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Huellas N.11, Diciembre 2004

IGLESIA Robert Schuman

El padre de Europa. Tras las huellas de san Benito

Eduardo Zin*

El pasado mes de mayo concluyó el proceso de beatificación del gran estadista francés. La amistad con Monnet, Adenauer y De Gasperi para la constitución de Europa. «La democracia debe su existencia al cristianismo»

Con ocasión de la firma del Tratado Constitucional europeo por parte de los jefes de Estado y de gobierno, la prensa ha escrito que el acto se celebró en Roma, en el Campidoglio, porque en ese mismo lugar se firmaron los tratados que dieron lugar al nacimiento de la Comunidad Europea el 25 de marzo de 1957. En realidad no fue así. Fue el 9 de mayo de 1950 cuando se ratificó la primera Comunidad Europea. Desde hace unos años se celebra en este día la “fiesta de Europa” en todos los países europeos, y la recientemente firmada constitución sanciona esa fecha.
El 9 de mayo de 1950 el ministro de exteriores francés, Robert Schuman, con una célebre declaración pone la “primera piedra” de la edificación de la casa común europea.

La declaración del 9 de mayo de 1950
Fue el 9 de mayo cuando Robert Schuman decide “hacer suya” la propuesta de Jean Monnet, su estrecho colaborador, que desde hace meses trabaja en la realización de un plan para la puesta en común del carbón y del acero en una asociación independiente de los gobiernos con instituciones de control supranacionales.
Robert Schuman no puede perder el tiempo porque sabe que el 10 de mayo está prevista una reunión en Londres de los ministros de exteriores de los países aliados. En la mañana del 9 de mayo, Schuman envía al canciller alemán Adenauer un legajo reservado que contenía la propuesta que el Consejo de Ministros francés aprobaría esa misma mañana y que mostrará a la prensa mundial pasada la tarde de ese mismo día.
La breve y esencial declaración –que pasó a la Historia como el acto oficial del nacimiento de la primera Comunidad Europea– se abre con una visión amplia, casi profética, de las perspectivas políticas: «No se podrá salvaguardar la paz mundial sin esfuerzos creativos que se hallen a la altura de los peligros que la amenazan». Así pues, Schuman afirma su visión funcionalista: «Europa no se creará de golpe, ni mediante la simple adición de todos; se realizará a través de las acciones concretas, que generen, ante todo, una solidaridad de hecho». El estadista auspicia seguidamente la superación de la secular oposición entre Francia y Alemania: «Para este fin, el Gobierno francés propone dirigir inmediatamente la acción sobre un punto limitado pero decisivo: el Gobierno francés propone unificar la producción franco-alemana del carbón y del acero bajo una autoridad común en una organización abierta a la participación de los otros países europeos (...) Así se realizará simple y rápidamente la fusión de los intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y profunda entre países enfrentados desde hace tanto por sangrientas divisiones».
Unir las industrias pesadas francesa y alemana, poder controlarlas, significaba impedir a estos países la posibilidad de preparar o hacer la guerra. La fusión económica se realizará siete años más tarde, el 25 de marzo de 1957, con la creación de la Comunidad Económica Europea (CEE, conocida también como MEC: Mercado Común) y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA, conocida como EURATOM, que se transformarán con el tiempo en la actual Unión Europea.

