La Belleza que cautiva
Nunca habría pensado que a través de algo tan concreto como ¡un panel! llegaría a conocer a un grupo tan particular de personas en un momento de mi vida en que la demanda de concreción, razón y verdad me eran tan apremiantes. Me acuerdo que entré a la cafetería de la Casa Central en la Universidad Católica de Valparaíso y me llamó la atención un artículo del boletín universitario ICARO que trataba sobre el atractivo del estudio: «Querer comprender y querer usar lo que estoy comprendiendo». Y me pareció algo importante para encauzar mi estudio. Pero lo que más me llamó la atención, en el mismo panel, fue que invitaban a trabajar sobre el libro Por qué la Iglesia, y eso me llevó a preguntarme qué relación podía existir entre el artículo que antes citaba y la Iglesia. Me interesé y asistí al encuentro, que me conmovió por una humanidad que no podía explicar. Fue entonces cuando comencé a participar de lo que estas personas llamaban «Escuela de comunidad» (un nombre nada sugerente para mí en ese momento, pero que poco a poco iría comprendiendo), y puse en ella mis esperanzas. Éstas fueron satisfechas al verificar la «imposible correspondencia» entre lo que se hace en la escuela y el mundo exterior: estudiar con un sentido más verdadero, completo, y correspondiente con el deseo de bien que todos tenemos. Frente a una desilusión amorosa que arrastraba, aprendí que «la vida es positiva»: en la adversidad y en el bien la vida tiene un aspecto positivo, es bella, está destinada a algo positivo y no a quedar en nada. Hay que mantener las intuiciones evidentes (razones que la experiencia comprueba) y aferrarse a ellas, no dejar que se hundan en los pensamientos negativos. Pero el problema es cómo ser fiel a esta belleza. En este sentido la compañía que encontré fue fundamental: ésta es una dimensión inevitable de mi persona que comunica otra mirada sobre la vida, y no un conjunto de iniciativas; y esta experiencia vence sobre la nada, ya que todos deseamos no ser esclavos de lo que nos pasa. He encontrado en esta experiencia que un hombre dijo ser el Camino la Verdad y la Vida: en esto se puede esperar, y apoyar nuestras exigencias, relaciones afectivas, etc. Yo he sido testigo de este milagro: me pueden pasar cosas malas y comprendo que no estoy completamente perdido. Me asombro y me pregunto: y esta certeza ¿de dónde proviene? ¿quién me da esta seguridad? Doy gracias porque ésta es realmente una compañía hacia el destino, concreta como es una presencia, que se toma en serio mi vida y mi destino; y es tan verdad lo que uno verifica, tan verdad estas razones que la experiencia comprueba, que si uno ama su vida y desea días de felicidad no puede dejar de reconocer el bien que ese otro quiere enseñarnos. Doy a gracias a Dios por cómo ha irrumpido Cristo en mi vida (de manera inesperada, en la universidad, a través de un panel), por cómo su pueblo, un grupo tan particular de personas, hace que salga lo mejor de mí y me hace querer ser mejor hombre. Esta es la victoria de Cristo: su pueblo. Así es como el Misterio irrumpe en nuestras historias, en cada ocasión de encuentro. Después de conocer esto, ser más consciente y tener más certeza de lo que estoy haciendo y para qué, estoy contento y orgulloso por haber dicho «sí».
