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Huellas N.8, Septiembre 2005

CL Milán / Bicocca

Vivir la universidad a tope

Paolo Perego

Un día con los estudiantes de la comunidad del CLU de la Bicocca. Además de las clases, el estudio y los exámenes, se puede compartir una amistad, ayudar a los nuevos estudiantes, proponer debates sobre actualidad o crear un periódico. Toda una vida en nombre de Otro

Hay alguien que todavía recuerda a los trabajadores de la Pirelli o de la Breda pedalear en bicicleta a lo largo de la calle Sarca, o bajar de los autobuses que llegaban desde el norte de Milán, o de los trenes que paraban en la estación de Greco Pirelli… Los monos azules, las huelgas, las cooperativas de construcción en las cercanías. Hoy, el metro-tranvía descarga bajo los túneles y cobertizos cientos de estudiantes, y la plaza de la antigua estación de Greco recibe cada cinco minutos centenares de muchachos. La Bicocca, antaño célebre barrio industrial de Milán, ha cambiado radicalmente. Hoy intentan llamar Tecnocity el nuevo complejo universitario de Milán, pero para todos sigue siendo la Bicocca. El proyecto, comenzado en 1992 buscaba descongestionar la Universidad de Milán y llevar a cabo una revaloración urbanística de esta zona del norte de la ciudad. Ocho facultades de ciencias y humanidades: Ciencias matemáticas, físicas y naturales, Psicología, Economía, Medicina, Derecho, Sociología, Estadística y Ciencias de la Formación. El día ha sido caluroso y soleado. Llego en moto desde la calle Sarca. Bordillos grises y rojos, una colina artificial, edificios todavía en construcción asomados a una plaza semienterrada, con zonas verdes, cascadas de agua y porches a distintos niveles. Al fondo está el teatro de los Arcimboldi, con su vidriera inclinada. Llego al edificio U-7 (me recuerda a una construcción de la Stalingrado de los años 50) para alcanzar finalmente la plaza de la Nueva Universidad, delante del U-6: casi dos hectáreas de cemento sembradas de pequeños árboles siguiendo una perfecta geometría. Hay algunos chicos sentados en los bancos de mármol blanco que se alternan con focos tecnológicos y papeleras de diseño moderno, a diez metros una de otra. Me acerco; se trata de una clase de sociología al aire libre; el profesor, en medio de los chicos que están en círculo alrededor suyo. Cerca, algunas chicas toman el sol.

Empezamos con un café
En la entrada del U-6 me esperan mis amigos del CLU. Doy un toque a Luca. «¡Estamos aquí!». Con él se encuentran Stefano, Andrea y Paolo. Enseguida vamos a tomar un café, un buen comienzo para nuestra charla. El bar está en el piso -1: a las diez la cafetería de los estudiantes todavía está desierta. Taza en mano, comienzo con mis preguntas, mientras llegan otros amigos, Adriano, Franci y Chiara, Daniel y Francisco, Claudio y Gabri… Nos cuentan sus impresiones sobre el lugar: la estructura no es muy acogedora, solo pasillos y aulas. Enseguida me interrumpen: «Es verdad. Esta estructura está pensada para quitarnos las ganas de venir: pocos sitios donde reunirse, a parte de los pasillos. Como si uno viniera a la universidad sólo para ir a clase y, nada más acabar, marcharse a casa». Así que hoy tenéis clase… «Nosotros –explica Paolo, que estudia Economía– no venimos a la universidad sólo por las clases. Llegamos pronto por la mañana y nos vamos tarde. Estar en la universidad no se reduce a ir a clase y hacer los exámenes». Mira, mira… ¿A qué te refieres? «El día está repleto de un montón de cosas. Además de las clases y el estudio en la biblioteca donde pasamos mucho tiempo, sobre todo en exámenes. Pero la vida aquí está hecha de encuentros con la gente, de amistades, de relaciones que toman la forma más diversa, desde un banal descanso-café con charla y cigarrillo hasta reuniones para organizar iniciativas culturales».

