La crisis económica pone al descubierto formas nuevas de pobreza, entre ellas, la soledad. ¿Cómo responde a esta pobreza la caridad? Lo cuentan en esta entrevista MANUEL EUSEBIO del BdS de Madrid, y ÁNGEL MISUT del BdS de Fuenlabrada
MADRID
En una situación de crisis social y económica surge la tentación de encerrarse en nuestros intereses particulares, o de limitarse a una actitud reactiva de denuncia o de queja. ¿Por qué has tomado iniciativa en primera persona?
Empezé el BdS de Madrid provocado, por un lado, por la situación de crisis que vive España y que viven personas concretas que, por mi trabajo en un Banco, veo todos los días, y por otro, por la relación que en ese momento se estaba empezando a dar con unos amigos que ya llevaban tiempo haciéndolo en Italia. Me llamaba la atención ver el cambio que se produce en personas que juzgan todo lo que sucede a partir de su fe en Cristo. Me sorprendía ver en ellos una humanidad nueva a la que nada le es ajeno porque todo es ocasión para relacionarse con lo más querido, que es Cristo. Por la certeza que tenía, por lo que había visto en Italia y por la provocación que supuso toparme con un cliente del Banco, que vino a verme y que estaba en una situación económica y familiar dramática, pude tener la osadía de proponerle que le acompañara personalmente en la vida, empezando por llevarle una caja de comida al mes. Luego se lo propuse a mis amigos y ahora hemos constituido una asociación y hay 40 familias a las que les llevamos la famosa caja de alimentos cada mes.
Una verdadera osadía que sólo es posible si se tiene la certeza de que todo es de Cristo y es Él quien nos llama a través de las circunstancias.
¿A que clase de pobreza pretendéis responder con esta iniciativa?
Evidentemente, no pretendemos acabar con las necesidades de las familias a las que visitamos. Ni queremos ni podemos. Imagínate una caja de comida al mes qué es lo que soluciona. Es más, la comida que llevamos la podrían obtener en Caritas o en otros Centros de asistencia o en los comedores.
Lo que es patente en la relación con las familias, es la soledad en la que vivimos hoy. Es una soledad que les impide gustar de la vida e incluso tomar decisiones correctas a la hora de buscar trabajo, decidir en qué gasto el dinero, la relación con los hijos... En todo esto queremos acompañar a estas familias, para que puedan experimentar una compañía y abrirse a esa compañía original del Misterio que se asoma en cada cosa. Este descubrimiento es mutuo, se da para ambos, asistidos y voluntarios. Esto nos devuelve una mirada buena sobre la realidad, una estima hacia las personas y, por lo tanto, la energía para construir a pesar de las dificultades.
Cuéntanos un testimonio reciente.
Así lo cuenta una chica: «El sábado fui con una compañera de trabajo a llevar el paquete de comida a la casa de un hombre de origen árabe que vive con sus dos hijos. Nos estuvo contando su situación. No tienen nada, literalmente nada, pero nos ofreció lo poco que tiene porque, cuando nadie da un duro por ellos, pues su nacionalidad árabe es un freno en la búsqueda de trabajo, alguien va a su casa y le dice que le importa su vida y la de sus hijos. Yo solo le repetí lo que Rose dijo a Vicky o Stefania le dijo a Amparito, es decir, me hice eco de la mirada de Cristo hacia ella.
Al salir, mi compañera me dijo que quería preguntarme algunas cosas. Pensé que pondría mil pegas a lo que estábamos haciendo. Mientras tomábamos café, le expliqué que lo que le había dicho a este hombre nace de lo que veo que hacen mis amigos y que este amor nace dentro de la experiencia de la Iglesia. Entonces me pidió que ayudásemos a una amiga suya a quien los trabajos no la duran debido a su salud precaria. Su situación física le pesa por encima de todo, entonces me dijo: “Tenemos que buscarle un trabajo, ¡venga!”. Contesté que, además de ayudarla en esto, teníamos que quedar con ella para decirle que el valor de su vida no depende de que esté sana o enferma, que ella es única porque Dios la ha amado desde siempre, y que nosotros la queremos porque tenemos la experiencia de ser queridos así. Le conté ejemplos concretos y cercanos en los que la enfermedad no separa de la realidad sino que te abre a ella. Aceptó con sencillez la propuesta. Al final me abrazó y me dijo: «¡Gracias!, porque lo que estamos haciendo es una ayuda en primer lugar para mí».
FUENLABRADA
¿Por qué habéis tomado la iniciativa en vuestra parroquia de poner en marcha un BdS?
En Fuenlabrada, el BdS comienza en noviembre de 2008. Veníamos observando cómo se multiplicaban las peticiones de ayuda en la Parroquia y cómo las situaciones familiares se habían vuelto más críticas. Además, muchas de estas familias que reclamaban una ayuda urgente, tenían varios niños. Llegamos a conocer casos de familias donde los niños se marchaban a la cama llorando porque no habían podido tomar un simple vaso de leche. Ante esta necesidad apremiante, decidimos implementar un sistema complementario de ayuda al que ya se venía realizando a través de Caritas Parroquial: para niños y enfermos graves teníamos que proporcionar alimentos frescos (leche, huevos, yogures y fruta).
Al igual que con el resto de actividades que realizamos a través de la Casa de San Antonio, nos movió a tomar esta iniciativa la conciencia de que “ya lo tenemos todo”, es decir de que Cristo ha entrado en nuestras vidas y esto nos basta para vivir. Lo que hemos recibido gratis, gratis queremos compartirlo. Mediante el BdS queremos ofrecer a otros nuestra amistad, aceptarlos sin ninguna pretensión, ya que Cristo tampoco las tiene con nosotros.
¿A que clase de pobreza pretendéis responder con vuestra iniciativa?
La pobreza con la que nos enfrentamos es sobre todo la del hombre que está solo. Hay voces discordantes con nuestro planteamiento que nos dicen: «Hacéis mal llevándoles la bolsa de comida a su casa. Debéis educarlos para que se impliquen y vengan a buscarla». Respondemos que la educación se da sólo si es recíproca: vamos a verles para que se sientan visitados, como se sintió Isabel, e, imitando a la Virgen, queremos reconocer lo que en ellos hace el Misterio de Dios. Somos un simple instrumento en Sus manos. Un día, después del reparto, una voluntaria comentaba: «Hoy he ido por primera vez a una casa y me han recibido como si me conocieran de toda la vida: ¿cómo puede ser esto?».
¿Qué alcance tiene el BdS en vuestro entorno social?
En el 2009, más de 180 personas de Fuenlabrada y de alguna ciudad cercana, de las que el 47% son menores, han sido atendidas por este programa. También es significativo que nueve de cada diez son inmigrantes. El equipo de voluntarios que realiza esta tarea ha pasado de los tres iniciales a una veintena. Cada vez son más los que acuden con una bolsa repleta de leche o yogures para contribuir al reparto de alimentos que realizamos todas las semanas. Esto se ha revelado especialmente valioso durante el pasado verano, cuando la mayoría de las organizaciones que ayudan a estas personas cierran durante julio y agosto.
¿Habéis comprobado el valor educativo de vuestra iniciativa?
Seis sudamericanos y tres africanos, uno de ellos musulmán, forman parte de nuestro equipo de voluntarios. Gente que después de sentirse ayudada, ha querido también ayudar. Un voluntario que vino a colaborar en nuestro programa por una sentencia judicial, que le obligaba a realizar una prestación social durante un período de tiempo, no se ha conformado con cumplir su obligación, se ha quedado como voluntario y ha traído a su esposa, a su hija, y a David, un vecino nigeriano, que se ha integrado con una gran ilusión.
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