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Huellas N.10, Noviembre 2009

IGLESIA - Después del Sínodo

Levántate, África

Andrea Tornielli

Guerras olvidadas y agresiones de las ideologías modernas, sida y pobreza.
Más allá de la política, el anuncio de la cercanía misericordiosa de Aquél que reconcilió consigo al mundo. Una llamada apremiante a la reconciliación, condición indispensable para instaurar relaciones de justicia y construir una paz justa y duradera. Balance de una asamblea que, en viente días de trabajo, ha conseguido en verdad «tocar la realidad desde la perspectiva de Dios»


El tema del Sínodo africano, «Reconciliación, justicia y paz», «suponía un desafío nada fácil». Lo ha dicho, en un discurso improvisado, Benedicto XVI, el pasado 24 de octubre, tras la comida con los padres sinodales. Un tema, explica el Papa, que «ciertamente implica una fuerte dimensión política, aunque es evidente que reconciliación, justicia y paz no son posibles sin una profunda purificación del corazón, sin una renovación del pensamiento, una metanoia, sin una novedad que debe surgir precisamente del encuentro con Dios. Pero si bien esta dimensión espiritual es profunda y fundamental, también la dimensión política es muy real, porque sin la acción política, estas novedades del Espíritu no se llevan a cabo». Existen, pues, sigue el Papa, dos tentaciones: la de «politizar el tema, hablar menos como pastores y más como políticos, una competencia que no es la nuestra». Y la «de retirarse a un mundo puramente espiritual, abstracto e ideal, pero no realista. El discurso de un pastor, en cambio, debe ser realista, debe estar pegado a la realidad, pero desde la perspectiva de Dios y de su Palabra». «Me parece» concluye, «que, gracias a Dios, hemos logrado superar ambas tentaciones».

La comida y el nombramiento. No es fácil sintetizar el camino que en veinte días de trabajo ha llevado a la asamblea sinodal, compuesta por 244 padres sinodales, a discutir y analizar las necesidades, las urgencias y las posibles respuestas a los males que afligen al Continente Negro. El tema propuesto, «La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz», tuvo un colofón, la víspera de la clausura, anunciado por el Pontífice en persona a los obispos africanos que comían con él: el nombramiento del relator general del Sínodo, el cardenal ghanés Meter Kodwo Appiah Turckson, como sucesor del cardenal Renato Martino en la dirección del Consejo Pontificio de Justicia y Paz.
El Sínodo ha puesto de manifiesto que se habla poco de África y, sobre todo, se habla sólo de malas noticias, que por otra parte abundan, a pesar del renacimiento eclesial que también ha aflorado en el debate. No se puede ignorar que «las situaciones trágicas de los refugiados, la pobreza extrema, las enfermedades y el hambre matan todavía a miles de personas cada día». «En todo esto –se lee en el mensaje final– África es la más afectada. África es rica en recursos humanos y naturales, pero a muchos en nuestro pueblo se les abandona en la pobreza y la miseria, en guerras y conflictos, entre crisis y caos. Muy raramente todo esto es causado por desastres naturales. Más bien se debe, en gran medida, a decisiones y acciones humanas de personas que no tienen ninguna consideración por el bien común».
Muchas de las intervenciones se han centrado en la necesidad de reconciliación, iniciativa que «viene de Dios» porque, como enseña san Pablo, «En Cristo, Dios ha reconciliado consigo al mundo». «Ello sucede –afirman los padres sinodales– por el don gratuito del perdón». Los obispos invitan a todos «a dejarse reconciliar con Dios, que es lo que abre el camino para la verdadera reconciliación entre las personas. Es lo que puede romper el círculo vicioso de las ofensas, de la venganza y del contraataque. En todo esto la virtud del perdón es crucial, incluso antes de cualquier admisión de culpa. Quienes creen que el perdón no funciona pueden probar la venganza y comprobar qué sucede. El verdadero perdón promueve la justicia del arrepentimiento y de la reparación, que conducen a una paz que sana las raíces del conflicto».
Benedicto XVI lo ha repetido en la homilía de la misa conclusiva del Sínodo, celebrada en San Pedro el domingo 25 de octubre: «Levántate, Iglesia de África, familia de Dios, porque te llama el Padre celestial a quien tus antepasados invocaban como Creador, antes de conocer su cercanía misericordiosa revelada en su Hijo unigénito, Jesucristo. Emprende el camino de una nueva evangelización con el coraje que proviene del Espíritu Santo. La urgente acción evangelizadora, de la que mucho se ha hablado estos días, implica también una llamada apremiante a la reconciliación, condición indispensable para instaurar en África relaciones de justicia entre los hombres y para construir una paz justa y duradera, basada en el respeto por todos los individuos y por todos los pueblos; una paz que necesita y se abre a las aportaciones de todas las personas de buena voluntad, más allá de sus respectivas pertenencias religiosas, étnicas, lingüísticas, culturales y sociales».

