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Huellas N.7, Julio/Agosto 2005

SOCIEDAD Europa. El Viejo continente tiene que reanudar la marcha

Entrevista a Giorgio Lombardi. Una Europa sin identidad no tiene futuro

a cargo de Michele Rosboch

El proceso se ha bloqueado a causa de las debilidades internas (de los Estados) y externas (de la Unión Europea). Los ciudadanos desconfían. En esta entrevista Giorgio Lombardi, profesor de Derecho Público en Turín, nos explica desde dónde se puede volver a empezar

El rechazo del Tratado constitucional europeo por parte de Francia y de Holanda, la tensión creciente entre los Estados miembros, las diferencias entre la Comisión y los Estados a título individual son síntomas de una Europa enferma. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cuál es el remedio para que el Viejo Continente salga de nuevo hacia adelante? De todo ello hemos hablado con el profesor Giorgio Lombardi, catedrático de Derecho Público Comparado de la facultad de Derecho de la Universidad de Turín, miembro del Consejo Superior de la Magistratura y presidente del Instituto de las Regiones del CNR (Centro Nacional de Investigación).

Profesor Lombardi, ¿qué futuro le espera a Europa tras el rechazo del Tratado constitucional por parte de Francia y de Holanda? ¿Qué va a pasar con el proceso de integración?
La respuesta puede parecer simplista, pero no creo que lo sea; la evolución quizá sea más lenta pero sus consecuencias serán también más útiles. La brusca aceleración de Europa, ese empeño por sacar adelante a cualquier precio la Constitución –entendiendo por tal lo que se ha llamado Tratado constitucional, puesto que se trata efectivamente de una constitución, una constitución con forma de tratado pero con contenido constitucional– en mi opinión, tenía un punto débil de partida: llegaba en un momento de crisis de los Estados, no solo económica sino también política; a su vez la Unión Europea necesitaba avanzar en la integración, pero también hacerlo de modo que potenciara a la marcha de Europa y le confiriera más capacidad de influencia en los asuntos de los Estados.
Voy a explicarme mejor. Actualmente el Estado, debido a sus compromisos con la Unión Europea, ya no puede resolver los problemas que se generan a causa de las variables endógenas que se manifiestan en su territorio: crisis de las estructuras económicas, problemas de organización, etc. Además, la Unión Europea no está capacitada para favorecer el desarrollo mediante soluciones internas (se considerarían subvenciones a las empresas, cosa que actualmente está prohibida, y resultarían como una interferencia indebida) ni tampoco tiene atribuciones para resolver los problemas que se plantean en el interior de los Estados. Nos encontramos ante en cruce entre dos debilidades: la interna de los Estados y la externa de la Unión Europea; se crea así una situación de poca competitividad y de bloqueo del desarrollo de los Estados.
Yo creo que la solución a los problemas surgidos por el rechazo a la ratificación de la Constitución por parte de Francia y de Holanda pasa por sopesar con más atención, de manera menos superficial, esta Carta que la Unión Europea ha buscado a cualquier precio para acelerar su integración: es decir, más seriedad, una meditación más atenta y con más calma. Y por encima de todo, esta Constitución tiene muchos defectos que no se le pueden ocultar al pueblo, pero sobre este punto volveremos.

¿Por qué en los últimos años el proceso de integración europea ha perdido apoyo popular? ¿Qué diferencias hay entre la Europa de los Padres fundadores y la que genera la actual Constitución?
Tampoco es difícil responder a esta pregunta. Europa se ve atrapada en exceso en la máquina burocrática, mientras que al principio existía un gran impulso ideal: se acababa de salir de una guerra provocada por las materias primas y de la tensión generada por el control del carbón y del acero. Entonces se transfirieron estas competencias de los Estados a la Comunidad Económica Europea. Pero una vez hecho esto había que construir la unidad y se hizo de una manera árida y burocrática: la Unión que establece cómo deben ser las manzanas o los quesos, con unos procedimientos que comportan un impacto tecnológico y burocrático espantoso. Esto acaba con los intereses y la pasión de los ciudadanos: uno cree que tiene una oportunidad y se encuentra con una prohibición, cree que va a poder construir y se encuentra con un obstáculo. Veamos, si en un momento dado cambian los criterios de seguridad tecnológica, el empresario tiene que cambiar todas sus instalaciones; la gente empieza a pensar que Europa no les hace ninguna falta, que solo la necesitan los lobbies, que son los que establecen las reglas y prosperan allí donde no hay participación popular. Todos estos procedimientos complicados tienen la apariencia de “comisiones legales”: lo que más aleja a los ciudadanos de una institución es pensar que solo sirve para sí misma y no para el pueblo.

¿Entonces, cual será el nuevo punto de partida?
Hay que volver a empezar con sencillez considerando las necesidades colectivas, valorando sincera y objetivamente los niveles de desarrollo a los que se ha llegado y trabajar desde ahí. De nada sirve decir «sigamos como hasta ahora» y que continúe prevaleciendo la burocracia, sino que se deben identificar los verdaderos problemas y tratar de resolverlos. Si la situación de los diferentes países no es homogénea, se espera y se establecen acuerdos que sean realmente útiles para todos.

¿Qué papel puede tener el capital humano que fue reconocido en el Consejo Europeo de Lisboa del año 2000 como el principal recurso para relanzar la competitividad de Europa?
El capital humano tiene una importancia enorme porque es la savia que da vida a cualquier institución. Es de donde hay que partir: si existe una fuerza auténtica que crea en los valores de Europa y pretenda aportar su propia contribución, humildemente pero con decisión, entonces hay esperanza, pero si no es así, no es posible. Si no es así, nos encontraremos con una superestructura percibida como tal por los pueblos de la Unión. Lo importante es la identidad; es necesario trabajar por ello, pero una identidad sin el elemento humano no se construye. Naturalmente, el elemento humano conlleva una serie de valores culturales, religiosos e ideales, cosas que la Constitución Europea ha olvidado, o bien subrepticiamente ha primado unos en detrimento de otros.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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