Destinado a una fulgurante carrera en el seno del templo de la cultura laicista, la editorial Einaudi, se convierte en 1964, después de ver palpablemente una fe que hasta ese momento desconocía y despreciaba. Un cambio de rumbo en constante confrontación con los pensadores laicistas del momento. Entrevistamos a Vittorio Messori con motivo de la publicación de su último libro, dedicado a su querida Turín, que es al mismo tiempo una autobiografía
«Es la primera vez que hablo en público…». Las palabras brotan con dificultad. Vittorio Messori retrocede en el tiempo hasta el verano de hace cuarenta años: «Mi conversión tuvo lugar entre julio y agosto de 1964. Yo era laico, alumno predilecto del más laicista del momento, Alessandro Galante Garrone. Destinado para un brillante futuro en la editorial Einaudi, templo de la cultura laicista, de pronto me vi leyendo los Evangelios, mirando las cosas desde otro punto de vista, el de la fe, hasta ese momento desconocido y despreciado por mí». De esa forma el alumno de Galante Garrone, de Bobbio, de Passerin D’Entrèves, de Fippo, dio la espalda a sus maestros, al panteón de las glorias piamontesas, al activismo, a Gramsci y Gobetti, y se volcó en la indagación de la figura de un hombre que había vivido en Palestina hacía dos mil años: nace así Hipótesis sobre Jesús, un best seller que lleva vendidas en Italia más de un millón de ejemplares.
Después de muchos libros y polémicas, Messori se concentra en este momento otra vez en Turín, su ciudad adoptiva, a la que llegó siendo niño (había nacido en Sassuolo), y escribe un libro a medio camino entre la autobiografía y el ensayo cargado de tono polémico: El misterio de Turín (Mondadori), escrito en colaboración con Aldo Cazzullo, que se ocupa de los últimos capítulos. A lo largo de trescientas cincuenta páginas el Messori cronista curioso y el Messori ratón de biblioteca nos llevan de paseo por la ciudad, con sus contradicciones y sus obsesiones, dando la vuelta como a un guante a la imagen que se ha forjado de Turín y que ha entrado a formar parte de la imagen de todos. Messori contrapone la figura de Bobbio y la de Galante Garrone a las de don Bosco, Faà de Bruno y Cottolengo; las casas editoriales laicas a las católicas; Camillo Benso de Cavour al hermano Gustavo, papable; pero sobre todo el falso mito de ciudad jansenista al ánimo protestante de la Turín profundamente católica, forjada por la obra de la Compañía de Jesús.
Señor Messori, usted indaga y desmitifica, estudia y destroza con furia iconoclasta los santinos laicos, restituyendo la Turín de los santos, de los obispos y de los fieles. Sin embargo, todo esto empieza a partir de su conversión: un tema que usted liquida en sólo dos líneas, dos líneas en trescientas cincuenta páginas, sin explicar nada. ¿Por qué razón?
Por pudor. Jamás lo he contado en público. Sin embargo, puedo afirmar que mi vida se decidió durante esos dos meses cruciales, entre julio y agosto de 1964. Tenía entonces 23 años, estaba preparando la tesis doctoral y por la noche trabajaba en Stipel como telefonista. Aquella experiencia me arrolló de tal manera que no tuve necesidad de creer, porque había visto y, en cierto sentido, tocado con las manos, y llegué a tener absoluta certeza. Si me hubieran apuntado con una pistola pidiéndome que abjurara no habría podido, por respeto a la verdad que había encontrado. Digamos que yo escribo para los que se mueven a tientas, con dificultad: acumulo razones para ellos, no para mí. No las necesito, vuelvo a repetir, y digo esto con total modestia, temor y temblor.
Usted se formó en el liceo D’Azeglio de Turín, el sancta sanctorum del laicismo; creció en la escuela del razonamiento y de la duda, y ahora viene a decirnos que ha visto y ha tocado con las manos. ¿No es un tanto exagerado?
Si nunca he hablado de ello es porque yo soy el primero que percibo la dificultad. Durante esos días entré en otra dimensión, donde todo era claro, transparente, evidente,... No es que tuviera una visión, no me malinterprete, sino que una fuerza irresistible me obligaba a mirar la realidad desde la fe. Leía los Evangelios y todas mis convicciones, mis prejuicios, mi esnobismo intelectual, mi promiscuidad sexual incluso, se rompieron en pedazos. Fue una experiencia durísima y fulgurante, tierna y violenta al mismo tiempo. Verdaderamente un enigma. Hablé en privado con André Frossard, con el que me vería en más ocasiones; él había vivido una experiencia similar, pero la suya había durado unos minutos. La mía, más de un mes».