Los artífices de Europa
El horizonte internacional al comienzo de los años cincuenta es muy oscuro: la URSS dirige una violenta campaña contra EEUU y consolida su posición en el Este, dividiendo así al planeta en dos bloques (“la guerra fría”). El mismo occidente está unido contra Alemania, a la que se ve como un peligro para la paz. En Francia, el general De Gaulle es partidario de una política muy rígida con la Alemania vencida.
En 1948 Robert Schuman ingresa en el Quai d’Orsay como ministro de Exteriores y ya piensa en dar entrada a Alemania en el concierto de las naciones europeas mediante una política de alianza entre Francia y Alemania.
En 1950 se desencadena en Alemania una violenta campaña nacionalista antifrancesa: se acusa al canciller Konrad Adenauer de “vender” el Saar y el Ruhr a los aliados; la crisis alcanza el paroxismo cuando se concede a Francia el disfrute de las minas de carbón de Lorena. En ese momento Schuman se convence de que Europa es la única fórmula capaz de ofrecer una solución al problema alemán: la entrada de Alemania junto a los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial evitará que esta retome el curso de una política nacionalista y servirá de paso para la creación de una comunidad europea.
Schuman y Adenauer se conocen desde 1948: ambos se aprecian y se profesan una confianza recíproca. En la correspondencia que mantienen se reclaman mutuamente a la amistad sincera y a las comunes convicciones cristianas.
También el italiano Alcide De Gasperi se muestra ansioso por contribuir a una menor aspereza en las relaciones franco-alemanas y sueña con una Europa unida.
Schuman y De Gasperi, ambos hombres de frontera, conocen bien las minorías étnicas, uno vivió en la Lorena, cuando esta formaba parte del II Reich alemán; el otro en el Trentino, cuando dicha región pertenecía a uno de los Länder austriacos. Los dos estadistas están convencidos de que el nacionalismo puede ser transferido a un espíritu europeo más elevado.
La amistad con De Gasperi es más reciente: «Nos encontramos tarde en la vida –escribirá Schuman el 28 de febrero de 1953 al estadista italiano– pero nuestra amistad es profunda y sin reservas. Estábamos, sin duda, predestinados en un momento en que debía definirse una nueva política para nuestros países. Nuestra amistad ha sido a menudo mediadora eficaz y desinteresada, un impulsora clarividente y tenaz».
Schuman, Adenauer y De Gasperi tienen en común la concreción que les lleva a abandonar el intelectualismo y la abstracción; ambos poseen el don innato de las relaciones humanas, el gusto de la discreción y la prudencia, el arte de buscar grandes proyectos en los que comprometer no sólo la palabra, sino incluso intereses aparentemente contradictorios. Les une, sobre todo, una sólida fe cristiana que les lleva a practicar las virtudes evangélicas.
La virtud cristiana del perdón y de la reconciliación fue vivida de un modo extraordinario por Adenauer, De Gasperi y Schuman en sus vidas, hasta el punto de que se solicitó indagar si se daban los requisitos necesarios para iniciar un proceso canónico de beatificación. En tanto que para los dos primeros la etapa diocesana está por comenzar o en fase de comprobaciones, en el caso de Schuman el proceso finalizó el pasado mes de mayo y los volúmenes correspondientes a los testimonios recogidos y validados ya se han transferido a la Congregación Romana para la Causa de los Santos.

Sabiduría y autocontrol
El compromiso político de Schuman –que abarca desde 1919 a 1960, cuando por razones de salud debe alejarse de la vida pública– fue ejercitado a la luz de una profunda coherencia entre vida, fe y enseñanza de la doctrina cristiana de la Iglesia. Desde el principio al fin de su actividad política nunca consideró que la fe era opuesta a la acción socio-política. Poseía un concepto bíblico del hombre: este debe conformarse, en libertad, a Dios, de quien es imagen viviente. Esta idea fecundó toda su vida.
Quien estaba cerca de él, sentía que se encontraba ante un hombre de Dios, sin deseos personales, sin ambiciones, que buscaba servir a los otros guiado tan sólo por su conciencia cristiana, que no imponía a nadie, y de la que nunca hacía ostentación.
De buen grado citaba a san Agustín: «Una ley no es ley si no es justa. Si se aparta de la justicia es una corrupción de la ley».
Ante los ataques de la Izquierda en la Asamblea Nacional, que le reprochaban el ser un “sucio prusiano”, asume una posición de sabiduría y autocontrol dictada por su naturaleza dulce y humilde de corazón. «Sólo son pobres hombres manipulados: sus acusaciones no deben suscitar aversión alguna en mí, tan sólo piedad. Antes que maldecir, es necesario rezar por ellos», dijo cuando salía de Waula.
Igualmente explícito fue en ciertas afirmaciones que hoy supondrían un escándalo: «La democracia debe su existencia al cristianismo», escribe en Por Europa.
Testimonió el concepto bíblico del hombre, de cada hombre, en una época en que el ser humano no era sino «moho en la superficie de un astro muerto» (Nietzsche), o también «un tejido accidental impregnado de sensualidad» (Freud), o simplemente «algo absurdo» (Sartre).
Para enfrentarse a las batallas de cada día encontraba la fuerza en la comunión diaria, en una devoción viril a la Virgen, en la escucha atenta de la Palabra de Dios y en la convicción de ser sólo un instrumento en las manos de Dios: «Todos somos instrumentos, si bien imperfectos, de la Providencia, que se sirve de nosotros para designios que nos superan», escribía en 1960.
El hombre que transformó el carbón y el acero, motivos de secular conflicto, en pacífico instrumento de reconciliación, tendría el orgullo de pronunciar estas palabras ante el Parlamento Europeo el 19 de marzo de 1958: «Todos los países de Europa están impregnados de la civilización cristiana. Ella es el alma que es necesario devolver a Europa».