Cristóbal, Valparaíso (Chile)
De Santiago a Rímini
Angélica, Antonio, Enrique y yo nos fuimosa hacer el Camino de Santiago con la Delegación de Juventud. En la primera comida de camino, casi por casualidad nos juntamos con otros seis chicos con los que hemos sido inseparables durante estos días. Los padres de Oscar no le bautizaron ni le dejaron hacer la Primera comunión, pero él a pesar de todo iba a Misa y frecuenta el grupo de jóvenes de su parroquia. Cuando fue mayor de edad, recibió todos los sacramentos. Sus padres se separaron y se dio cuenta de que lo único que sostiene la vida es Cristo. Javier viene a Santiago con la DELEJU por una búsqueda en Internet. Mª Jesús es americana de madre española y vive en Milán; tiene una madurez y una fe impresionantes. No dejó preguntas en el tintero porque le urgía su vida, sus amigos homosexuales, cómo amar bien a su pareja. Me daba cuenta de que el Señor suscita un atractivo al que cada uno responde como puede, pero para no hacerse líos hay que vivir acompañado. En la primera meditación, una pregunta: ¿qué le preguntarías a Dios? Respuestas: por qué hay mal en el mundo, por qué las catástrofes… Pero ¿es que a nadie le interesa su propia vida? y yo pregunto: ¿por qué Dios me ha creado, por qué merece la pena que yo exista? Respuesta del grupo: para ser ejemplo. No, no, no es así. Entonces ¿cuál es tu hipótesis? Yo creo que el Señor me ha creado para que Le conozca. Y todo este escenario de personas, lugares y paisaje, el universo entero lo ha creado para decirme cuánto quiere a su criatura. Por ello dio su vida. Si viviéramos para seguir un código de conducta nos bastarían los 10 mandamientos. Cuando te das cuenta de que eres querido así y respondes es como cuando te enamoras, que te sale la alegría por todos los poros y eres testimonio porque los demás te preguntan ¿por qué estás tan contenta? En estos días no he dejado de dar gracias por don Giussani, que me enseña a dar razones y me acompaña en la vida. A finales de agosto fui al Meeting de Rímini. ¡Qué espectáculo! Hablas con unos y con otros y son vidas, caminos hacia el Señor. Otra cosa sorprendente es que la fe vivida así te abra a encontrarte con los otros, con quien no piensa como tú y a abrazar al otro tal como es, buscando lo positivo y bueno que hay en él. Todo esto lo llevo impreso en el corazón yendo a la oficina todos los días.
Merche, Madrid (España)
En un pueblito perdido
Paola vive y trabaja desde hace un año en un pueblito perdido a unas horas de Lima. Hace unos meses lanzó la idea de presentar también allí el libro de don Giussani Por qué la Iglesia, así en la lista de las presentaciones que estamos haciendo en todo el Perú –Cuzco, Chiclayo, Trujillo, Cajamarca, Piura, Huancayo, Arequipa, Huacho, Yurimaguas– se ha añadido también Palpa. Esto es lo que nos escribe después del acto de presentación:
Hacer todo por la gloria de Cristo, para que Cristo sea reconocido en el mundo. Don Giussani en una oración añade: «Pido a Dios que me conceda responder en todos los momentos de mi vida para que aquello que hago, misteriosamente, sirva a la gloria de Cristo, para que Jesús sea reconocido por lo que es, Dios hecho hombre». ¡Qué ciertas son estas palabras, y qué bella y grande es nuestra amistad! ¿Por qué la Iglesia? Por mí. Por mí que, con toda mi incapacidad e incredulidad, he sido privilegiada y acompañada en el acto de ayer por más de cien personas que han conocido a don Giussani. Como dice el Padre Edgar: «de un amigo que nos acoge y nos da una explicación clara y razonable de la experiencia cristiana». Esto sólo fue posible por obedecer y hacer memoria con ayuda de mis amigos, desde los que en Lima estaban pendientes hasta los que han venido hasta aquí. He amado más la Iglesia por esta amistad, por mi pueblo que es mi familia. Cuánta gente sencilla, muchos los conozco, agricultores, capataces, etc. que estaban en primera fila y temprano, como quien va a una fiesta; todos han salido contentos, queriendo más a nuestra Iglesia. Qué gran milagro ha hecho Don Giussani, qué inmensa gracia hemos recibido, qué pequeños somos, pero hemos sido instrumentos de lo que nuestro Padre hace con su pueblo. Esto ha comenzado, y para mí es un reclamo a no poner primero nuestra medida, sino a responder buscando y pidiendo hacerlo todo para la Gloria de Cristo.
Paola, Palpa (Perú)
¡Lumen mihi tenebraeque!
¡Luz, arroja de mí la tiniebla! Es el rastro que deja en mi pensamiento la historia de Ramón Sanpedro, convertido en un personaje entrañable con la magnífica interpretación de Javier Bardem. Porque el tema de Mar adentro no es otro que el de la reacción humana ante el dolor, por más que se hable de dignidad y de la autonomía moral consiguiente en la afinada y medida retórica de la película; y en esta confrontación con el dolor nos encontramos todos, con una incapacidad radical para descifrarla. Conmoción, pues, porque cada uno de nosotros es un doliente, con la modulación del dolor que determina su carácter y las circunstancias de su vida. Y confusión ante la única “respuesta correcta” que, con cabal determinación, proporciona mi paisano Ramón: la abolición del yo. Si es cierto que ni el cuidado, la compasión o el afecto que recibe Ramón logran eliminar el dolor que le agita, la curación de su enfermedad tampoco le daría el pasaporte al Paraíso. Y es que Ramón percibe su vida como un castigo contra el que decide vengarse, y que le ciega para ver el amor de quienes le rodean, y el que hay detrás de su misma existencia. A mi juicio, la “respuesta correcta” de Ramón a su dolor es a la vez egoísta y temeraria. Temeraria, porque afronta el morir sin prestar atención a su origen que, como el de todos, nos es otorgado. Nadie se funda a sí mismo. Somos radicalmente dependientes de un Poder que, cuanto menos por prudencia, conviene venerar. Si no sabe de dónde proviene, Ramón se hace fuerza y se aprieta para mantenerse en el convencimiento de que matarse equivale, simplemente, a dejar de sufrir. Su “única” respuesta es en el fondo una temeraria rebelión contra el Origen. Y egoísta, porque el único amor que triunfa en la película es el suyo por morir, a costa de todos los demás que convoca al pie de su cama. El más hondo el de su padre, quien sólo rompe su silencio en la trama del film para decir: «Peor a que se te muera un hijo es que se quiera morir».
Guillermo Díaz Pintos,
Madrid (España)
Ahora lo es todo
Mientras intento hacer memoria de todo lo que me ha pasado desde que conocí a Enrique, Pancho, Amparo, Pedro Pablo, me doy cuenta de que la relación con ellos me ha cambiado la vida completamente, de que el encuentro con personas que ves que no renuncian a vivir la vida, que no huyen de las dificultades, que aman todo porque reconocen que la vida se la da Otro, te cambia la vida, porque es lo más humano que he conocido en este mundo. Cristo a través de rostros muy concretos se ha manifestado en mi vida: antes era una parte de mi vida, y ahora lo es todo. Veo que cuanto más me fío de estos amigos y más me juego la libertad en esta relación, más soy yo misma y cualquier dificultad que se presente en mi vida puedo afrontarla sin ningún miedo. Por ejemplo, ante la enfermedad de mi padre. Cuando regresé de Picos, me enteré de que mi padre estaba mal otra vez, y pedí poder reconocer todo lo que había vivido en Picos, porque eso era lo que realmente me correspondía, y no lamentarme y olvidar todo como si nada hubiese sucedido. Ya había ocurrido otros años, pero esta vez ha sido todo distinto, no porque la circunstancia haya cambiado, sino porque yo he compartido la dificultad, y esto ha permitido que todo al final se haya convertido en un bien, haya sido la ocasión para crecer en Fe, para entender realmente lo que es querer a una persona. Es para mí un ejemplo claro de que con Cristo todas las cosas son nuevas. También la relación con mi madre ha cambiado. Me conmueve ver la sencillez con la que se ha fiado de mí y reconoce que Cristo no la abandona aun cuando todo parecía ir mal y ser injusto. Tener esta actitud te cambia porque ves que las cosas ocurren por un bien mayor. Gracias a mis amigos me doy cuenta de que las circunstancias –hasta el estar agotada trabajando en La Thuile– han sido un regalo. He visto cómo la fatiga y el cansancio se han convertido en un bien. Reconozco la necesidad que cada día crece de pertenecer a esta compañía, porque es una pertenencia que me hace libre, con todo lo que soy ante las cosas. Es evidente que uno solo no hace nada, que necesita de otros que le recuerden el significado de las cosas, por qué las hacemos –como este año el estudio, que ha sido un descubrimiento al haberlo compartido con las tres estudiantes italianas–. La verdad es que no lo entiendo ni yo, pero ahora es como si tuviese un interés mayor por todo, como si todo tuviese que ver conmigo. Ya no me basta con estudiar para aprobar el examen, porque veo que el estudio es algo mucho más grande que tiene que ver también conmigo. Es como si todo estuviese ahí para mí, para descubrir lo que es realmente. Ahora que empiezo la Universidad, tengo el deseo de enseñar a los demás con mi propia vida lo que he encontrado.