¿Y después?
Aquella situación tan particular terminó y no se ha vuelto a repetir en mi vida. No en vano, tengo un temperamento racional, no místico. Sin embargo, aquel impulso no ha desaparecido y sigo dando gracias al Señor por llevarme por su camino, aunque entonces tuviera que pagar un precio muy alto en el plano intelectual y moral. Galante Garrone, al conocer la noticia, rompió conmigo, desconcertado, y mi carrera en aquel mundo elitista y discreto terminó justo en el momento en que comenzaba, al mismo tiempo que mi vida privada y mi afición a coleccionar aventuras mujeriegas daban un giro de ciento ochenta grados. Hubiera querido no tener que hacerlo, lloraba mientras arrugaba mi agenda llena de direcciones, pero no podía hacer otra cosa. Mi madre, al descubrir desconcertada que había empezado a ir a misa –a escondidas y como avergonzado- llamó al médico, convencida de que yo no estaba bien de la cabeza.
¿Cuál es El misterio de Turín al que hace referencia el libro?
Es el de una metrópoli que por un lado es la ciudad de Gobetti y Gramsci, los santos Cosme y Damián del laicismo, de los malos maestros Nietzsche y Rousseau, de la clase obrera y de la masonería, la más laica de las ciudades laicas en definitiva.
Pero esto es sólo la mitad del enigma. ¿La otra mitad?
También es la ciudad del Sudario, la ciudad en la que ha habido una explosión vertiginosa de santidad entre los siglos XIX y XX: sesenta entre venerables, beatos y santos. Un auténtico record mundial. El mismo Juan Pablo II, durante su primer viaje a los pies de la Mole, se percató de este cuerpo a cuerpo entre el bien y el mal, entre gracia y pecado; y se dirigió a los turineses con palabras dramáticas, estimulantes e inesperadas, explicándoles que donde hay mucho mal también hay mucho bien. Donde habita la mentira, debe surgir también el esplendor de la verdad. Turín es todo esto y hay santos que parecen vivir sobre su propia piel, incluso físicamente, esta lucha».
¿Se refiere a san Juan Bosco?
Se trata del caso más clamoroso y misterioso en el fondo. San Juan Bosco es el santo de los jóvenes, del oratorio, un hombre aparentemente claro y luminoso; pero también con insondables duelos nocturnos con el Demonio. Ninguno de sus confraternos quería dormir cerca de su celda porque se oían golpetazos, ruidos, gritos, jaculatorias e imprecaciones, además de tremendos estruendos de muebles. Por otro lado está el Bosco que lanza premoniciones de muerte a los Saboya, en guerra contra la Iglesia: todas aquellas profecías se cumplieron puntualmente en una impresionante cadena de lutos.
Turín está considerada la ciudad italiana más cercana al espíritu protestante, al calvinismo de los países más evolucionados.
Falso. Totalmente falso. Para empezar, la industrialización de Europa comenzó en regiones católicas: de Lombardía a Lión, de Cataluña a los Países Bajos y al Ruhr, a Bohemia, a la Flandes católica, que se distanciaron de los protestantes y formaron Bélgica porque los protestantes holandeses quedaron ligados a la agricultura. No en vano, mucha gente ha malinterpretado a Max Weber y su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo».
Entonces, ¿Turín es una ciudad industrial porque es una ciudad católica?
Turín ha sido siempre, hasta los años cincuenta, profundamente católica: durante siglos fue la ciudad de los jesuitas. Fue un padre jesuita quien escribió el estatuto de los reales carabineros. Se decía de los jesuitas que eran «falsos y corteses», un dicho que después pasó a identificar y clasificar a todos los piamonteses. Desde 1947 hasta 1975, la llamada «ciudad roja», la sede de Ediciones Einaudi, tuvo siempre alcaldes democristianos, con teniente alcalde liberal. Los comunistas, de FIAT, fueron siempre una minoría modesta.
Usted dejó atrás la cultura laica y se convirtió al catolicismo: ¿qué ha encontrado en la fe?
El significado de mi existir y mi morir, y la libertad. Desde que me convertí descubrí la libertad. Al principio estaba lleno de tabúes, de prejuicios; no era un hombre libre. Incluso los dogmas, como decía André Frossard, no eran rejas, sino ventanas. Lo que nos paraliza son las ideologías poscristianas, no la fe.
¿Cuál es la relación entre fe y razón?
Existe una relación directa entre fe y razón. Y como decía Pascal, el último paso que puede dar la razón es reconocer que existen infinidad de cosas que la superan. La razón es la que nos abre al Misterio y nos lo muestra como razonable.
