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Huellas N.5, Mayo 2005

CL El movimiento hoy

En Betania, entre los niños de Samar

Andrea Finessi

Es palestina y cristiana. En su “casa” más de cien niños huérfanos aprenden a perdonar, y un grupo de mujeres palestinas rehace su vida. Además está la panadería, en donde trata de ganar dinero y de crear puestos de trabajo. Pequeños milagros en Tierra Santa

«Yo paso por este mundo una sola vez. Si hay un bien que hacer, un favor, una acción, permíteme, oh Dios, hacerla ahora, porque no paso por aquí más que una vez». Estas son las palabras que Samar se repite siempre. Las dice en su italiano aprendido gracias a los muchos amigos que tiene en Italia.
Samar Sahhar es palestina, vive en Betania desde 1971, año en que sus padres se trasladaron allí desde Jerusalén. Desde los treinta y tres años se encarga de un orfanato, una obra que su familia empezó adaptando una habitación, una vieja estancia utilizada para las ovejas para poder acoger a diez niños. Mientras su padre decía «¡diez y no más, ya no más!», los servicios sociales israelíes seguían mandándole niños. Después, con la adquisición de un terreno, se construyó un nuevo edificio y se abrió con ello la posibilidad de albergar también a niños palestinos. «Ha sido la realización de un sueño».
Para Samar no hay diferencia de origen: «¿En qué idioma llora un niño?» era la respuesta de sus padres a los que les preguntaban cómo era posible que ellos, que eran cristianos, cuidaran a tantos niños musulmanes. Hoy su “casa” en Betania está llena de niños que comen al tiempo que te miran con ojos asombrados y llenos de curiosidad. Niños que se acercan y que quieren que les des la mano o que les cojas en brazos. No tienen padres, y Samar se ha convertido en la madre de todos ellos.

Espacio para todos
«Aquí en Tierra Santa, en el lugar en el que Jesús trajo su amor para todos, en donde vivió, es una lástima que exista esta guerra. Debemos buscar siempre personas que puedan estrecharse la mano por un futuro para este mundo. Hay espacio para todos», y entre estas personas ella ha elegido a los más inocentes. Niños que se hacen adultos y que tienen la conciencia que Samar les ha transmitido. Recuerda a uno de estos niños: «un niño que se había criado con nosotros y que se fue al Líbano. Allí le dijeron que matara a los cristianos. La respuesta fue: “¿Cómo puedo matar cristianos, cuando las personas que más me han querido han sido justamente ellos, mi familia de Betania?”». Samar se detiene a pensar: «Ellos continúan nuestra historia, con el deseo y la curiosidad de ver las cosas tal como son».
La suya es una gran responsabilidad: cuida de más de cien niños, setenta y dos niños y treinta y una niñas, que viven en áreas separadas. Después del orfanato masculino nació una casa femenina por la necesidad de ayudar a las niñas y a las mujeres, porque en toda Palestina no hay estructuras de acogida para ellas: «Empecé albergando a las hermanas de los varones que estaban con nosotros, y cuando los servicios sociales me enviaron una familia, sentí la responsabilidad de aceptar no solo a los hombres, sino también a las mujeres que tienen necesidad de una casa. He creado una nueva estructura y la he llamado “Lazaros”, porque siempre le pido a Dios que vuelva a dar la vida a estas mujeres en Palestina, como hizo Jesús con su amigo Lázaro».

Una niña en la Natividad
Un día tres hermanas paseaban por Belén y se encontraron a una niña encadenada en una cueva. Tenía quemaduras en varias partes del cuerpo. Ha estado en el hospital más de un año, y allí ha podido ser curada y sometida a diversas operaciones plásticas. «Ahora tiene trece años, y por primera vez va a la escuela. No quería ir, y ahora es una de las mejores alumnas. Sus notas del primer semestre son de las mejores. Ahora ha venido también una hermana suya, de nuevo totalmente quemada por su madre. Hace poco tiempo fuimos a Belén, a la iglesia de la Natividad, y le dije: “Pídele algo a Jesús”. Cuando salió se volvió hacia mí y me dijo: “Le he pedido que perdone a mi madre”». Samar se queda en silencio un momento y después, con la sonrisa de alguien que sigue conmoviéndose delante de esta niña, dice: «Fue golpeada en la cabeza y perdió todos los dientes. Le cuesta mucho comer. Que una niña pueda pedirle a Jesús que perdone a su madre por todo esto, ¡es un milagro!».

El pan en un garaje
La historia de Samar está verdaderamente llena de milagros. Uno de estos es la panadería “más grande de Betania”. La idea: ganar algo de dinero para el orfanato, dar de comer a los niños y crear puestos de trabajo para algunos palestinos.
Samar firma un contrato de 75.000 dólares con un israelí de Tel Aviv para comprar la maquinaria. «No tenía dinero y me asustaba la idea de terminar en prisión, pero al final se ha pagado todo y doy gracias a Dios por ello». El alquiler de un local en la calle principal es demasiado alto. Encuentra un garaje, un lugar muy aislado: «Lo he transformado y arreglado para convertirlo en una panadería. Todos me decían que estaba loca y que aquello no funcionaría. Para sorpresa mía, cuando construyeron el muro, la calle en la que está el garaje se convirtió en la calle principal de la ciudad. Hay quien ha venido a mi despacho y me ha dicho: “Pero tú, ¿trabajas con Sharon?”. Y yo le he respondido: “No, con alguien más poderoso: trabajo con Jesús”».
El israelí al que le compró la maquinaria no quería ir a instalarla a territorio palestino. Después de mucha insistencia consintió hacerlo: «No iría por un millón de dólares, pero por ti, Samar, lo haré». Al finalizar las obras hay una fiesta, una comida en un restaurante de Betania. Han hecho un gran sacrificio para participar. A la misma mesa se sentaban musulmanes, judíos y cristianos: «Comimos juntos –cuenta Samar– y fue un hermoso testimonio también para todos mis chicos».

Engendrar en el significado de la vida
El hecho de ser madre de tantos niños es una gran ayuda. Samar vive, desde el año 71, una experiencia de virginidad «para vivir mejor la maternidad con los niños», dice. Es la experiencia de los Memores Domini, que ha marcado su vida desde 1994, año en que entró a formar parte del Grupo Adulto, bajo la guía de don Giussani. De esta forma aprendió que engendrar la vida es «engendrar en el significado de la vida», igual que hace un padre. Samar se conmueve todavía hablando de su “maternidad”: «Sentía que estos niños sin madre, sin padres, me llamaban a estar con ellos para continuar el trabajo que habían empezado mis padres. Con todo el corazón. Yo les llamo mis hijos. Somos como una familia, nunca nos hemos considerado de otra manera. En Betania, en este lugar, he experimentado mi vocación de ser madre».
Una palestina cristiana, madre de cien niños, una mártir. Y justamente el testimonio de su caridad y su misma presencia en aquella tierra constituyen un signo de paz y de cambio para todos los hijos que ha engendrado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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