Va al contenido

Huellas N.8, Septiembre 2005

CULTURA H. U. von Balthasar

Sólo el amor es digno de fe. La verdad es un acontecimiento

David L. Schindler*

En el centenario de su nacimiento recordamos al gran teólogo suizo. Hizo una lectura de la cultura occidental a partir de la conciencia de que toda criatura es un don de Dios. Un Dios hacia el que el hombre debe estar agradecido. En su centenario, lo recuerda uno de sus discípulos

«Sólo el amor es digno de fe»: estas palabras, que son el título de uno de sus libros, representan una especie de compendio de la obra del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar, del que celebramos este año el centenario del nacimiento. A algunos les podrían resultar demasiado simples para ser todavía eficaces en la actual situación cultural, con sus bloques de poderes globales, las economías consumistas y las biotecnologías “compasivas”. Balthasar, sin embargo, era plenamente consciente de la complejidad de los problemas contemporáneos. Concebía estas palabras como portadoras de la única verdad capaz de atacar los problemas de raíz, sin quedarse en los síntomas.
Los cristianos, decía, son los «guardianes de una metafísica de la persona integral en una época que ha olvidado tanto al Ser como a Dios». Ellos tienen la responsabilidad de mantener vivo el amor lleno de asombro que es el punto de origen de una existencia auténticamente humana que abarca el cosmos entero. El asombro se encuentra ya de forma inconsciente pero viva en la mirada del niño que abre por primera vez los ojos y ve la sonrisa de su madre. A través de esa sonrisa el niño aprende que «es afirmado y amado, que está insertado en una relación que manera inefable le abraza, le protege y le nutre». En esa relación, en otras palabras, se genera el asombro por el hecho de que se le ha consentido existir. «Esta condición de haber sido llamado al ser no puede ser superada por ninguna interpretación ulterior de las leyes o de las necesidades del mundo». La teología de Balthasar, de un asombro que evoca un don y de un don que evoca estupor, encuentra su forma teológica en la obediencia agradecida del fiat cristológico-mariano-eclesial. La frase que ha acuñado para definir el método fundamental de la teología es kniende theologie (teología de rodillas o en oración). Una teología semejante no excluye otros métodos (por ejemplo histórico-críticos), sino al contrario, los comprende solo en cuanto los integra. Insistía Balthasar en que los santos –aquellos en los que el verbo de Dios se ha encarnado auténticamente– son los únicos que tienen derecho, en última instancia, a hablar de Dios.

Recoger los tesoros de Egipto
El arco de la obra de Balthasar, contenido en 119 publicaciones, abarca toda la herencia occidental de la filosofía, de la literatura, del arte y de la teología. No obstante, como afirmó el entonces cardenal Ratzinger en la homilía de su funeral, este insigne teólogo no estaba movido por la simple curiosidad de conocer o por el sentido de poder que deriva del disponer de muchas capacidades. Su interés era sobre todo el de «recoger los tesoros de Egipto en las tiendas de nuestra Fe» (hablando en el lenguaje de los Padres de la Iglesia), y sabía que «tales tesoros pueden dar fruto únicamente en un corazón convertido». Al final la teología no vive tanto «de lo que se piensa [cuanto] de lo que se recibe». «Por eso Balthasar –afirmaba Ratzinger– era... un hombre de Iglesia en el sentido más profundo del término».
Era el profundo sentido del don, que tenía su origen en la communio divina revelada en Jesucristo, lo que inspiraba a Balthasar su lectura de la cultura occidental. De hecho Henri de Lubac, que definió en una ocasión a Balthasar como «quizá el hombre más culto de nuestro tiempo», escribió que «el diagnóstico espiritual [que hace Balthasar] de nuestra civilización es el más agudo que se haya hecho nunca». Podemos comprender la profundidad de esta afirmación solo en cuanto vemos que el asombro que está en el origen de la existencia humana indica también la “lógica” de esa existencia. Esto es la criatura: un don de Dios cuyo ser se despliega oportunamente en un movimiento agradecido hacia Dios, un movimiento tendente a recoger con gratitud todo lo que se piensa, se hace y se produce.
Los problemas característicos de nuestra cultura se identifican justamente aquí, en la ausencia de gratitud o de obediencia agradecida a Dios. Nuestra política, la economía y las (bio)tecnologías, en su característica expresión liberal, carecen de la forma de la creaturalidad. La verdad, la bondad y la belleza, reconocidas en época premoderna antes que nada como dadas (por Dios) hoy se consideran en primer lugar como hechas por el hombre (Vico: verum quia factum).