Don Giussani dice que la fe es esencialmente racional, no irracional.
Yo también defiendo que es razonable, aunque no sea racionalmente demostrable; de otro modo nos sentaríamos en una mesa para demostrar la existencia de Dios. Somos creyentes, no crédulos: desde este punto de vista aprecio muchísimo el pensamiento de don Giussani. Siempre me he sentido muy cercano a Comunión y Liberación y a otros movimientos como el Opus Dei, los Carismáticos, los Focolares, los Neocatecumenales o los Legionarios de Cristo. Amo la Iglesia plural, pluralista. Vive la difference, al menos en lo que a los carismas se refiere.
Sin embargo, usted siempre ha permanecido al margen…
Si no pertenezco a un movimiento en concreto, si trato de ser un católico sin adjetivos es porque no he sentido hasta el momento la vocación específica, la llamada hacia una de estas realidades. Por lo demás, me convertí en soledad, aquel verano de hace cuarenta años que todavía me impulsa hacia delante cada día. En el fondo, mi vocación es la del ermitaño que estudia, reflexiona, piensa y escribe libros. Mi mujer y yo, sin hijos y retirados por propia elección en nuestra casita de Desenzano del Garda, somos una pareja de ermitaños.
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Vida
Benedetta Villani
Escritor y periodista católico, Vittorio Messori nace en Sassuolo en 1941. Vivió durante más de treinta años en Turín, a donde la familia se trasladó después de la guerra. La educación familiar y la formación cultural que recibió fueron profundamente laicas, pero la lectura de los Evangelios le llevará en 1964 a convertirse al cristianismo. Se licencia en Ciencias Políticas en 1965 con una tesis sobre el Resurgimiento italiano. Durante aproximadamente diez años colabora con La Stampa, hasta que se traslada en 1978 a Milán. Allí contribuye a la creación de una revista mensual religiosa, Jesús, de la que después será colaborador. Muchas de sus contribuciones se recogen en una serie de libros: Encuesta sobre cristianismo (1987), ¿Padeció bajo Poncio Pilatos? (1992) y Dicen que ha resucitado: una investigación sobre el sepulcro vacío, (2000). En 1990 deja Milán y se traslada a Desenzano del Garda, donde lleva con su mujer una vida retirada, dedicado al estudio y la escritura.
Ha colaborado, y sigue haciéndolo, con diferentes periódicos y revistas, Avvenire, Corriere della Sera y Il timone, entre otros. Especialmente apreciada fue su sección «Il Vivaio» en Avvenire, recogida en varios volúmenes: Pensar la historia (1992), El desafío de la fe (1993) y Las cosas de la vida (1995).
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Obras
B. V.
Ha escrito y publicado mucho. Su primer libro, Hipótesis sobre Jesús (1976), alcanzó un enorme éxito editorial, con más de un millón de copias vendidas en Italia.
En 1982 le siguió Apostar por la muerte: la propuesta cristiana, ¿ilusión o esperanza?, Informe sobre la fe (1985); Un italiano serio, sobre la biografía del beato Francesco Faa, publicada en 1990 y que más tarde tendrá por título Ser cristiano en un mundo hostil: hipótesis sobre la santidad, Francisco Faa de Bruno, en Edibesa, 1997; Opus Dei, una indagación (1994); Algunas razones para creer, Planeta, 2000; El gran milagro, Planeta, 1999; Dicen que ha resucitado: una investigación sobre el sepulcro vacío, Rialp, 2003; Los ojos de María (2001) en colaboración con Rino Camilleri; y El misterio de Turín (2004), escrito con Aldo Cazzullo.
Fue célebre la entrevista de Messori a Juan Pablo II en 1993 por sus quince años de pontificado. Mondadori publicó y tradujo a 53 lenguas esta conversación con el Papa con el título Cruzar el umbral de la esperanza.
En castellano
- Apostar por la muerte: la propuesta cristiana, ¿ilusión o esperanza?, BAC, 1995
- Los desafíos del católico, Planeta, 1997
- Hipótesis sobre Jesús, Ed. Mensajero S.A. Unipersonal, 1978
- Leyendas negras de la Iglesia, Planeta, 2000
- ¿Padeció bajo Poncio Pilatos?, Rialp, 1998
- Ser cristiano en un mundo hostil: hipótesis sobre la santidad, Francisco Faa de Bruño, Edibesa, 1997
- Informe sobre la fe, Joseph Ratzinger-V.Messori, BAC, 1985
- El gran milagro, Planeta, 1999
- Algunas razones para creer, Planeta, 2000
- Dicen que ha resucitado: una investigación sobre el sepulcro vacío, Rialp, 2003
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón