«Jerusalén es una ciudad escogida por Dios para llevar la paz a los hombres, pero los hombres están traicionando este don», son palabras del Nuncio apostólico. En la situación actual de los cristianos, cada vez más extrema, el orfanato de Betania y la apertura de la sede de la CdO, señalan una presencia nueva y constructiva
¿Desaparecerán los cristianos de la tierra donde nació el cristianismo? No se trata de una pregunta retórica si tenemos en cuenta la evolución demográfica y la situación política de la región. De acuerdo con un estudio de la universidad de Belén, desde la guerra de 1967 un tercio de la población cristiana ha abandonado Tierra Santa, su incidencia, en términos de porcentaje, ha descendido hasta el 2 por ciento: 150.000 personas en total. El conflicto entre israelitas y palestinos se cobra víctimas de ambos bandos y hace cada vez más precaria la situación de la pequeña comunidad que sigue desde hace dos mil años las huellas de Jesucristo. El Papa repite constantemente (ante un mundo que hace oídos sordos) que no habrá paz en Oriente Medio mientras no se resuelva la cuestión de Tierra Santa. Desde la terraza de la nunciatura apostólica, frente al Monte de los Olivos, monseñor Pietro Sambi suspira: «Esta es una ciudad escogida por Dios para llevar la paz a los hombres, pero los hombres están traicionando este don. Aquí está la clave para la convivencia de los fieles de las tres religiones, que puede llegar a ser un signo de reconciliación para todo el mundo: el Papa nos pide incesantemente que recemos por ello, y solicita la intervención de la comunidad internacional para afrontar los problemas que las dos partes en litigio no consiguen solventar. No habrá paz mientras cada una de las partes en conflicto se atribuya todas las razones y eche todas las culpas sobre el otro. La paz empieza cuando somos fieles a la verdad, es decir, cuando reconocemos que hay algo más grande que el punto de vista de cada uno, y asumimos cada cual nuestra responsabilidad».
Turismo bloqueado
La inestabilidad de la situación política, los atentados terroristas, la construcción del muro que ha frenado los ataques de los kamikazes complicando al mismo tiempo la existencia cotidiana de centenares de miles de personas, además de ralentizar la economía de los Territorios palestinos. Pero para el pequeño pueblo cristiano es todavía peor: la segunda Intifada, que se inició en septiembre de 2000, con su espiral de atentados y reacciones militares, ha provocado la caída en picado de las peregrinaciones a Tierra Santa, que eran su principal fuente de ingresos. Hoteles cerrados, restaurantes semidesiertos, los artesanos de Belén especializados en la producción de objetos religiosos sin trabajo, los centenares de tiendas de recuerdos en Jerusalén y Nazaret en plena crisis. «El miedo ha bloqueado el turismo religioso aunque en los siete años que llevo aquí ningún peregrino haya sido víctima de la violencia –explica el nuncio–. Desde hace unos meses la situación va mejorando, pero todavía demasiado lentamente. La presencia de peregrinos es un apoyo para la economía de las zonas donde se concentran los cristianos, contiene la emigración, les ayuda a sentirse parte de una gran familia que no tiene confines geográficos, la Iglesia, y a mantener sus raíces en la tierra donde nació Jesús. Desgraciadamente desde el inicio de la segunda Intifada, mientras la comunidad judía internacional ha mostrado gran solidaridad con los judíos de Israel, y la islámica ha hecho lo propio con los musulmanes que viven aquí, los cristianos, que antes venían en gran número a visitar los Santos Lugares, se han evaporado. No se trata de defender los intereses particulares de una de las tres partes en cuestión, sino de apoyar la presencia de un elemento esencial para la convivencia: los cristianos tienen relaciones vitales con las otras dos comunidades religiosas, dan testimonio de una manera de concebir la vida que se apoya en la dignidad de la persona, pueden ayudar a construir puentes (y no muros) difundiendo una lógica de reconciliación que contribuya a poner fin a la espiral de reacciones recíprocas. Su debilidad es una pérdida drástica para todos».
El don del perdón
Apoyar la presencia de los cristianos significa contribuir al proceso de paz: por ello monseñor Sambi se felicita con la inauguración de la sede en Jerusalén de la Compañía de las Obras (de la cual recibió a una delegación en septiembre), que ha puesto los cimientos de una presencia que se caracteriza por la cooperación económica con empresas israelíes y palestinas y por sostener obras educativas. Como la Casa de Lázaro en Betania, único orfanato femenino de los Territorios administrados por Arafat, en el que 32 jóvenes musulmanas son acogidas por Samar Sahhar, la única cristiana de la ciudad. Las chicas (que no tienen padres o que han sufrido violencia y maltrato de sus progenitores) consideran a Samar su verdadera madre, y ella, que forma parte de los Memores Domini, las trata como a hijas: «La virginidad y la fertilidad de Dios», sonríe citando una frase de su gran padre, don Giussani. El de Samar es un testimonio contagioso que ayuda a sus “hijas” a afrontar la vida con una mirada positiva incluso cuando está marcada por sufrimientos indescriptibles. «Como le sucedió a Fátima, maltratada durante años por su madre, abandonada en la calle y que vive aquí desde hace unos meses –nos cuenta–. Hace tiempo vino con nosotros a la iglesia de la Natividad de Belén, dijo que quería pedir a Jesús un regalo. Cuando salimos me dijo: “Le he pedido a Jesús que perdone a mi madre”». En la Casa de Lázaro crece una semilla de nueva convivencia entre árabes e israelíes. Dos mil años después de la resurrección de Lázaro sigue habiendo milagros en Betania.
BOX
Cooperación económica y educación
G.P.
« Este olivo que plantamos está dedicado a monseñor Luigi Giussani, nuestro común maestro de fe y por tanto de humanidad» estas palabras sellaron la ceremonia que reunió el pasado 9 de septiembre a israelíes, palestinos e italianos en una colina a las puertas de Jerusalén, a medio camino entre el poblado árabe de Abu Gosh, habitado por musulmanes y cristianos y el judío de Ma’alé Hamisha. «Un acto para honrar como se merece a un gran maestro como Giussani, cuyas enseñanzas y testimonio llegan, incluso físicamente, a esta tierra tan central para la reconciliación de los pueblos –son palabras de Claudio Morpurgo, vicepresidente de la Unión de comunidades israelitas de Italia y miembro de la directiva de la CdO–. Los hechos dan fe de que es posible construir uniendo trabajo y desarrollo, partiendo de personas que no reniegan de la tradición a la que pertenecen, sino que hacen de ella un motivo de encuentro y de construcción común». Raffaelo Vignali, presidente de la CdO, subrayó que este nuevo compromiso no nace de un proyecto teórico; es la forma institucional que queremos dar a una trama de relaciones y de trabajo que se dan desde hace tiempo entre italianos, israelíes y palestinos. El espíritu de la CdO, que se expresa en “hacer con” otros, alimenta la cooperación económica y la educación, que son los dos grandes motores para construir la paz».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón