El texto de la entrevista de Roberto Fontolan a don Giussani, con ocasión del 50 aniversario de CL, emitida en la RAI Uno el pasado 10 de septiembre. «He tratado siempre de vivir la vida –con sus exigencias personales y su concreción– como una respuesta a las necesidades reales... como un reto, por una parte, y como una percepción segura, por otra, de que todo lo que es positivo en nuestra naturaleza hallará respuesta»
Cincuenta años después, Comunión y Liberación, el movimiento que nació en unas clases de Religión, está presente en 70 países del mundo. En él se inspiran obras educativas y empresas, iniciativas de caridad, colecciones de libros y discos, centros culturales, el Meeting de Rímini y miles y miles de personas
¿Cómo se explica este reconocimiento, usted que nunca ha querido tenerlo?
He tratado siempre de vivir la vida –con sus exigencias personales y su concreción– como una respuesta a necesidades reales.
Escuchar una sinfonía, dirigida por Muti o Von Karajan, puede ser un placer excepcional, puede suscitar una emoción extraordinaria, puede representar un Misterio que se revela, de tal manera que aparecen en el horizonte del corazón bellezas antes desconocidas.
Es como un premio concedido al corazón del hombre en medio de la confusión y la incertidumbre, ofrecido a nuestro corazón de hombres que busca algo que le falta.
Ya Eliot tenía algo que decir al hombre de hoy, y con una cierta seguridad, cuando se preguntaba: «¿Es la humanidad la que ha abandonado a la Iglesia o la Iglesia la que ha abandonado a la humanidad?».
Pero, ¿cómo puede un hombre de mi época hablar de cultura prescindiendo de esta afirmación? ¿Cómo puede utilizar la palabra cultura sin tener presente esta frase? Olvidaría las cuatro quintas partes del mundo.
¿Es una crítica a la Iglesia o a la humanidad?
Las dos cosas, las dos; porque, primero fue la humanidad la que abandonó a la Iglesia... porque si yo necesito una cosa y veo que se aleja, voy corriendo detrás de ella. Pero nadie corrió tras ella.
Y la Iglesia, ¿cuándo ha abandonado a la humanidad?
La Iglesia empezó a abandonar a la humanidad, a mi juicio, a nuestro juicio, porque olvidó quién era Cristo, no se apoyó en Él… Tuvo vergüenza de Cristo, de decir quién es Cristo.
El concepto de pureza o de virginidad que tenían los monjes del 1200, con San Bernardo a la cabeza, es un canto a la belleza, un canto a una belleza que lo vence todo.
Monseñor Giussani, muchos subrayan esta capacidad particular del movimiento para encontrar e implicar a personas de todo tipo, clase social y cultura. ¿A qué se debe dicha capacidad?
Se debe a un interés coherente y persistente en las relaciones humanas, que se jugaban entre los jóvenes de entonces y se juegan entre los de ahora; al desplegarse novedoso y maduro de una atención que alcanza a quien es ajeno y lo convierte en parte integrante del gran juego de la existencia.
El devenir de la historia humana forma parte del designio de Dios y, por ello, permanece para siempre; es decir, por el acierto de la sabiduría divina se consagra, y esto empieza a definir un arraigo –del sacramento católico– útil y fructífero, del que partir como de una nueva Venida.
Y también se debe al hecho de que las personas que íbamos conociendo tenían necesidades muy concretas y trataban de hacerles frente.
Para terminar: en una de sus intervenciones más célebres –era el Meeting de Rímini de 1985– usted dijo «Os deseo y deseo para mí que nunca estemos tranquilos» ¿Por qué? ¿Qué quería decir con esto?
Que el hombre es digno de vivir porque admite la vida sólo como la búsqueda de una respuesta fehaciente y una conquista que el Creador ha pensado, ha preparado para él.
Al final de una clase, una alumna me entregó, como si fuera un descubrimiento, este canto creado por ella: Pobre voz … nuestra voz canta con un porqué.
No conozco otra expresión que sea más definitiva: como un reto, por una parte, y por otra, como una percepción segura de que todo lo que es positivo en nuestra naturaleza hallará respuesta.
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