Durante las vacaciones de verano de la comunidad de CL española en Formigal, pedimos a Franco Nembrini, profesor de Literatura en un instituto de Bérgamo, que nos ayudara a comprender el proceso de desarticulación de la mentalidad unitaria propia de la Edad Media hasta llegar a la modernidad, a través de su apasionada lectura del poema de Dante. Primera parte de su introducción a la Divina Comedia
Como todas las obras maestras de la literatura la Divina Comedia habla de cada uno de nosotros, lo cual se comprende leyendo el primer verso y observando el final de cada una de las tres cantigas. Sabéis que la Comedia tiene tres partes, Infierno, Purgatorio y Paraíso; pues bien, cada una de las tres termina con la palabra “estrellas”. Esto significa que para el poeta todo lo que sucede en la vida –la muerte de mis padres, mi mujer, mis amigos, el trabajo, la fatiga, el dolor y el esfuerzo– tiene que ver con el destino del hombre, esto es, con las estrellas, con el destino bueno de la vida.
Un dibujo de Leonardo
Quiero partir de dos imágenes que estimo mucho y utilizo en clase para explicar la definición de Giussani de la Edad Media. En Por qué la Iglesia Giussani dice que en la Edad Media alcanza pleno auge una mentalidad unitaria. Sin embargo, tanto en Italia como en España –ya que es la misma cultura la que se enseña– se defiende una mentira que tenemos que refutar. La primera imagen es un dibujo de Leonardo Da Vinci. En todos los libros de historia y literatura se reproduce este dibujo para afirmar que con el Renacimiento el hombre volvió a ocupar el centro de la realidad del que el cristianismo le había sacado, lo cual es una mentira grave. La cultura moderna sostiene que, puesto que en la Edad Media Dios ocupaba el centro de la realidad, el hombre tenía que situarse al margen.
La imagen de hombre de Hildegarda
En realidad, lo que sucedió fue lo contrario: por la concepción que tenía de sí mismo el hombre en la Edad Media se consideraba en el centro del universo y a la vez inseparablemente unido a Dios. En la segunda imagen, en el centro hay un hombre que está en relación con Dios. Este es el hombre medieval, de manera que cuando ese hombre dice «yo» expresa inevitablemente su relación con el Infinito, pues no consigue imaginarse ni concebirse de otra manera.
Posteriormente, con el Humanismo, lo que sucedió se puede expresar así: existe la realidad, el hombre está en el centro y Dios es sólo un aspecto de la realidad, sigue siendo reconocido pero sólo como una parte, un aspecto importante, pero particular. Humanismo y Renacimiento coinciden en este punto: el hombre puede darle fundamento a la realidad por sí mismo, puesto que va conociendo las leyes de la naturaleza y su poder va acrecentándose.
En los siglos XVII y XVIII el Racionalismo supone un paso más en esta dirección. Se afirmará que el hombre tiene ya la capacidad de descubrir por sí solo todas las leyes de la naturaleza y, por lo tanto, es capaz de justificar la realidad natural. Si Dios existe, se encuentra fuera de la realidad. En tiempos más recientes, más cercanos a nosotros, si el hombre es el centro de la realidad y lo explica todo, aunque Dios exista no tiene nada que ver con la realidad. Inevitablemente, al final, ese dios desaparece y sólo queda el hombre. Llegamos así al ateísmo contemporáneo, que completa la trayectoria de la pérdida de una mentalidad unitaria.
Cultura del pueblo y cultura de los intelectuales
En la Edad Media la cultura del pueblo y la cultura de los intelectuales era la misma; los campesinos de Florencia aprendían de memoria la Divina Comedia porque expresaba su misma forma de vivir. Ya, inmediatamente después de Dante, con Petrarca, la cultura emprende el camino que hemos señalado. El pueblo, no obstante, conservará todavía una cultura cristiana por lo menos hasta mediados del siglo pasado, el XIX. Aunque mis padres o mis abuelos, siendo gente de campo, sencilla, vivían todavía con la misma sensibilidad cristiana que tenía Dante. La otra cultura, la cultura, por así decirlo, erudita o intelectual se fue alejando progresivamente de la cultura popular y, en un determinado momento, llegó a impregnar toda la mentalidad común, deshaciendo la mentalidad cristiana y sustituyéndola con la llamada mentalidad secularizada. Es un fenómeno posterior a 1950 que afecta a toda la Europa católica.
Entre dos generaciones
Mediante dos instrumentos, la televisión y la escuela del Estado, esa cultura que se había ido gestando durante cuatrocientos o quinientos años se abate bruscamente entre dos generaciones, entre padres e hijos. Por eso dice Giussani al principio del tercer volumen de la Escuela de comunidad que nosotros ya ni siquiera entendemos el significado de las palabras cristianas, y por tanto tenemos que rehacer todo el camino hasta recuperar una concepción unitaria de la vida y de la cultura, por ejemplo tal y como la que expresa Dante.
