmo con el que el Papa fue recibido, la atención con la que los ochocientos mil jóvenes –a pesar del cansancio y de los problemas causados por las graves carencias organizativas– participaron en los tres encuentros con el Pontífice y los dos mil jóvenes que después de la JMJ manifestaron su voluntad de abrazar la vida consagrada testimonian que la sencillez y la esencialidad de ese anuncio eran muy necesarias.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página