Raíces cristianas
Ha habido una oposición dura –y al final triunfante– a la introducción en el preámbulo de la Constitución Europea de una referencia explícita a las raíces judeo-cristianas del continente. Se ha llegado a semejante extremo porque Europa ha diluido el concepto de persona que, a su vez, está ligado al de Dios, en tanto que la persona está fundada en el concepto de “amor” y Dios es amor.
Es innegable que en el origen de nuestra civilización europea está en cristianismo con su moral unitaria, que exalta la figura y la responsabilidad de la persona, que es germen de solidaridad evangélica, con su culto del derecho heredado de la cultura romana, con su voluntad de verdad y de justicia adquiridas en una experiencia milenaria.
Pero no es que el cristianismo se encuentre sólo en el origen de nuestra civilización. Fue vivido, testimoniado y practicado por los padres fundadores de la Unión Europea, especialmente por Robert Schuman. Y esto no lo puede negar nadie.

*El autor pertenece al Instituto “ San Benito, Patrono de Europa”, postulador de la causa de beatificación de Robert Schuman


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Vida
(Benedetta Villani)
1886 Robert Schuman nace el 29 de junio en Clausen, un suburbio de Luxemburgo, en la región de Alsacia, que entonces formaba parte del Eric alemán. Pasó su juventud entre Luxemburgo y Lorena. Estudió Derecho en las universidades de Berlín, Munich, Bonn y Estrasburgo. Se licencia en Estrasburgo y trabaja como abogado en Metz. Durante la Primera Guerra Mundial rechaza enrolarse en el ejército alemán y es hecho prisionero.
1913 Se encuentra entre los organizadores del Katholikentag (Congreso de los católicos alemanes) en Metz.
1919 Con la anexión por parte de Francia de Alsacia y Lorena, es elegido diputado de la región de Mosela en la Asamblea Nacional por el Partido Democrático Popular. Es reelegido en varias ocasiones y más tarde será elegido diputado de la circunscripción Thionville-Este. Forma parte de diversas comisiones parlamentarias y se convierte en miembro del Consejo Consultivo de Alsacia-Lorena.
1940 Durante la Segunda Guerra Mundial es arrestado por los alemanes y deportado a Alemania, pero consigue escapar dos años después y forma parte de la Resistencia francesa.
1945 Es elegido diputado por el Movimiento Republicano Popular, de inspiración católica.
1946 Ocupa la cartera de Ministro de Hacienda.
1947 Llega a la Presidencia del Gobierno, pero sólo permanece un año en el cargo.
1948 Es nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. Se compromete sobre todo con el proyecto de unificación de Europa, consciente de que sólo la superación de los particularismos nacionales podría evitar una nueva guerra. Cultiva esta ambición junto a su amigo Jean Monnet, De Gasperi y Adenauer, quienes pueden ser considerados como los padres fundadores de la Unión Europea.
1950 En colaboración con Jean Monnet, redacta el famoso “plan Schuman”, publicado el 9 de mayo, que proponía el control, por parte de un organismo supranacional, de la producción del carbón y del acero, las principales materias primas para la industria armamentista. La idea de base sobre la que se fundaba tal proyecto era que “quien no disponía libremente del carbón y del acero no volvería a estar en condiciones de declarar la guerra”.
1951 En abril, se hace realidad el “plan Schuman” con la institución de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), a la que se adhieren Bélgica, Francia, Alemania Federal, Italia, Luxemburgo y Holanda.
1958 Asume el encargo de presidir el Parlamento Europeo.
1960 Se retira de la vida política.
1963 El 4 de septiembre muerte en Scy-Chazelles, cerca de Metz.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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