Virus peligrosos. La evangelización de África, han explicado los obispos de dicho continente, no puede detenerse en el anuncio de las verdades de la fe. Existe una necesidad acuciante de acompañar el camino con la formación permanente. «Necesitamos organizar un programa de formación continua para todos nuestros fieles –se lee en el mensaje final del Sínodo– especialmente para los que están en altos puestos de autoridad». África, de hecho, «necesita santos en puestos políticos relevantes: políticos santos que limpien el continente de corrupción, que trabajen por el bien de la gente y que sepan como animar a otros hombres y mujeres de buena voluntad de fuera de la Iglesia para que se unan contra los males comunes que asolan nuestras naciones». Una realidad aún por construir, incluso porque «por desgracia, muchos católicos en puestos de prestigio no han respondido adecuadamente en el ejercicio de sus cargos».
Un tema sobre el cual Benedicto XVI ha insistido especialmente y desde el principio es el tema de la familia, atacada por virus que llegan de fuera del Continente. «Pongámonos en guardia –escriben los obispos– contra los ataques de ideologías perniciosas provenientes del extranjero, que pretenden ser cultura “moderna”. Seguid acogiendo a los niños como don de Dios y educadlos en el conocimiento y el temor de Dios, para que sean personas de reconciliación, de justicia y de paz en el futuro».

Islam y diálogo. Respecto al tema, mediáticamente muy sensible, de la lucha contra el Sida y de los medios para combatirlo, los obispos africanos han querido recordar que «la Iglesia es la primera en la lucha contra el VIH/Sida y en el cuidado de las personas infectadas y contagiadas del mismo. Con el Santo Padre, Benedicto XVI, este Sínodo advierte con fuerza que el problema no puede ser superado con la distribución de profilácticos. Pedimos a todos los que estén interesados de verdad en detener la transmisión sexual del VIH/Sida que reconozcan el éxito ya obtenido por los programas que aconsejan la abstinencia entre los no casados y la fidelidad entre los casados».
Finalmente, tras haber recordado la «vergonzosa» situación en la que se encuentran algunos países por el desinterés general (la «dolorosa situación de Somalia, inmersa en un conflicto virulento desde hace casi dos décadas, compromete ya a sus países vecinos. Sin olvidar la trágica condición de mi-llones de personas en la región de los Grandes Lagos y la crisis que todavía perdura en Uganda septentrional, en el Sudán meridional, en Darfur, en Guinea Conakry»), los obispos africanos han afrontado el tema de la relación con el Islam, una de las cons-tantes en las intervenciones sinodales, afrontada con diferentes enfoques determinados por las diversas situaciones vividas en las diócesis. «El fanatismo religioso se está difundiendo en todo el mundo –hacen notar los padres sinodales–. Es causa de la debilidad de muchas partes de África. De la cultura religiosa tradicional, los africanos han absorbido un profundo sentido de Dios Creador. Han llevado esto a su conversión al Cristianismo y al Islam. Cuando este fervor religioso está mal dirigido por fanáticos o manipulado por los políticos, se generan conflictos que tienden a hundir a todos». Pero «el Sínodo ha escuchado los testimonios de muchos padres sinodales que han recorrido con éxito el camino del diálogo con los musulmanes. Han dado testimonio del hecho de que el diálogo es útil y que la colaboración es posible y a menudo eficaz. Los temas de la reconciliación, la justicia y la paz son de interés general, para comunidades enteras independientemente de su credo. Trabajando sobre los valores compartidos por ambas religiones, musulmanes y cristianos pueden contribuir y mucho a restablecer la paz y la reconciliación en nuestras naciones. Esto se ha verificado ya en muchos casos».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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