Los locales de Scholè, en Bolonia, abarrotados de estudiantes de bachillerato. Dos horas de diálogo con el profesor Boschi y con el padre Cervellera, para tomar conciencia de lo sucedido y para no ceder a la indiferenciaLa sede de Scholè –el Club del estudio como descubrimiento– de Bolonia, se hallaba abarrotada de estudiantes de bachillerato el pasado 14 de enero. La propuesta era un encuentro titulado «El tsunami y nosotros» promovido por Gioventù Studentesca y por la Asociación Bologna Studenti, con el patrocinio y la colaboración de la Junta Estudiantil Provincial. En el encuentro intervenían el padre Bernardo Cervellera, misionero del PIME (Pontificio Instituto para las Misiones en el Extranjero) y director de la agencia de prensa Asia News, y el profesor Enzo Boschi, presidente del Instituto nacional de geofísica y vulcanología.
Ante la pregunta: «¿Qué ha sucedido?», el científico respondía que nadie habría podido imaginar un evento de esa magnitud: un terremoto equivalente a la suma de 30.000 seísmos como los sucedidos hace siete años en Umbría y un maremoto que ha provocado una ola con una fuerza inmensa que viajaba a la velocidad de 300-400 Km/h. «Es un fenómeno natural. Nuestro planeta está vivo. Es como si alguien lo hubiese proyectado para que exista la vida. La inestabilidad del núcleo terrestre del que derivan los seísmos es la misma que permite que sobre la Tierra exista un clima favorable para el hombre».
El Padre Cervellera, que cuenta con una dilatada experiencia de contacto con la realidad del sudeste asiático, afirmaba que ante una tragedia tan grande emerge inevitablemente y en términos excepcionales la pregunta por el destino, por la precariedad y por la fragilidad de la vida, pero también por el valor inconmensurable que tiene. Cervellera resaltó cómo pocas horas después del desastre nacía una solidaridad impresionante, y que los primeros en moverse habían sido los cristianos.
Ante la pregunta de un estudiante: «¿Existe alguna relación entre lo que ha sucedido y la falta de respeto hacia el protocolo de Kyoto?», Boschi “daba un respingo en su silla”, explicando que ninguna variación del clima sobre la superficie terrestre podía explicar lo que había sucedido, y que afirmarlo era tener una posición ideológica e instrumentalizada. Muy distinto, añadía, es recordar que no existe en aquellos lugares un sistema de protección civil como el que está presente en la otra parte del Océano, y que seguramente esto podría haber evitado muchas víctimas.
Ante el relato de personas que tomaban el sol a pocos metros de los muertos, o de los que se habían lamentado de que no les devolvieran el dinero de las vacaciones que no habían podido disfrutar, el padre Cervellera explicaba que hay dos tipos de indiferencia: una estúpida, que oculta la realidad para vivir como si nada hubiese sucedido, y una ideológica, que trata de instrumentalizar lo sucedido para sus propios planes o proyectos políticos. Ambas posiciones carecen de realismo, es decir, no se ponen delante de la realidad dejándose tocar por el “hecho” sin prejuicios o preconceptos.
El encuentro en Scholè ayudó a los estudiantes presentes a no dejarse vencer por esa doble indiferencia, porque el profesor Boschi y el padre Cervellera permitieron dar un paso adelante hacia del misterio de la vida y de la realidad.
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