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Huellas N.10, Noviembre 2004

SOCIEDAD Hispanidad

La Hispanidad en Estados Unidos

Ricardo Olvera

El centro y el semillero del mestizaje universal al que tiende inevitablemente la historia humana tiene su epicentro no en la América Hispana sino en EEUU, como resultado de la creciente e inasimilable presencia hispana en este país. Una realidad y una llamada en la historia

Ya lo había previsto José Vasconcelos desde 1920 en su ensayo La Raza Cósmica: la experiencia del mestizaje hispano americano –incluyendo toda la mezcla racial y cultural que trajeron al Nuevo Mundo los españoles y los portugueses, y su fusión con los pueblos indígenas y africanos–,da a Hispanoamérica una misión histórica muy especial: la de ser el centro y el semillero del mestizaje universal al que tiende inevitablemente la historia humana. Polo opuesto de la colonización anglosajona en el norte del Continente, que eliminó a los pueblos aborígenes y ha evitado a toda costa mezclarse con ellos, estableciendo un imperio unirracial, el último de este tipo en la historia según el mencionado pensador mexicano.
Lo que tal vez nunca imaginó Vasconcelos es que el nuevo mestizaje universal en torno al pueblo hispanoamericano tendría su epicentro no en la América Hispana sino precisamente en EEUU, como resultado de la creciente e inasimilable presencia hispana en este país.

Los números
Más de cuarenta millones de hispanos (casi el 14% de la población total) y la tasa de crecimiento más alta del país: 4.7 % de abril de 2000 a julio de 2001, incluyendo los nacimientos y nuevos inmigrantes; en comparación con 3.7% de los asiáticos, 2.3% de los indígenas, 1.5% de los afroamericanos y solo 0.3% de los “blancos no-hispanos”, según información publicada en un artículo del New York Times en enero del año pasado para anunciar que los hispanos se habían convertido en la minoría más grande del país.
Las cifras de los nuevos nacimientos de bebés hispanos son aún más impresionantes: Según el Nacional Vital Statistics Report del 12 de febrero de 2002, uno de cada cinco niños que nace en EEUU es hispano, lo cual en el año 2000 significó más de 800.000 nuevos hispano-americanos nacidos en este país.
Y en estados como California este porcentaje no es de 20% sino de más del 50%. Entre julio y septiembre de 2001, los recién nacidos de origen hispano en California constituyeron el 50.2% del total, en contraste con solo 31.4% de blancos no hispanos, 11.3% de asiáticos y 6.1% de afroamericanos, según lo reporta en su libro La Ola Latina el periodista Jorge Ramos.
Siguiéndole la pista a este 50% hispano de los recién nacidos en el estado fundado por fray Junípero Serra, «en 2006 la mayoría de los niños que entren al kindergarten serán latinos, en 2014 la mayoría de los adolescentes que inicien la secundaria o high scool serán hispanos, en 2017 la mayoría de los trabajadores que entren a la fuerza laboral serán latinos y para 2019 la mayoría de los adultos jóvenes en edad de votar serán hispanos» en California, dice Jorge Ramos en su libro. Y la gran mayoría de esta población hispana tiende a ser de segunda generación, esto es, una población joven y con un nivel educativo y de participación cívica mucho mayor que la de sus padres y abuelos inmigrantes.

Integración, no asimilación
Pero lo más interesante de este fenómeno es la sorprendente capacidad de resistencia del pueblo hispano a la asimilación cultural. A pesar de su gran facilidad de adaptación a la vida económica y política de este país, que les permite aprender rápidamente el inglés e integrarse a la sociedad y al mercado laboral estadounidense, los hispanos han sido capaces de mantener y reafirmar su cultura y sus valores, su sentido familiar y comunitario, su música, cocina y lenguaje, que lejos de desaparecer en el melting pot como les ha sucedido a los demás idiomas inmigrantes, se ha convertido en la segunda lengua nacional y cada día se habla más no solo en el hogar sino también en el mercado, en la vida pública y en los medios de comunicación, cuyos noticieros en muchas ciudades importantes rebasan en auditorio a las grandes cadenas radiales y televisivas en inglés.
Y sobre todo su apertura natural y espontánea hacia los demás grupos de la sociedad, herencia de su origen mestizo y católico, que les permite mezclarse con facilidad y transformarse sin perder su personalidad propia, llevando al mismo tiempo a la cultura predominante hacia formas más humanas, abiertas y multiculturales.