Contemplación y acción
A don Luigi Giussani le gustaban mucho las palabras de Romano Guardini: «En la experiencia de un gran amor todo lo que sucede se convierte en acontecimiento dentro de su ámbito» (R. Guardini, La esencia del cristianismo, Cristiandad, 2003). Balthasar concebía todo el cosmos, incluida toda la cultura humana, como un evento dentro del amor de Dios. Un evento de amor no como un acontecimiento “pío”, sino como significado, como el rostro mismo del Ser. De esta forma, «el mundo entero, gracias a la presencia del Hijo encarnado que es la Imagen definitiva del Padre, es transformado en una especie de sacramento de la verdad y del amor divino». Como decía Adrienne von Speyr, la más estrecha colaboradora de Balthasar, el intercambio trinitario de amor en el seno de Dios «abre al mundo», de forma que la palabra misma se convierte en un «intercambio entre cielo y tierra».
Balthasar era un contemplativo, pero no en el sentido de una persona poco comprometida con el mundo. Comprendía que cualquier gesto es vacío y estéril si no brota de la contemplación, y por eso era un hombre de acción en el sentido mariano, y por tanto joánico e ignaciano, del término. El compromiso de Balthasar con el mundo se expresó en tres fundaciones. En 1945, junto a Adrienne von Speyr, fundó la Comunidad de San Juan, un “instituto secular” (Weltgemeinschaft): una comunidad formada por sacerdotes y laicos –hombres y mujeres– que viven un amor consagrado permaneciendo en el mundo. En 1947 fundó la Johannes Verlag, una editorial con la misión de difundir obras teológicas, filosóficas, espirituales y literarias que pusieran de manifiesto el catolicismo y el sentido católico del amor evangélico.
Por último, en 1972, junto con los teólogos Henri de Lubac, Joseph Ratzinger y otros (Karol Wojtyla colaboró posteriormente para llevar la revista a Polonia), Balthasar fundó la revista internacional de teología y cultura Communio, que actualmente se publica en catorce lenguas distintas.

Balthasar y el Concilio
Balthasar veía Communio como un instrumento para explicitar la doctrina conciliar ante las controversias y la difundida incertidumbre que siguió al Concilio con respecto a la fe católica histórica y al significado mismo de la existencia humana. En los años siguientes al Concilio, Balthasar fue criticado por algunos por haber abandonado su precedente defensa preconciliar de la apertura de la Iglesia al mundo (cf. por ejemplo Schleifung der Bastionen, 1952 [Derribar los bastiones]) y haberse replegado sobre una visión “integrista” (cf. por ejemplo Cordula, 1966 [Seriedad con las cosas: córdula o el caso auténtico]). Pero la verdad de su posición, es decir, el núcleo constante de su ser ininterrumpidamente centrado sobre la Iglesia y el mundo se puede identificar en su famoso artículo «Das Konzil des Heiligen Geistes» (El Concilio del Espíritu Santo), 1966.
«Sólo el amor es digno de fe»: estas palabras, en síntesis, transmitían para Balthasar un “nuevo” realismo que transformaría el hastío generado por la vacía alma tecnócrata (anima technica vacua) característica de la época moderna, resistiendo sin embargo al “moralismo” característico de la anti modernidad. Hoy en día la misión de los cristianos es dar testimonio, en todos los aspectos de su existencia, del gesto de amor cuya forma se encuentra en el fiat sufriente de Cristo. Los cristianos deben leer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio. La inculturación del Evangelio que brota de aquí será una nueva inculturación, no la imposición mecánica de la antigua. Será una inculturación creativa, formada en la libertad del Espíritu. Todo esto podrá suceder mientras los cristianos no dejen de asombrarse y de amar.

*Deán y Profesor de Teología fundamental en el Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre Matrimonio y Familia, Washington D.C.; director de Communio (edición para Norteamérica)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página