Cuando yo era un joven profesor vino a verme el padre de una alumna mía de 18 años y el hombre estaba hecho polvo porque la hija le hacía sufrir muchísimo y no quería oír hablar de fe, ni de Iglesia, ni de nada. Este padre atormentado se remangó la camisa y me dijo: mire, profesor, yo la fe la llevo en la sangre, es como la sangre que corre por mis venas, pero no sé cómo transmitirla a mis hijos. Lo que este hombre no sabía era que entre él y su hija –en este salto de generación– se había metido una cultura que durante quinientos años había estado preparando la disolución de todo lo que él representaba. Creo que la genialidad de Giussani es habernos propuesto un método por el cual la fe puede volver a ser comunicada, porque juzga, supera y vence la cultura del mundo.
Síntesis suprema
La Divina Comedia representa la síntesis suprema de esta cultura unitaria, que fue también la cultura de mis padres y mis abuelos. La Comedia es como una gran catedral de palabras donde todo está en su lugar y ningún detalle está allí por casualidad. Se compone de 100 cantos. El número 100, dividido entre 3 –el número de la perfección y de la salvación–, supone 3 cantigas de 33 cantos cada una, más un canto inicial puesto como una premisa. Naturalmente, el número 3 es un número simbólico con un significado trinitario, un número que corresponde a Dios. La Comedia está escrita en tercetos, en rimas de tres versos y una rima encadenada, que habría que leer velozmente. Cuando se lee en italiano, te arrastra como en un torbellino, justamente como quería Dante, que escribía los versos como un encadenamiento sin interrupción.
Macrocosmos
Este círculo aludiendo a la imagen es el mundo. Allí arriba se abre la vorágine del Infierno que apareció cuando Lucifer fue derribado al centro de la tierra después de su rebelión. De alguna manera, se representa así el retraerse de la tierra por el asco que siente ante la caída de Lucifer. Esta masa de tierra empujó hacia el lado opuesto la montaña del Purgatorio. En el centro, entonces, está Lucifer; hacia abajo se suceden los giros del Infierno; la montaña del Purgatorio emerge por el otro lado y en la cima del Purgatorio se sitúa el Paraíso terrestre. Desde la montaña del purgatorio, Dante emprende el vuelo hacia la “cándida rosa” compuesta por las esferas del Cielo y el Paraíso en cuyo centro está Dios y los santos; son los nueve cielos –que Dante imagina como nueve giros concéntricos de colores– que según la concepción medieval componían el universo.
Y microcosmos
Os he descrito la visión del macrocosmos del universo medieval, que coincide también con el microcosmos, con la visión del corazón de cada hombre. La propuesta que hace Dante al lector, el reto que nos plantea, es que si tú quieres conocerte a ti mismo tienes que venir detrás de mí, tienes que recorrer el mismo camino, conocer todo tu mal, subir el monte de la purificación –el Purgatorio es la cantiga de la misericordia y del perdón–, hasta llegar a la verdad de ti mismo, que es la presencia de Dios en ti. «Padre nuestro que estás en los cielos», significa Padre nuestro que habitas en la profundidad de mi corazón. Esto es muy importante porque, cuando yo digo a los estudiantes que vamos a hablar del Infierno, del Purgatorio y del Paraíso, piensan que vamos a hablar del más allá, mientras que Dante quiere hablar del más acá, de cada uno de nosotros. Para Dante –como para Giussani– no es que haya que plantearse el problema de Dios, a él no le interesa el problema abstracto de Dios.
La chispa de la pregunta por Dios
Cuando un hombre viene a este mundo, el primer problema con el que se encuentra es la realidad. Su razón se encuentra con la realidad, porque es en la relación entre la realidad y la razón del hombre donde salta la chispa de la pregunta por Dios. Nuestro problema es conocer la realidad, saber si puedo conocer y amar a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos, saber qué significa el dolor, qué significa el amor, qué significa el disfrutar. Por ello ha nacido la Iglesia –y el movimiento como parte de la realidad de la Iglesia–, para responder a esta necesidad existencial, para ayudar a salvar la razón con sus preguntas y la realidad con sus evidencias. Cristo ha venido al mundo para salvar la razón del hombre y la realidad. Y sólo dentro de este diálogo se descubre toda la presencia de Dios. Tan cierto es lo que digo que toda la Divina Comedia está construida sobre una palabra, una sola palabra, que es fundamental, la palabra «mirada». En un estudio realizado con el ordenador analizando todo el léxico de la Comedia, la palabra que Dante más repite es la palabra «mirar» o «mirada». La palabra «mirada» expresa toda la relación del hombre con la realidad.
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