¿Por qué “hispano”?
Una de primeras sorpresas gratas que me llevé al emigrar a este país hace ocho años, fue encontrarme con que aquí yo era “hispano”. No mexicano, salvadoreño o chileno, sino hispano. Y que incluso hay un mes oficial de la Herencia Hispana, del 15 de septiembre, fiesta de la Independencia centroamericana y mexicana, al 12 de octubre, Día de la Hispanidad.
Mientras que en Hispanoamérica, particularmente en México, durante casi 200 años desde la Independencia se nos ha enseñado a renegar de nuestra herencia hispana –al grado de que no nos llamamos hispanos sino “latinos”– y a exaltar una visión idílica de las culturas precolombinas, en EEUU, desde donde más se ha difundido la Leyenda Negra contra la España católica y evangelizadora, irónicamente la palabra “hispano” tiene una connotación positiva y a nuestros misioneros y descubridores en estas tierras antes españolas se les reconoce un lugar digno en la historia: Cristóbal Colón, Cabeza de Vaca; fray Junípero Serra; fray Antonio Margill de Jesús, evangelizador de Texas; fray Eusebio Kino, de Sonora y Arizona, y muchos más.

¿Qué es la herencia hispana?
La Hispanidad que llegó a América en el siglo XV no se identificaba como una raza, pues era una mezcla de muy diversas herencias –celta, romana, griega, visigoda, árabe, judía y norafricana–, sino como una nación mestiza y católica, con la misión de abrazar y evangelizar a todas las culturas de la tierra.
Así tampoco la Hispanidad en EEUU se puede catalogar como una raza. «Los hispanos emergen de una mezcla de diferentes razas y culturas, lo que ha resultado en un pueblo nuevo», dicen los obispos de EEUU en su carta pastoral Encuentro y misión: un marco pastoral renovado para el ministerio hispano. «La mayoría comparte una fe y un idioma común, así como una cultura enraizada en la fe católica». Y estos elementos, que le dan una identidad común a los pueblos de América Latina y el Caribe, «son aún más importantes para los hispanos en EEUU, pues son ellos quienes luchan por definir su propia identidad dentro de un contexto culturalmente diverso y bajo la presión de la asimilación».

Estrella de la primera y la nueva evangelización
Los hispanos deben “incorporarse” pero no “asimilarse”, dicen los obispos estadounidenses, pues tienen grandes contribuciones que hacer tanto a la Iglesia como a la sociedad de este país. Los valores y tradiciones evangélicas, inculturadas en la nueva síntesis hispanoamericana por la labor de los misioneros desde hace 500 años, que rescata y lleva a su plenitud en Cristo los valores y el arte de las culturas indígenas originarias, «incluyen una profunda fe en Dios, un fuerte sentido de solidaridad, una auténtica devoción mariana y una rica religiosidad popular», dicen los pastores americanos.
«Y América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada», dice el Papa Juan Pablo II en Ecclesia in America. Por lo que Nuestra Señora de Guadalupe ha sido reconocida por la Iglesia en el Continente como «Patrona de toda América y Estrella de la primera y la nueva evangelización». Y sin duda constituye la principal herencia y aportación del pueblo hispano a una nueva síntesis cultural y humana de matriz católica, dentro del país más poderoso del mundo.

* El autor es editor de El Heraldo Católico, publicación en español de la Arquidiócesis de San Francisco y las Diócesis de Oakland y Sacramento en EEUU, en la que apareció este artículo con ocasión del Día de la Hispanidad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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