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Huellas N.11, Diciembre 2004

SOCIEDAD EEUU / Elecciones presidenciales

El reclamo de la libertad

Marco Bardazzi

Kerry era el candidato del progreso, de la ciencia, el nuevo futuro. Eso parecía. Pero los americanos, en contra de todo pronóstico, no se han fiado. Prefieren las posiciones llanas y las convicciones de Bush

Una mañana de finales de octubre, a pocos días de las elecciones a la presidencia de EEUU, algunos cientos de personas se habían reunido en un teatro de Columbus, la capital de Ohio, para escuchar a John Kerry. «Si me elegís, seré un presidente que cree en la Ciencia y que no pondrá límites a la investigación científica», prometía el senador de los demócratas, situado en el palco junto a la viuda del actor Christopher Reeve, fallecido pocos días antes y protagonista hasta el final de la batalla en favor de la investigación con células madre embrionarias.
Lo que sucedió luego, ya lo sabemos. Ohio negaba a Kerry el acceso a la Casa Blanca y prefería dejar en ella a George W. Bush. El hombre que quería ser el presidente del optimismo científico fue rechazado, y las razones que están detrás de este voto hay que buscarlas más en discursos como los pronunciados en Columbus que en los programas electorales sobre temas como Irak o el paro.
Para tratar de explicar el resultado de las elecciones americanas, la mayor parte de los observadores y expertos se han lanzado a analizar las estrategias del “mago” electoral de Bush, Karl Rove. Durante semanas se ha oído hablar del peso ejercido en la victoria por los grupos evangélicos, por el extremismo religioso de la América profunda y, más en general, por la mezcolanza entre fe y política que Bush ha llevado al Despacho Oval. Pero muchas de las respuestas a los interrogantes sobre el fracaso del que se ha quedado fuera por el resultado de las elecciones en EEUU, en realidad, hay que buscarlas no tanto en el mundo de Bush, sino en la figura misma de su adversario y en el ambiente que le apoyaba. Se había dicho durante meses que el voto del 2 de noviembre sería un referéndum en contra o a favor del presidente republicano, pero la verdad es que al final, con los más de 3 millones de votos de ventaja de Bush en el voto popular, las elecciones se han resuelto en un juicio nacional a favor o en contra de Kerry y de la América que se proponía llevar al poder.

Las “dos Américas”
En los últimos años, EEUU se ha mostrado dividida en dos, pero no según las líneas de demarcación que Kerry y su vicepresidente John Edwards indicaron durante la campaña electoral cuando hablaban de las “dos Américas” (la de los ricos y la de los pobres, la que tiene cobertura sanitaria y la que no, etc...). Una de las dos Américas es, en realidad, la de las dos costas del país, el Atlántico y el Pacífico, con sus centros de poder editorial, cinematográfico y científico en Nueva York, Boston y Los Ángeles. Es la América que desde hace años propone nuevos modelos de sociedad y de familia, la de las parejas gay que se casan en el municipio de San Francisco y la de las universidades de Massachussets, que proponen proyectos de clonación e investigación con embriones, en donde las reservas éticas ceden el paso a las perspectivas de éxito científico. Es una franja del país con el pie apretado sobre el acelerador, lanzada en una dirección incierta, pero deseosa de llegar lo antes posible. Es la América “azul”, el color de los demócratas, que el 2 de noviembre votaba a Kerry reconociéndole como el hombre capaz de llevar a la Casa Blanca las instancias del “progreso”.

Pronósticos equivocados
La otra América, la “roja” de los republicanos, es esa enorme parte del país que desde hace tiempo mira perpleja a las propuestas que llegan desde las dos costas y está preocupada por el tipo de sociedad en la que vivirán sus hijos. Definirla como la parte de EEUU más retrógrada y religiosamente extremista es una de las muchas simplificaciones que les gustan a los medios de comunicación, pero que explican también cómo es posible que los órganos de información no hayan atinado con el pronóstico: entre ellos y lo que le interesa verdaderamente a la gente hay un abismo. Periódicos y televisiones están convencidos de que la elección de un dirigente tan importante como el presidente de EEUU se hace solo sobre la base de los programas electorales de los candidatos, de su valentía en los debates televisivos y de sus ideas acerca de un restringido número de temas como los impuestos, el empleo o la sanidad. La idea de que la gran afluencia a las urnas beneficiaría a Kerry era hija de este modo de mirar la realidad, en donde cuenta sólo la capilaridad de la organización del partido y el número de gente que consiga llevar al poder.

Puerta a puerta
Al ir a votar en masa y al expulsar –también en masa– a Kerry y a su propuesta para la América de los próximos años, los americanos han enviado un mensaje distinto. Han dicho que lo que les interesa a la hora de elegir un presidente son los requisitos que van más allá de sus habilidades dialécticas y de la bondad de los múltiples “planes” que propone para resolver todo, desde la criminalidad de las calles o el Alzheimer hasta la crisis de Oriente Medio. Se han dado cuenta de que el tipo de sociedad encarnada por las aceleraciones progresistas de las dos costas del país no les convence. Han explicado a los periodistas, editores y políticos –en América, pero también en Europa– que las elecciones se vencen yendo puerta a puerta, no solo llegando a la gente a través de los medios de comunicación, y que las grandes personalidades del espectáculo (desde Michael Moore a Bruce Springsteen) están a menudo lejos de la mentalidad corriente.

Desafío internacional
El epílogo de las elecciones americanas se comprende mejor, por tanto, si se tienen en cuenta las innumerables contradicciones que encarnaba en sí John Kerry, el ex monaguillo católico dispuesto a comprometerse un poco en todo –desde el aborto o el matrimonio de los homosexuales a la pena de muerte– en nombre de la propia imagen de líder progresista y abierto. La sencillez de las posiciones y de las convicciones de Bush han hecho que al final venciera, a pesar de sus límites personales y de los errores de los primeros cuatro años de presidencia, porque los electores se han convencido de que tiene claro el nivel del desafío internacional al que está llamada esta generación de americanos y porque saben cuál es su posición en los temas más espinosos.
Kerry encarna las contradicciones y la ausencia de una percepción clara de la propia identidad que le caracteriza no solo a él, sino también al ambiente de las dos costas de EEUU que le ha votado y, se podría decir, de esa larga franja de Europa que esperaba tenerlo como interlocutor en la Casa Blanca. La gente lo ha comprendido, y no se ha fiado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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