La negativa del primer texto de la Constitución europea por parte de franceses y holandeses es bienvenido. Da la oportunidad de corregir algunas cosas que estaban avanzando en la dirección equivocada. Y también de volver a pensar en el proyecto de integración europea en toda su complejidad.
Debemos considerar la integración perseguida en los últimos años esencialmente en dos aspectos:
¿En qué consiste el proyecto europeo?
¿Es el intento de dar vida a los Estados Unidos de Europa, capaces de medirse con los de América? A mi entender, eso sería un tanto equivocado. El proyecto de integración europea debe mirar a la prohibición de la guerra en el interior de Europa y establecer el libre comercio. Por el contrario, Europa no debe tratar de ser una gran potencia, similar a los EEUU. Ser una potencia “imperial” es extremadamente costoso y da resultados negativos, si se consideran todos los aspectos. De cualquier forma, tratar de ser una potencia mundial reduce el bienestar material y la felicidad de los ciudadanos.
Aún más importante: ¿cómo se relaciona el proyecto europeo con los ciudadanos?
En este sentido la UE ha sido un fracaso. Es un error atribuir el no a la Constitución europea exclusivamente a problemas nacionales internos o al hecho de que la Constitución no se ha vendido lo suficientemente bien a la población. La negativa se debe, más bien, al hecho de que los ciudadanos no tienen nada que ver con las decisiones políticas tomadas en la UE. Lo que sucede en el Consejo de Ministros, como en Bruselas, es más bien opaco. En ninguna nación democrática se esconden las decisiones tomadas como se hace en la UE. La razón esencial por la que los ciudadanos europeos están alejados de la Unión es el déficit democrático.
El primer intento de la Constitución no colma ni mucho menos este déficit. El texto ha sido elaborado por un consenso de profesionales seleccionados del mundo de la política, los ciudadanos de a pie no han jugado ningún papel. Ni el primer texto da a los ciudadanos ningún derecho de participación. En el siglo XXI una constitución digna debe dar a los ciudadanos el derecho de participar directamente en ella, más allá de la elección de los miembros del parlamento. Deberíamos tener el derecho de emprender iniciativas populares y de votar en los referéndum populares. Los ejemplos de los votos de Francia y Holanda demuestra la importancia crucial de estos referéndum.
*Profesor de Economía en la Universidad de Zuigo. Es autor de más de una docena de libros (disponibles en inglés y alemán, además de una serie de traducciones en francés, español, portugués, galiciano, italiano, japonés, coreano y chino) y de más de 350 artículos en revistas académicas del sector (la mayor parte de economía y alguna de ciencias políticas, sociología y psicología).
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