En el local
Siento curiosidad. Salimos de la cafetería y recorremos un largo pasillo que quizás, Kubrick hubiera apreciado. Luca se para cerca de la máquina de café: «Te nuestra sede en la Universidad », y abre una puerta antiincendios detrás de la cual aparece una habitación con mesas, ordenadores y armarios. Ninguna ventana. «Es el local que la Universidad ha destinado para los representantes de los alumnos». Luca fue elegido el año pasado para formar parte del Consejo de Administración de la Universidad, y me explica que en este lugar, compartido con todos los demás representantes, cobran vida todas las iniciativas públicas propuestas por la universidad. «Para nosotros es importante participar en la política universitaria, porque es el modo de compartir la vida de la universidad y porque nos permite construir a partir de nuestra experiencia cristiana. Como en el caso de las asociaciones estudiantiles».
¿Asociaciones estudiantiles? «Hace unos años –explica Andrea– empezamos a dar una forma más institucional a las jornadas que organizamos para recibir a los nuevos estudiantes al comienzo del curso. De este modo nació la asociación Help Point. Así en septiembre, preparamos las presentaciones de varias facultades a cargo de profesores y alumnos, tomamos contacto con los nuevos estudiantes y organizamos una convivencia de tres días para introducirles en la universidad. Además Help Point durante todo el curso propone iniciativas, como el ciclo de encuentros de este año». Me explican que han organizado mesas redondas sobre temas importantes de educación, filosofía o economía, o sobre el referéndum, en las cuales han participado destacadas personalidades y docentes. Esta programación continuará este año con una frecuencia mensual. «Por ejemplo, leyendo un artículo de Giancarlo Cesana publicado en Il Foglio el pasado diciembre, pensamos proponer a todos, profesores y estudiantes, un encuentro sobre “psicología y educación”, llamando al mismo Cesana, a la directora del Instituto de Ciencias de la Formación, Susana Mantovani, y al profesor Dario Varin, profesor de Psicología del desarrollo. La idea de fondo de una iniciativa como ésta es poder ser protagonistas en la vida de la universidad, también yendo al fondo de las relaciones con los profesores, como en este caso. Inesperadamente el impacto hasta ahora ha sido notable. Al último encuentro sobre el referéndum, con Angelo Vescovi y Giulio Cossu, había cerca de 500 personas». Un éxito.

La universidad es vuestra
Franci y Chiara, ambas inscritas en la especialidad de Ciencias de la Educación, me contaron cómo habían entablado relación con un profesor de Pedagogía cuando el año pasado le entregaron un panfleto con un juicio sobre la guerra: «Nunca había tenido nada que ver con gente de CL hasta ahora», comentó. «Él nos picaba por ser del movimiento –cuenta Chiara–, pero la relación se hacía cada vez más interesante, incluso habíamos comenzado a frecuentar a sus clases. Por Navidad le regalamos Educar es un riesgo de don Giussani, y nos dijo: “De todos modos la universidad es vuestra porque estáis, estáis presentes”». El otro día el profesor paró a Francesca en los pasillos: «Señorita, entonces para las prácticas estamos de acuerdo: me interesa mucho trabajar con usted». La compañía es agradable, encontramos y saludamos a muchas personas mientras seguimos con nuestra turné. Pregunto a Daniele, que acaba de terminar los tres años de sociología, cómo ha cambiado la universidad con la aplicación de la reforma: «Como con todas las cosas nuevas, al principio hubo un poco de confusión; no es que ahora esté todo claro, pero empezamos a tomar más confianza con las diferentes novedades: hay que elegir los exámenes a hacer según los distintos planes de estudio, calcular meticulosamente los créditos teniendo en cuenta los exámenes y las diferentes actividades extraescolares, como cursos de lengua o prácticas... Es un poco como hacer la lista de la compra: este examen me da tantos créditos, este otro me da tantos…». Mientras caminamos noto cómo el edificio es realmente vanguardista: ascensores, escaleras mecánicas, aire acondicionado.

