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Huellas N.7, Julio/Agosto 2005

CL Educación

Rímini. Una nueva casa para la escuela Karis

Valerio Leéis

Cien empresarios reunidos para hablar de educación. Tema: invertir en capital humano. Un ejemplo: la Comasca, una antigua colonia marítima, que desde septiembre alberga a 1.400 estudiantes

Algo nuevo y “curioso” sucede a orillas del Adriático. ¿Qué hacen allí, por ejemplo, cien empresarios reunidos en una antigua colonia en el paseo marítimo de Rímini? Nos hallamos en mayo, un viernes por la tarde, nadie se ha ido de fin de semana. Son muchos; nunca se ha visto en Rímini una asamblea de empresarios tan numerosa. Y no la ha convocado la confederación de empresarios, Confindustria, o alguna asociación de categoría. Estos cien empresarios no se han reunido para hablar de producción, contratos o competitividad. Han aceptado la invitación a este encuentro en la Comasca, que desde el otoño pasado alberga algunas escuelas, para hablar de educación.
La invitación para participar en esta reunión sui generis ha partido del Karis Club, una asociación surgida para sostener las escuelas de la Fundación Karis, una realidad de libre enseñanza muy activa en la provincia de Rímini: cerca de 1.400 alumnos, desde educación infantil hasta bachillerato. Desde el pasado mes de septiembre la Fundación Karis tiene una nueva “casa”: la Comasca, un imponente edificio en el paseo marítimo de Bellariva, recuperado de la degradación que lamentablemente caracteriza a otros edificios para la infancia surgidos a comienzos del siglo pasado. Karis recibió la ex colonia como cesión gratuita por parte de los propietarios, las familias Gemmani y Tadei, dos nombres de primera fila del empresariado local. Dos empresas líder con exportaciones en todo el mundo: maquinaria para la industria maderera y textil. Podría decirse que estas familias, Gemmani y Tadei, son generosas. Pero no. Son simplemente empresarios. Empresarios que invierten en educación.

Una cuestión crucial
De esta forma se desvanece la “extrañeza” que podría aparecer ante este grupo que se reúne para hablar de educación junto a Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, Mauro Piccini, administrador delegado de Alpitour, y Vittorio Tadei, responsable del grupo Teddy (uno de los protagonistas de la operación Comasca). Vittadini centra enseguida el toro y traza las coordenadas por las que el encuentro adquiere pleno significado: «La cuestión crucial del desarrollo es el capital humano, es decir, la capacidad intelectual atribuible al hombre como factor determinante para la producción y el incremento de la productividad. ¿Dinero? ¿Tecnologías? Parece exagerado, pero hoy se estima que más de dos tercios de la capacidad productiva dependen del aspecto humano».
Declive, crisis, pérdida de competitividad: son palabras recurrentes cuando se habla de empresa y economía. ¿Por dónde empezar? Piccini, de Alpitour, observa: «Lo que necesita un grupo como el nuestro es tener gente que sepa cómo empezar, y esto no quiere decir únicamente tener instrumentos técnicos: éstos se pueden adquirir. No significa sólo estar adiestrado. Significa tener esa dimensión humana por la que querer comenzar tiene un sentido, por la que uno tiene ganas de hacerlo. Este es hoy el problema esencial: hay poca gente que tenga ganas de comenzar».
¿Dónde se encuentran personas que tengan ganas de comenzar una y otra vez? ¿Dónde se encuentra, cómo nace, por decirlo con Vittadini, «ese tipo de persona capaz de comprender el cambio, capaz de entender que no puedes pararte nunca, que debes recorrer el mundo para conocer las novedades?». Hace falta una escuela que eduque en esto. La política de recursos humanos de las empresas se cruza necesariamente con el tema de la educación. Tadei ha explicado, relatando su experiencia, la conveniencia económica de una inversión en educación: «Siempre les digo a mis amigos que trabajan en la escuela: ofrecednos personas responsables, es decir, que tengan ganas de ir al fondo de las cosas, que sean curiosas, entusiastas, apasionadas y con gusto por buscar la verdad. De formarlas técnicamente nos ocupamos nosotros, sobre el terreno. Cuando estas personas vayan a trabajar a una empresa o a cualquier otro sitio, serán las únicas capaces de hacerla avanzar».

Invertir para resistir la competencia
De estas palabras se hace eco también Gemmani, copartícipe en la aventura de la colonia Comasca: «Si no se invierte en capital humano, a la larga no es posible resistir la competencia. Invito a todos los presentes a que, como ha hecho mi familia y la de los Tadei, inviertan en educación. No es una forma de hablar. Nosotros hemos invertido en esta estructura porque creemos de verdad que es un beneficio para la ciudad y por tanto para nuestras empresas».
Los colegas empresarios escuchan con atención, en absoluto aburridos o disgustados por los inusuales discursos. Vittadini habla de la última criatura nacida en casa Karis. Rímini, una de las capitales internacionales del turismo, tiene necesidad de una sacudida, de volver a empezar, de encontrar nuevas formas para su tradicional vocación a la hospitalidad. Desde el próximo curso escolar una rama del bachillerato científico gestionado por Karis estará especializado en el tema de la hospitalidad. No para adiestrar directamente cocineros, camareros o directores de hotel, sino para formar personas que, movidas por un deseo humano, deseo de verdad y de belleza, sean después capaces de dar nueva forma al arte de la hospitalidad. Esto sucede siguiendo a maestros, y uno de estos, implicado en la experiencia de la escuela, es Paolo Taverini, uno de los chef más apreciados en Italia. Y con él, con sus platos, con su gusto por la hospitalidad, han vuelto los cien empresarios a la colonia Comasca el 28 de junio, para cenar en los jardines del complejo escolar. Se ha aceptado el desafío lanzado por el Club Karis: hablar de inversión en educación en Rímini ya no es tabú. Algo nuevo ha comenzado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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