¿Cómo vivir la propia identidad «en tiempos de mestizaje»? Han intentado responder unos setenta expertos, que han llegado de medio mundo para participar en el Comité científico de la Fundación Oasis. Después del Centro de estudios, los libros y los eventos, he aquí lo que está naciendo de una semilla plantada hace cinco años
Cuando hace cinco años el patriarca de Venecia, Angelo Scola, propuso el proyecto a un grupo de amigos –entre los que se encontraba el genio del diseño, Piergiorgio Maoloni, uno de los más destacados diseñadores de diarios italianos– no estaba nada claro qué camino había que seguir y hasta dónde se podía llegar. Habían sido muchas las peticiones y las sugerencias que le habían llevado a formular este proyecto. Una de ellas procedente de algunos obispos de las iglesias orientales que habían hecho ver al Patriarca que se sentían lejanos e ignorados por parte de los cristianos del opulento y cómodo Occidente. Subrayaban, por ejemplo, la falta de textos en árabe, como algunos clásicos del pensamiento cristiano, o intervenciones fundamentales del magisterio; mostraban la necesidad de ser ayudados, de que hubiera una cercanía no ya burocrática o administrativa, sino real, afectuosa y abierta, en un momento histórico dificilísimo, marcado por la fecha fatídica del 11 de septiembre de 2001 y todo lo que vino después. Otra propuesta venía de la enorme problemática del Islam, que había estallado junto con las Torres Gemelas de Nueva York. Más allá de la investigación por parte de los especialistas, todo el mundo quería saber más, entender lo que estaba pasando. Por otra parte, palabras como multiculturalismo, identidad e integración, circulaban entre los intelectuales y los gobiernos sin conseguir poner los pies en la tierra ni asumir una realidad concreta que se pudiera vivir.
El Patriarca siempre tuvo pasión por el papel impreso. Estuvo en el origen de Communio, la revista internacional que reunía a los más destacados pensadores de la teología Europea, desde Joseph Ratzinger a Hans Urs von Balthasar. Cuando era rector de la Universidad Lateranense quiso transformar el boletín académico Nuntium en una elegante publicación trimestral. Así, también en Venecia ha puesto en marcha otra revista. Recibe el nombre de Oasis, palabra comprensible en varias lenguas, que tiene un significado universal y gran valor simbólico, como ya evocara Juan Pablo II en su discurso en la mezquita de los Omeyas de Damasco, pronunciado en 2001: «Los musulmanes, al igual que los cristianos, consideran sus lugares de oración como oasis donde encuentran al Dios misericordioso a lo largo de su camino hacia la vida eterna, y a sus hermanos y hermanas mediante el vínculo de la religión».
Ideas sobre el papel. Es cierto que una revista no puede responder a la necesidad de compañía que tienen las comunidades cristianas de Oriente, ni tampoco pretende explicar el Islam, y mucho menos resolver, de una vez por todas, el enigma del desencuentro/encuentro entre las civilizaciones. Por eso la idea tomó cuerpo siendo conscientes del valor que tiene un instrumento de estas características y también de su desproporción. Pero contar, profundizar, conocer, animar, difundir, contactar, encontrar, descubrir, todo ello sí que se corresponde con la naturaleza casi mágica de la palabra que está en la cabecera de la publicación; y es el mejor servicio que ofrece. Con dos números al año, cuatro versiones lingüísticas y cerca de cinco mil ejemplares distribuidos en una decena de países: el navío de Oasis salió del puerto de Venecia para navegar por el Mediterráneo, por el Atlántico y por el Índico, buscando a los cristianos e intentando conocer mejor a los musulmanes.
Con el tiempo, año tras año, la revista se ha “metamorfoseado” en un sistema mucho más articulado y difundido. El Centro de Estudios, la newsletter, la página web (www.oasiscenter.eu que ofrece, entre otras cosas, la traducción al árabe de las catequesis del Papa), la colección de libros, los proyectos de investigación y los eventos. En el corazón de todo ello se encuentra esa red de relaciones que el Patriarca define siempre como «el más preciado patrimonio de todo el trabajo de Oasis»: expertos, testigos, personalidades de la Iglesia y laicos que anualmente se reúnen durante dos días de trabajo, de amistad y de convivencia, lo que marca la diferencia con cualquier otro congreso, foro o simposio. El que ha participado desde los inicios sigue viniendo y el que se ha incorporado más tarde se apresura a anotar en su agenda las fechas para el año próximo. Un año se celebra en Venecia y el siguiente en una ciudad del Mediterráneo (hasta ahora en el Cairo y en Amman). Es extraordinario ver llegar de Indonesia al profesor Franz Magnis-Suseno, al obispo Paul Hinder de Abu Dhabi, al profesor Carl Anderson de Estados Unidos, al teólogo Javier Prades de Madrid, al obispo Joseph Powathil de la India, al pofesor Nikolaus Lobkovicz de Alemania, al Jesuita Samir Khalil Samir, al dominico Jean-Jacques Pérennès, al padre Giuseppe Scattolin del Cairo, y también a los obispos Jean-Clément Jeanbert de Alepo y Camillo Ballin de Kuwait, y otros muchos (en el último encuentro había unos setenta participantes). En la gran diversidad de experiencias e incluso de puntos de vista, se percibe un acuerdo tácito entre todos, una confianza que va creciendo, un deseo de construir juntos un lenguaje común, un lugar, un camino. Los problemas concretos y las experiencias, que en muchos casos son realmente impresionantes, se convierten en diálogo y compañía, tratando de buscar una «unidad entre las diferentes competencias». Lo ha recordado el patriarca Scola en la apertura de los trabajos del último Comité científico internacional de la Fundación Oasis, que tuvo lugar entre los días 22-23 de junio en la encantadora isla de San Jorge, frente a San Marcos, mientras toda Venecia se encontraba inmersa en la Bienal de Arte. El título fue “Interpretar la tradición en tiempos de mestizaje”. Las ponencias introductorias –entre las que destaca la del padre Michel Cuypers, que estudia el Corán, y la de John Milbank (“El multiculturalismo en Gran Bretaña y la identidad política de Europa”)–, y en general toda la reflexión “colectiva”, han dibujado panoramas de enorme interés, tanto por la novedad que ofrecen como por sus sugerentes planteamientos. Se ha abordado repetidamente y desde diferentes ópticas la circularidad fe-cultura, además de la coincidencia sustancial entre diálogo interreligioso y diálogo intercultural. Naturalmente, se ha prestado particular atención a la tradición en el Islam, sobre la cual han intervenido también invitados musulmanes. En ella el clásico conflicto entre tradición e innovación no se puede reducir al binomio occidental viejo-nuevo, y pocas veces discurre por los caminos que nosotros conocemos. Diferentes dinámicas, que abarcan todos “los” Islam, desde el de los árabes de Oriente Medio a los más “mestizos” de Asia y del África subsahariana, para acabar en los de las minorías que han arraigado en muchos países occidentales. En EEUU, donde se puede hablar de «una nueva generación de musulmanes que plantea la discusión sobre la apologética y la literalidad islámicas»; en Francia, donde se abre camino «un Islam libre de influencias extranjeras, política y financieramente independiente»; en Italia, donde las investigaciones llevadas a cabo por Giovanna Rossi entre las adolescentes musulmanas nos deparan muchas sorpresas. En suma, en el universo islámico se están dando procesos de los que las crónicas habituales no hablan nunca.
Un desafío para los hombres. Pero el contexto histórico y cultural en el que se localiza el trabajo de Oasis lo ha descrito el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, como portador de un triple desafío: el de la identidad –«quiénes somos, en qué creemos»–, el de la diferencia –«el otro no es necesariamente un enemigo»– y el del pluralismo –«Dios actúa misteriosamente en cada una de sus criaturas»–. Desafío que no se dirige a los credos, ni a las culturas, ni a las civilizaciones, sino a hombres concretos: «No nos encontramos con un sistema religioso, sino con hombres y mujeres que comparten con nosotros un mismo destino... La vida nos hace compañeros de camino que comparten la misma humanidad».
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