La espada en la roca
Me hablan de Giorgio Vittadini, “Vitta”, que enseña en la Facultad de Estadística: «Hacemos la Escuela de comunidad todos los jueves con él. Vienen también profesores y personal no docente. Y muchas veces personas nuevas. Muchos de nosotros nos juntamos en los días previos para leer el libro y preparar algunas preguntas; de este modo la asamblea del jueves se convierte en algo realmente rico e interesante. Nos cruzamos con Stefanone, recién licenciado en Psicología y ahora inscrito en la especialidad. Él es uno de los nuevos. «Había oído hablar de CL, y como sabía que algunos de ellos habían sido elegidos en los órganos académicos, fui a buscarles al local de Delegación. Conocí a Danielotto, que enseguida me invitó a la Escuela de comunidad. Y me pegué como una lapa: las vacaciones de verano en La Thuile, el periódico…». ¿El periódico? «La idea fue de Sangio a principios de año: quería tener un espacio donde poder juzgar todo lo que sucede en el mundo y un instrumento para comunicar estos juicios». De este modo nació la pequeña redacción de La espada en la roca que, no sin dificultad, consiguió publicar tres números. «¡Decir quiénes somos! Tener un instrumento para ello es importante. Como cuando vendemos Huellas. No ponemos una mesita, sino que vamos directamente a las personas que están estudiando o a las clases y lo proponemos a los compañeros».

Milagros y focos
Ya es casi la hora de la comida. Antes de ir a comer nos reunimos todos para rezar el Angelus en una pequeña plaza muy cerca de la universidad: este es un gesto que se hace desde hace años, todos juntos, y que con el tiempo se ha convertido en el momento central de la jornada. Después, los avisos de Marta nos llevan a un bar. Hasta hace poco había en la zona viejos mesones donde comer a buen precio. En el entorno de la universidad han florecido bares, panaderías y pizzerías. Estamos unos diez. En la comida charlamos de la historia de la comunidad de CL de la Bicocca. Hasta hace siete años era pequeñísima; ahora, con sus ocho facultades, supera con mucho las cien personas –excluyendo medicina, en Monza–; a partir de 2001 es una única comunidad, mientras que antes estaba dividida entre el grupo de ciencias y el de humanidades. Después de la comida, los chicos vuelven a sus libros en la biblioteca. Se estudia en riguroso silencio, pero juntos. Alguno tiene clase. Se hace el descanso juntos, algunos bajan a las máquinas del café, charlan un poco y vuelven a estudiar. Hasta la noche. Las jornadas son plenas e intensas. Por la noche me invitan a cenar a un “apa” –los apartamentos de los estudiantes que no son de Milán–, muy cerca de la universidad. La universidad continúa también aquí; no hay solución de continuidad en la vida de la comunidad, en la amistad. Me hablan de la muerte de don Giussani, de los encuentros inesperados que ésta generó, del nuevo impulso que el juicio sobre este hecho trajo a la vida de todos los días, como si se hubiera despertado «la conciencia de una responsabilidad con el mundo». Francesco es de Chioggia, estudia Estadística: «En estos años me he dado cuenta de que la universidad, el CLU, es un “momento de gracia”, una posibilidad para que la vida sea plena, para que todo lo que hagas tenga un único denominador común: Cristo. Es difícil esconderse, sobre todo aquí en Bicocca, donde el ambiente también representa una provocación para cualquiera: no se puede sobrevivir sin más». Vuelvo la mirada al día transcurrido. He conocido a chicos normales, que hacen lo que hacen todos, lo que todos podrían hacer. Pero su modo de estar juntos, de compartir la vida, sus “intentos irónicos” de “vivir y no de sobrevivir”, todo esto no es normal: «Nuestra amistad es un milagro» dice Gabri. Después de la cena, vuelvo a mi scooter: miro la plaza de cemento con los árboles y con esos focos absurdos que, por su disposición, parecen lápidas de un cementerio. No se ve un alma. «Un milagro»: por todo lo que he visto hoy, quizás sea la palabra más acertada.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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