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Huellas N.10, Noviembre 2004

PRIMER PLANO Existe la esperanza

Entrevista a Patrizia Vergani. La esperanza de la vida y un número de teléfono

a cargo de Paola Ronconi

La experiencia de la doctora Patrizia Vergani, ginecóloga en Monza, que afronta frecuentemente el duro diagnóstico de las enfermedades prenatales

En español no hay un nombre que indique el puesto de la doctora Patrizia Vergani. Traducido del inglés sería “experta en medicina materno-fetal”, pero ella prefiere que le llamen simplemente ginecóloga. Aunque la doctora Vergani logra ver en las ecografías lo que normalmente se les escapa a los demás. Nos reunimos con ella en el hospital San Gerardo de Monza, donde trabaja.

El deseo de tener hijos en su origen es un deseo bueno. ¿Cuándo se convierte en una pretensión?
El problema es si corresponde efectivamente a la totalidad de la persona, es decir, de su cumplimiento, de su realización; si la persona se cumple en esta carrera por apagar un mero deseo hedonista. Hay hechos demasiado evidentes que demuestran que el simple hecho de tener un hijo no realiza totalmente a la persona. Y el hombre está hecho para la totalidad.

En su trabajo a veces tiene que comunicar a unos padres que su hijo, que no ha nacido aún, tiene problemas. ¿Cómo afronta estas situaciones?
La enfermedad es una condición de dolor, de fatiga. Lo difícil es afirmar la vida que está detrás de esa enfermedad, el motivo de la vida que es superior a la enfermedad. Solamente en esto está el bien. Lo que yo intento hacer, antes que nada, es ponerme en relación con la persona que tengo delante, ensimismarme con lo que está viviendo poniéndome en juego yo misma. Y después hacer un diagnóstico de la enfermedad del niño, no de la enfermedad y punto. Intentar que la madre comprenda que ese niño, ese feto que está en relación con ella dentro de su vientre, tiene también una enfermedad. Dedicamos tiempo a dar una explicación profunda de la enfermedad y de las posibilidades de curación dejando espacio para todas sus preguntas. Pedimos consejo a médicos especialistas en el tratamiento de esa patología y si se puede intentamos que la familia conozca a otras familias que han vivido esa condición. Intentar que esté presente el hijo antes que su enfermedad, esta es una de las cosas más importantes. Esto a veces es difícil porque la madre no tiene delante al hijo, y aunque existe el vínculo entre ella y el niño, debe ser suscitado. Siempre me ha impresionado que cuando nace un niño con el síndrome de Down ninguna madre se da cuenta hasta que se lo decimos nosotros los médicos, aunque es muy evidente desde el nacimiento por las características de la cara. Esto es porque la madre, cuando mira por primera vez a su niño, ve a su hijo, no una condición especial suya. Lo más fatigoso y dramático del diagnóstico prenatal es que la posibilidad de diagnosticar una enfermedad antes del nacimiento suele impedir la relación, se hace censurando la relación, fijando la atención sobre la enfermedad y no sobre la persona, no sobre el hijo. Para una madre ver a su hijo en una ecografía es positivo, porque se da cuenta, sobre todo cuando todavía no siente cómo se mueve, de que eso que ve en el monitor es realmente su hijo. Lo que se nos pide es que tengamos la preocupación de hacer consciente a una madre del hecho de que eso que lleva en su vientre es su hijo y ayudarla a acogerlo aunque esté enfermo, a través de un itinerario que le permita ser lo más consciente posible.

Ha dicho que el contacto con otras familias que han vivido la misma experiencia puede ser una ayuda...
Una vez me vi en la situación de tener que decirle a una mujer que su hijo tenía espina bífida; nos vimos un par de veces, al principio aceptó un itinerario para ayudarle a tomar plena conciencia de la patología del feto y continuamente decía que tenía otros dos hijos y que le iba a costar mucho hacerse cargo de una situación tan grave; fuimos juntas a ver a los especialistas. Cuanto más iba sabiendo todos los problemas que iba a tener el niño, más se convencía de que iba a abortar. Cuando le propuse que conociera a la madre de una niña con espina bífida que utilizaba silla de ruedas para caminar, para que pudiera verificar estos problemas viéndolos realmente, se negó. Un día (iba a ser la última vez que nos veíamos, ya había concertado una cita para abortar) le di el número de teléfono de aquella madre y le volví a repetir que considerara de nuevo esa posibilidad. Aquella mujer me dijo después: «Dejé pasar unos días, pero no dejaba de darle vueltas a la cabeza. Así que marqué el número esperando que no respondiera nadie, pero cuando escuché el “dígame” de la otra madre, supe que no iba a abortar». Aceptó hacer las cuentas hasta el fondo con la presencia de aquel niño y con el hecho de que había alguien al otro lado del teléfono dispuesto a darle razones de la vida que supera la enfermedad. No podemos impedir que una mujer aborte. Pero no debemos dejar nunca de proponer una posibilidad, aunque sea pequeña, como un número de teléfono en un papel.

¿Qué es lo que la sostiene en esta posición ante su trabajo?
Ante todo, no tener miedo de hacer este trabajo, es decir, en el fondo no tener miedo del resultado de este trabajo; pero esto, en efecto, es una consecuencia. En primer lugar, es tener la certeza de que lo que he encontrado en el cristianismo es una propuesta para todos los hombres. Cuando empecé a trabajar era una conciencia que era el resultado de una educación; cuanto más avanzo es el resultado de una grandeza humana que veo en personas con las que me encuentro: he visto crecer enormemente a las personas, germinar un bien feliz. Y he visto que una madre que acepta a un niño con una discapacidad quiere más a los otros hijos que tiene o que tendrá.
Es un bien que toca a todas las personas de la familia. Fuera de esto veo mucho dolor, mucho dolor en las personas que piensan, que van a evitar un dolor, por ejemplo con el aborto.
Por otra parte el mundo de los hombres perfectos –el de los hijos a toda costa, pero sin “imperfecciones”– es un mundo en el que la relación amorosa, la ayuda, la compasión y la solidaridad no tienen espacio. ¿Cómo puede un padre soportar a un hijo que no sea un genio, si ha querido que fuera perfecto? ¿Se aceptarán nuestras imperfecciones sin una educación “concreta” en el amor como se expresa en el “vale más lo que eres que lo que das”? Nadie desea la enfermedad, pero puede ser una condición para la realización global de nuestro yo y de la humanidad. Para mí esto es muy evidente.


BOX
COMUNICADO DE PRENSA
La Europa peligrosa

En lenguaje médico se habla de “eventos centinela” para indicar hechos que señalan el peligro incumbente de una epidemia o de otros desórdenes patológicos. El veto al nombramiento de Rocco Buttiglione a comisario de Justicia e inmigración por parte de un comité del Parlamento Europeo, es uno de estos eventos. Presentándose para asumir dicho cargo Buttiglione ha declarado ser católico y, coherentemente, ser contrario a los matrimonios entre homosexuales y a una idea de femineidad que no contemple la tarea natural de madre de familia. Ha declarado también que estas son sus convicciones y que las sostendrá, consciente y respetuoso de las posibilidades de que el Parlamento europeo pueda rechazarlas. No obstante esta declaración, ha sido vetado.

Otros eventos significativos son alarmantes: en Tulón, se ha prohibido a un sacerdote llevar sotana en cuanto “ostentación” de un signo religioso; en Suecia, se ha condenado a un pastor protestante que, habiéndose declarado contrario a los matrimonios entre homosexuales, se hizo culpable de discriminación; en el Baden Wuettemberg, el tribunal regional ha vetado a las monjas llevar el velo durante las clases, equiparándolo al velo de las musulmanas; para no hablar, en fin, de esa forma de antisemitismo por el que se aceptan los judíos sólo cuando no son israelíes o religiosos.

La Europa que rechaza sus raíces judeocristianas se queda peligrosamente sin raíces. Como es sabido, quien no conoce la Historia se condena a repetirla incluso en sus aspectos peores y liberticidas. No basta que el bando político al que pertenece Buttiglione y las comunidades religiosas afectadas tomen posición al respecto. También quien no concuerda con sus creencias religiosas debe expresarse. Hemos llegado al punto en que con el pretexto de defender la posibilidad para todos de profesar su propia relativa verdad, se va introduciendo un totalitarismo cultural que niega la libertad de conciencia, pensamiento y opinión. ¡Qué mal ha acabado el lema de la Revolución Francesa, “No estoy de acuerdo con tus ideas, pero lucharé para que puedas expresarlas”! Los católicos, en particular, cualquiera que sea su opción política, no pueden aceptar ser reducidos al silencio que ya peligra de ser no sólo público sino también privado.
Oficina de prensa de CL
13 de octubre de 2004

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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