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Huellas N.11, Diciembre 2004

PRIMER PLANO

Comunicar una experiencia

Autores del pasado y voces del presente corroboran las afirmaciones existenciales que don Giussani expone en la entrevista de Gian Luigi Vecchi, publicada en el Corriere del 15 de octubre. La experiencia elemental del hombre ante la presencia inconfundible del Misterio

La Navidad es el recuerdo de cómo el Señor
se ha hecho presente.
El Señor nunca pertenece al pasado.
Por tanto, la Navidad es el recuerdo del Señor
que se ha hecho hombre,
fue niño como cada uno de nosotros lo ha sido y lo es.
Luigi Giussani


Mirar “con pasión”, “con amor”: la sorpresa por la realidad
Para responder parto de un modo de mirar las cosas “con pasión”, “con amor”, con una apertura que no me deja solo, sino que pone en marcha una relación. No se puede abordar una cuestión de la que depende la vida con una actitud como la que acabo de describir sin que esto descoloque al otro, le sorprenda. Si se produce este asombro, será lógico hablar a los chicos con entusiasmo, y todo el trabajo quedará subordinado al empeño de la inteligencia; sería un error en efecto seguir a alguien sin un porqué. En el cerebro del hombre está la clave que exige la explicación del porqué. Con otras palabras, sin la sorpresa por la realidad como punto de arranque, el hombre se quedaría bloqueado, poco o mucho, en la pura necesidad de hacer –¿pero, hacer qué?– y sentiría cualquier intento suyo como inútil.


No se equivocará, no obstante todos los errores posibles, quien haya querido bien a la realidad, o sea a la Creación. Al amar la realidad te internas en ella y abrazas la vida sin necesitar abstracciones. Basta con amar la realidad, siempre, de todas formas, incluso de forma atropellada, aproximativa, como la mía. Pero amarla. No hay más preceptos.
Giovanni Testori

En una entrevista, cuando le pregunté cómo se sentía uno con 108 años, me contestó: «Como un equilibrista montado en un trapecio».
Al final, rezando, no pedía nada. Daba gracias. Daba gracias conmovido, alegre, tierno, mirando desde la terraza los arboles agitados a lo lejos por un viento silencioso. Sabía que cada día cada hora cada momento era un don. Y sabía que dar las gracias era prolongar la vida.
Giuseppe Pontiggia
El residence de las sombras chinas


Evidentemente, mi manera de mirar el mundo, los objetos, no es natural, no es laica. Siempre veo las cosas como algo milagroso, cada objeto tiene algo de milagro. Tengo una visión, siempre un tanto informe, en cierto sentido religiosa.
Pier Paolo Pasolini

Debe ser como un coche que de pronto se topa con un muro y vira de repente. Acontece y genera asombro.
Entre director y orquesta se crea algo cuya química no se puede determinar técnicamente, es un misterio.
Un misterio que genera asombro.
Riccardo Muti

Un acto de vida, no un discurso
En primer lugar hay que rectificar el planteamiento con el que normalmente se concibe la fe. El inicio nuevo que la experiencia cristiana supone en el ámbito de todas las relaciones, no nace de un punto de vista cultural, como si fuera un discurso que se aplica a las cosas, sino que sucede experimentalmente. ¡Es un acto de vida lo que pone en marcha todo! El comienzo de la fe no es una cultura abstracta, sino algo que viene antes: un acontecimiento. La fe toma conciencia de algo que ha acontecido y que acontece, de una realidad nueva de la que, concretamente, parte todo. Es una vida y no un discurso sobre la vida, ¡porque Cristo “palpitó” por primera vez en el útero de una mujer! ... En estos años se ha perdido la percepción del cristianismo y de la Iglesia como una vida y así se perdió el inicio de la respuesta, la posibilidad de dar respuesta a las preguntas de los jóvenes. Si falta el punto de inicio no hay forma de abordar el problema que la naturaleza humana plantea: la necesidad de responder a las exigencias propias de su razón. Por lo tanto, hablar de la fe a los chicos, pero también a los adultos, es comunicar una experiencia y no repetir un discurso sobre la religión, aunque sea correcto.


Cada acto de vida en mí fue amor. Y yo creí
que fuera para el hombre, o la obra, o la patria
terrena, o los nacidos de mi firme cepa,
o las flores, las plantas, y los frutos que del sol
reciben sustancia, alimento y luz;
mas era amor de Ti, que en cada cosa
y criatura estás presente...
Ahora –Dios que siempre amé– te amo
sabiendo que te amo; y la certeza
inefable de que todo fue justo, hasta el dolor,
todo fue bueno, hasta mi mal, de que para mí
Tú fuiste y eres todo, me hace temblar
de una alegría más grande que la muerte.
Ada Negri, Acto de amor

Este es el hecho. Y el hecho es lo más testarudo que hay en el mundo.
Mijail Bulgakov
El maestro y Margarita


Se educa mucho con lo que se dice, más con lo que se hace, mucho más con lo que se es.
Ignacio de Antioquía

El final del hombre moderno
Por nuestra parte no hay ninguna desconfianza, sino la conciencia fundada de una situación grave y problemática que se refleja muy bien en la poesía de Carducci, “En el monte Mario”: «...hasta que reducida bajo el ecuador / tras la estela del calor huidizo / la extenuada prole una sola / mujer, un hombre, tenga / que erguidos en medio de los derribados montes, / entre bosques muertos, lívidos, con los ojos / vidriosos te vean, oh sol, desaparecer / tras la masa de hielo». Estas palabras describen el final del hombre: es una imagen debida a una concepción negativa de lo que el hombre es y a un desarrollo incompleto de su sensibilidad e inteligencia.


El mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor sin el hombre.
Jean Paul Sartre

El hombre: un milímetro por encima del mono cuando no un centímetro por debajo del cerdo.
Pío Baroja

Cada ser es un himno destruido.
Ciorane

¿Qué es el hombre? Un gusano que se arrastra sobre una piedrecita, la tierra; un grano de polvo que flota sin meta alguna en la vastedad infinita del universo.
Toda doctrina que describe al hombre como un animal con cierto rasgo distintivo tiende a ofuscar el problema que nosotros tratamos de entender. El hombre es un ser específico que quiere comprender su unicidad: no su animalidad, sino su humanidad.
Abrahán J. Heschel

El yo dividido
Hoy el hombre vive cierta dispepsia existencial, una alteración de las funciones elementales que lo divide, al igual que está dividida la relación hombre-mujer que cita Carducci: cuando no se conciben juntos en el origen, están divididos, son dos entidades separadas que no se encontrarán ni siquiera al final. Puede resultar fácil, por ejemplo, pensar en una página de arte como el simple producto de una capacidad propia. Igual pasa con el trabajo o el amor a la mujer. Y este es un dato actualmente muy extendido.


El “hombre nuevo” que corresponde a una sociedad capitalista plenamente desarrollada y que ha logrado eliminar todos los elementos residuales de sociedades anteriores, es uno completamente individualizado, si se quiere, atomizado, desprendido de cualquier grupo social. Sin el menor contacto personal, cada vez un mayor número trabajará solo, se comunicará por Internet, y no tendrá otro horizonte que el que le muestren cientos de programas televisivos. El 53% de las “unidades familiares” en Berlín ya constan de una sola persona. El siglo XXI lleva todas las trazas de ser el de los singles.
Ignacio Sotelo, El País, 1-2-99

El sentimiento del aburrimiento nace en mí porque la realidad es absurda, insuficiente, incapaz de persuadirme de su existencia.
Alberto Moravia, El aburrimiento

Y el hombre europeo, lejos de su origen, con las entrañas cerradas, opacas y confusas, se ha hecho un desalmado. Oscuridad del corazón que le desorienta y le hace andar perdido, pues ya no distingue entre aquel que quiere ser y aquel de quien huye. Porque el corazón confuso se declara en rebeldía y es la fuente del rencor. Cuando se nubla, el corazón se hace pesado, pesa como la peor carga, al par que anda vacío. Y es difícil sostener esta carga sin odiarse, no hallando consuelo de haber nacido, que no otra cosa es el rencor.
María Zambrano, La agonía de Europa

Un “desafío generoso” a la libertad
Lo que hace distinta nuestra percepción es la dependencia que incumbe a todas las cosas, antes de que el hombre parta para cualquier empresa: «Dulcísimo, potente, / Dominador de mi profunda mente», cantaba Leopardi. Así, ante la soledad brutal a la que el hombre se condena a sí mismo como para salvarse de un terremoto, el cristianismo se ofrece como respuesta. El cristiano halla una respuesta positiva en el hecho de que Dios se hizo hombre: este es el acontecimiento que sorprende y conforta la que de otra manera sería una suerte funesta. Pero Dios no puede concebir su acción para con el hombre más que como un “desafío generoso” a su libertad.


Yo no puedo concebir ni tolerar utopía alguna que no me deja la libertad más querida: la de pertenecer.
Gilbert. K. Chesterton, Ortodoxia

Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si Hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!»
Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho y profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro...
Dámaso Alonso, Hombre y Dios

La magnanimidad de Dios, la única que establece en qué medida participamos en la realidad
La objeción moderna de que el cristianismo y la Iglesia reducirían la libertad del hombre se ve anulada por la relación que, como una aventura, Dios establece con el hombre. Por el contrario, a causa de una idea limitada de libertad, hoy es inconcebible pensar que Dios se comprometa en la angosta relación con el hombre, casi negándose a Sí mismo. Esta es la tragedia: el hombre parece más preocupado por afirmar su propia libertad que por reconocer esta magnanimidad de Dios, la única que establece en qué medida participamos en la realidad y que, de esta manera, nos libera realmente.


El hombre es una extraña criatura que no tiene bastante con nacer una sola vez: necesita ser regenerado. Toda cultura viene a ser consecuencia de la necesidad que tenemos de nacer nuevamente. Y así la esperanza es el fondo último de la vida humana, lo que reclama y exige el nuevo nacimiento, su instrumento, su vehículo.
María Zambrano, La agonía de Europa

Hacia la festividad de la Trinidad de 1929 cedí, admití que Dios era Dios y, de rodillas, recé; quizá fuera, aquella noche, el converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra. Entonces no vi lo que ahora es más fulgurante y claro: la humildad divina que acepta a un converso incluso en tales circunstancias. Al fin el hijo pródigo volvía a casa por su propio pie. Pero ¿quién puede adorar a ese amor que abrirá la puerta principal a un pródigo al que traen revolviéndose, luchando, resentido y mirando en todas direcciones buscando la oportunidad de escapar? Las palabras compelle intrare, obligadles a entrar, han sido tan manoseadas por hombres impíos que debemos temblar ante ellas; pero, bien entendidas, llenan la profundidad de la misericordia divina. La dureza de Dios es más agradable que la amabilidad de los hombres, y su coacción es nuestra liberación.
Clive Staples Lewis, Cautivado por la alegría

Fundaste este pueblo de tus siervos Don Quijote y Sancho sobre la fe en la inmortalidad personal; mira, Señor, que esa es nuestra razón de vida y es nuestro destino entre los pueblos, el de hacer que esa nuestra verdad del corazón alumbre las mentes entre las tinieblas de la lógica y consuele los corazones condenados al sueño de la vida.
Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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