María, Alcobendas (España)
Vendiendo lotería
Fui trabajar al Meeting de Rímini con otros cinco bachilleres. La relación que tenemos con algunos amigos de Varese nos ayuda porque es una amistad guiada al destino. Carrón nos recordaba que cuando uno va “conquistando” a sus amigos, estos se van haciendo responsabilidad suya, y esto lo hemos visto hecho carne es estas tres amigas italianas que con una verdadera caridad nos han cuidado, mimado y ayudado durante estos días. Hemos trabajado vendiendo lotería. Teníamos la oportunidad de conocer a muchísima gente en la que podíamos reconocer el rostro de Cristo. Colaborar de esta pequeña manera con una obra tan grande nos hacía participes de un pueblo en el que caminamos juntos hacia la meta. Es sorprendente la repercusión que el Meeting tiene en toda Italia e impresiona ver qué personajes tan importantes se congregan allí, pero en ningún momento estos personajes nos eclipsan, porque en toda exposición, todo acto, toda persona se podía reconocer al verdadero Protagonista, mejor dicho el único, que se hace visible en cada pequeño gesto. Toda la belleza de estos días y a la vez el cansancio la ofrecíamos por la circunstancia dolorosa que pasaba nuestra amiga Ana, a la cual no podíamos acompañar físicamente. El padre de Ana falleció hace unos días, y en este tiempo hemos aprendido y reconocido que esta circunstancia tenemos que ponerla en manos de Otro, al igual que nuestra amistad.
Jesús Ángel, Parla (España)
Participar en el Ser
Querido Padre Giussani: Nuestro amigo común, Riro Maniscalco, me ha pedido que le cuente cómo he llegado a estar trabajando como maestra en una escuela hebrea de Boca Ratón, Florida (EEUU). Estando yo en la Universidad de Chicago (donde por primera vez oí hablar de “el movimiento”) me apunté a unos cursos de lengua hebrea y de Biblia hebrea. También iba a clases de judaísmo, así como de cristianismo y de budismo. Al parecer, el profesor que corregía mis ejercicios se fijó en mis estudios de hebreo y me llamó. Durante la entrevista me empecé a dar cuenta de que suponía que yo era judía sefardita, ya que además el judaísmo me resulta familiar (he visitado una sinagoga conservadora durante muchos años) y manejo bien los modismos lingüísticos del mundo judío de Norteamérica. Pero en un momento dado supe que le tenía que decir que no era judía, por lo que le paré y le dije: «Creo que debo aclarar que yo no soy judía». Me miró un buen rato mientras ajustaba su yarmulke y me preguntó: «Entonces, ¿puedo preguntar de qué tradición religiosa forma usted parte?». Le respondí espontáneamente: «Soy católica practicante y trato de vivir mi fe de manera ortodoxa». Puesto que él es un judío ortodoxo me pareció importante (y al tiempo bastante osado) decírselo así. Y añadí: «¡Quizás tenemos más en común de lo que usted piensa!». Se me quedó mirando de hito en hito durante un buen rato, suspirando profundamente mientras me pareció que pensaba en algo importante (e incluso doloroso). Tras algunos minutos me miró y me dijo: «Solamente alguien como usted puede entender la razón de nuestro ser. ¿Qué puedo hacer para convencerla de que venga a trabajar con nosotros?». No pude menos que sonreír (en realidad, casi se me escapa la risa, pero conseguí dominarme, gracias a Dios). Porque en ese momento sólo podía pensar en su libro El hombre y su destino. Las palabras «Dios quiere que haya alguien que le pida ser. Que diga tanto y tan sinceramente que Dios es todo. Que pida lo que Dios ya le ha dado: participar en el ser». Estas palabras me han acompañado desde que las leí, e incluso las llevo escritas en una tarjeta que tengo en mi Libro de las Horas. Ha sido mi oración a Cristo y a la Virgen (no puede imaginar qué milagro es para mí pedir la intercesión de María): le pido que interceda por mí para que yo pueda ser lo que su Hijo quiere que yo sea. Él es. Sin Él, yo no soy. Pida por mí, don Luigi. Prometo pedir por usted. Un fuerte abrazo de no tan lejos (en Cristo),
Esmeralda Negrón, Miami (EEUU)
Sí
Delante de un verdadero café italiano –en el recién estrenado bar Faborit– donde si me equivoco y digo un macchiato en vez de «un cortado, por favor» no pasa nada, he intuido que mis días en Madrid no iban a ser simplemente un paréntesis en mi vida, sino algo más. Todavía no sé qué pero, como siempre me dice mi padre, las intuiciones son algo muy importante y hay que tomarlas en serio. Mientras Carmen me explicaba el trabajo que iba a hacer en Huellas, y luego, cuando, al acabar mi primera jornada laboral en Cedaceros, puso un CD de canciones napolitanas que tanto le gustan a mi padre, me encontré bien, como cuando estás en un lugar familiar. Me pareció que la gente que iba conociendo en Madrid cada día, todo el asombro que me suscitaban, la primera Escuela de comunidad en la Complutense con los chicos del CLU, llena de entusiasmo y vitalidad, que todo esto era necesario para mi felicidad, para madurar aquí el gusto por la vida venciendo la timidez que trata de bloquearme. Ahora cada día me doy más cuenta de que estos amigos –porque empiezan a ser amigos– van a ser importantes no sólo en los dos meses que voy a pasar aquí, sino para siempre. Doy gracias a Dios porque me los ha dado y porque cada día me llena de energías para decir «sí» todas las veces que haga falta: ¿Mañana trabajas? Sí, ¿Vas a estudiar a la universidad? Sí, ¿Y luego vienes a tomar algo? Sí…
Caterina, Madrid
Amistad y misión
« Cuando dos son verdaderamente amigos, porque realmente quieren el bien ultimo el uno del otro, es algo natural que quieran que todos estén allí, que toda la gente conozca y participe de aquella amistad. Y eso es tan verdad, que uno puede llegar hasta el sacrificio de no volver a ver a las personas queridas». ¿No es acaso esta la descripción del origen de mi vocación, el sentido de que yo este aquí en Fuenlabrada, viviendo con Anas, Alessandro, Giovanni y Michele? Esto me preguntaba escuchando a don Gianluca Attanasio, rector del seminario de la Fraternidad de los misioneros de san Carlos Borromeo en Roma, que dio un testimonio en nuestra parroquia de Fuenlabrada con motivo de la fiesta de san Carlos. Atta nos lo documentó: esta no es una bonita definición de lo que es la amistad, sino el contenido de una experiencia posible y conveniente. En efecto, describe a la vez la naturaleza misma del cristianismo y cómo surge nuestra Fraternidad: un amor apasionado por nuestras vidas, una amistad en la que queremos que todo el mundo participe. Como sólo hacen los verdaderos amigos, Atta nos mostró muchas huellas de la presencia victoriosa de Cristo. Dimos una vuelta al mundo a través de los rostros de muchos amigos. Su homónimo don Gianluca, por ejemplo, vive en Alemania, donde el cristianismo parece haber desaparecido. Un día un niño de siete años le fue a buscar para pedirle ser bautizado. Sus padres no lo habían hecho, porque pensaban que la decisión tenía que ser del niño cuando fuese mayor. El sacerdote se quedó perplejo, porque temía que se tratara de un capricho y que el niño no respetase el compromiso para prepararse a recibir el sacramento. A pesar de que sus padres le desanimaran, acudió durante dos años con fidelidad a la catequesis y, antes de bautizarse, quiso aprender de memoria el Credo y rezarlo, él solo, delante de todos. «Es un ejemplo de cómo Jesús sigue llamando a quien él quiere, a la edad que quiere, en cualquier circunstancia», comentaba nuestro huésped de Roma. Hubo después un momento de entusiasmo popular por el recorrido fotográfico de las caras y los lugares de misión de los sacerdotes españoles de la Fraternidad. Por ejemplo, Jose Medina, que enseña física en Washington. Atta hizo hincapié en el nuevo seminario de Ciudad de México, guiado por Julián de La Morena. El seminario es como una pequeña semilla: tiene dos seminaristas, pero la de no tener prisa ha sido una elección para que las raíces sean muy fuertes. Para mostrar todavía más que la experiencia que cada uno hace en su lugar de misión tiene como horizonte el mundo entero, hasta físicamente, Atta nos habló de don Francesco. Él visita muchas aldeas de Siberia –distantes a veces más de 200 Km una de otra– para atender a los católicos que han sobrevivido a la deportación de Stalin y han guardado tenazmente su fe. Cuando por primera vez una abuela vio a don Francesco, se acordó de su madre que le había dicho poco antes de morir: «Chicos, yo ya no estaré, pero volverán a abrir las iglesias, volverán los sacerdotes, porque la fe sigue presente y seguirá siempre. Vosotros no sabéis qué son las iglesias, pero conseguiréis verlas, y si no lo conseguis, lo harán vuestros hijos. Podrán destruir una iglesia aquí, pero más allá se construirá otra. Destruirán también aquella, volverán a construir otra. A Dios no se le puede destruir». La conmoción que tuvo que sentir aquella mujer cuando vio, por primera vez en su vida, a un sacerdote en la persona de don Francesco se convirtió en nuestra misma conmoción. Ninguna circunstancia ni nadie nos puede quitar esa conmoción por Cristo.
Marco, Fuenlabrada (España)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón