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Huellas N.10, Noviembre 2004

CL Loreto

Zaragoza. Una gracia humanamente preciosa

Francisco Javier Martínez Fernández

Homilía de D. Francisco Javier Martínez Fernández, Arzobispo de Granada, en la celebración eucarística de la peregrinación de CL de España a la Virgen del Pilar, Zaragoza, 16 de octubre de 2004

Igual que vosotros, he venido esta tarde aquí a dar gracias a Dios. A dar gracias a Dios por Aquel que es el motivo y la fuente de toda gracia y de toda alegría, por Jesucristo, que permite entender lo que significa vivir, amar la vida y amar la realidad, que permite vivir en la acción de gracias.

Esta gratitud por Jesucristo es, en mi caso como en el vuestro, inseparable de una experiencia vivida, de una historia llena de misericordia y de gracia, de la historia de nuestro encuentro con Comunión y Liberación, una historia de la paternidad fecunda de don Giussani en nuestra vida. Es la historia del modo en que la gracia de Cristo nos ha tocado, cómo se ha hecho su cuerpo cercano a nosotros, reconocible, tangible.
Tampoco son para mí inseparables de esa acción de gracias las personas a través de las cuales por primera vez oímos hablar de don Giussani y a las que luego comenzaron aquí también. Forman parte de la gratitud por nuestra historia, forman parte de la gratitud a Dios por Jesucristo. Son el modo concreto en que hemos conocido la paternidad a la que debemos, a la que yo debo, cosas verdaderamente decisivas en mi vida y una alegría que en medio de todas las circunstancias no desaparece, se resiste a desaparecer, se resiste a dejarse vencer por las adversidades y las dificultades de la vida. Se resiste porque no es nuestra, nos ha sido dada y porque llena toda la vida de buen gusto, de sentido, de alegría.

Si tuviera que señalar algunos factores que constituyen esa gracia y la hacen preciosa humanamente, diría tres.
El primero, el ser enseñado a un uso de la razón que permite tenerlo en cuenta todo; que permite reconocer que la fe no es algo diferente del conocimiento, sino un modo más grande de conocimiento; que permite reconocer que Dios no es algo que está fuera de la realidad, sino que se le encuentra y se le ama cuando se sabe mirar a la realidad.

Un segundo factor decisivo en mi experiencia, creo que característico del don que don Giussani significa para la Iglesia en este momento de la historia, es el reconocimiento de que el designio de Dios, la vida que Cristo nos da, la vida de hijos coincide exactamente con nuestra plenitud. El designio de Dios no es algo añadido a nuestra vida y por lo tanto la vida no es algo que vivimos a lo cual se añade el hecho de ser cristiano, o el hecho de estar en el movimiento. Dios no añade nada, Dios hace posible, con su gracia, que seamos nosotros mismos hasta el fondo, nos da la posibilidad de ser en toda la verdad de nosotros mismos. Cristo pertenece a nuestra definición de hombres.

En esto Giussani coincide con algunas de las insistencias menos percibidas, menos comunes, menos comúnmente apreciadas, del Magisterio de la Iglesia, desde el Concilio hasta ahora, y en concreto del Papa Juan Pablo II. Y es verdad que lo expresa de una manera extraordinariamente sugestiva como para poder comprender que acoger a Cristo en la vida es apasionante, acoger a Cristo en la vida es empezar a respirar y a vivir, acoger a Cristo en la vida es sencillamente ser uno mismo de verdad y hasta el fondo.
Y la tercera cosa es que el lugar donde ese reconocimiento y ese tipo de racionalidad sucede, donde el bien puede ser amado y la gracia reconocida hasta dar la vida por ello, se llama compañía. Tiene la forma humana de una compañía. Fuera de ahí la razón se extravía, el corazón se pierde, la alegría se apaga, se diluye. Hemos aprendido a vivir en esa compañía y precisamente por eso a reconocer a Cristo de este modo y a usar la razón de este modo. Yo, por eso, no puedo más que dar gracias y como hemos oído esta tarde: tendría que arrancarme los ojos para no reconocer esa gracia en mi vida.
Se nos ha dado esa gracia, (no sería justo no señalar este aspecto que está en el pensamiento y en el corazón de todos) en un momento especialmente confuso difícil para la historia de los hombres en general, para la historia de nuestra generación, nuestra cultura. Lo que sucede en España, lo que nos sucede a nosotros en nuestro contexto no es demasiado diferente de lo que sucede en otros contextos también. Todo lo que se nos da es una gracia y por lo tanto no puede tener más que un significado bueno. ¿Cuál puede ser el significado de una prueba así? Una llamada a vivir lo que se nos ha dado con más verdad.

Yo creo que sencillamente no hay otra respuesta a las circunstancias del momento presente que podamos decir: «Señor tu gracia vale más que la vida», también en estos tiempos. Gloso una frase de don Giussani que aplicaba a otras circunstancias: «También en esto vencemos con nuestros cantos», que es lo mismo que decía la pancarta: «La victoria de Cristo es un pueblo cristiano».
Pero un pueblo cristiano no es cualquier cosa. Un pueblo cristiano es el milagro de un pueblo de hombres libres que saben para qué están en la vida, que saben qué es lo que les importa en la vida y a qué merece la pena dar el corazón, dar el tiempo, las energías. Y a qué, en cambio, no merece la pena darlos.

Por eso, el Evangelio de hoy nos invitaba a la súplica. Vamos a suplicar lo necesario: que no nos falte tu gracia Señor. Es decir, que se multipliquen sobre nosotros los signos de tu gracia para que podamos tenerte y poseerte de tal manera que toda nuestra vida te cante, que toda nuestra vida proclame el gozo y la libertad de ser miembros tuyos, hijos del Padre y la certeza del destino que nos aguarda, que es lo que ya hemos empezado a gustar aquí, lo que ya se nos ha empezado a dar aquí pero sólo como esbozo, sin los límites que nuestra condición mortal, nuestra condición pecadora pone a esa alegría nuestra. Pero es la misma alegría multiplicada por mil, multiplicada hasta el infinito, hasta la medida sin medida de Dios.
Señor, multiplica en nosotros las razones y los signos de tu presencia de modo que podamos reconocerte.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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